Enrique Ubieta Gómez
No obtuvimos todas las medallas posibles o deseadas en los recién pasados Juegos Olímpicos, ni las hemos obtenido en otros eventos internacionales, como los de béisbol o voli femenino, por ejemplo, aunque seguimos siendo el país iberoamericano mejor ubicado en el medallero olímpico, por encima de Brasil y de España, y nuestros peloteros no se van sin medallas de casi nigún evento (incluyendo el subcampeonato del primer Clásico Mundial). Cinco medallas de oro (lugar 16 en el medallero) para un país que se acostumbró a lidiar con la elite del deporte mundial, es poco; pero es mucho para el único país del mundo que –pequeño, pobre, bloqueado–, lucha a contracorriente por salvaguardar el amateurismo, que ya no existe en parte alguna, porque el mercantilismo se lo tragó.
¿Produce Cuba menos atletas de primer nivel que antes? No lo creo. Hablemos claro: nos compraron a los mejores boxeadores del equipo nacional, cuando eran los reyes indiscutidos de sus divisiones, y tuvimos que apresurar a los más jóvenes que crecieron en el cuadrilátero sin compartir experiencias y glorias con los mayores. Pero ya tenemos, de nuevo, campeones mundiales y olímpicos de boxeo. Se llevaron al equipo campeón de voleibol masculino, e inventamos otro, que este año obtuvo la medalla de bronce en la fortísima Liga Mundial, que ya no pasa por territorio nacional. Con los peloteros que se han ido, tras los millones que jamás podremos pagar, se armaba un equipo nacional, pero igual tenemos que rompernos la cabeza para decidir a quiénes incluimos en el Cuba (y hubiésemos tenido que excluir a muchos de los que se fueron), porque hay y habrán brillantes peloteros que juegan en nuestra Serie Nacional. Hay deportistas formados en Cuba que hoy compiten por España o por Gran Bretaña. Y hay numerosos formadores de campeones que hoy trabajan, por acuerdos deportivos, en países de cualquier continente.
¿Significa que estamos bien, que podemos sentirnos satisfechos? Oscar Sánchez enumeraba ayer en las páginas de Granma deficiencias técnicas y tácticas imperdonables de nuestra delegación, y mencionaba el delicado tema de las lesiones "imprevistas", después de que se afirmara que todos los atletas estaban en perfectas condiciones. Por favor, es el momento de discutir a fondo, de revolucionar ciertas rutinas del INDER, de encontrar caminos nuevos que no traicionen el espíritu olimpista –porque somos un país que construye caminos alternativos–, y propicien mejores condiciones para el entrenamiento y topes al más alto nivel. ¿Por qué de los cinco campeones, tres son pinareños? ¿Será que hay que estudiar la experiencia de esa provincia? La guerra del mercantilismo, del profesionalismo, contra el deporte sano, libre, amateur, es también la guerra del capitalismo contra el socialismo. ¿Qué pasa en la mente de nuestros atletas y entrenadores?, ¿cuales son las motivaciones que los impulsan?, ¿por qué algunos compiten con el cuerpo, o se hacen los que compiten, pero guardan a buen recaudo el corazón?
Los campeones salen a ganar, no piensan ni un minuto en la derrota (ni le temen, ni la esperan) y corren, saltan, pelean, con el extra impredecible que aparece en los minutos decisivos. Por eso son campeones. Los atletas necesitan del apoyo del Estado, pero en el terreno necesitan de sí mismos. La tentación de sentirnos, como siempre, niños mal atendidos, para echarle la culpa a los padres, no funciona. Ahora bien, que las mentes de estos compatriotas formados en el esfuerzo de la competencia física y síquica estén en otra parte o en otros asuntos, sí es en gran medida culpa nuestra, de todos. ¿Qué vamos a hacer al respecto?, ¿qué vamos a hacer para pelear como campeones contra el mercantilismo y las tentaciones que los enemigos del deporte y de la Revolución cubana siembran en nuestros muchachos? Son preguntas que no solo atañen al mundo deportivo. Son las preguntas claves de nuestra época, si queremos de verdad construir una Patria diferente, más culta, más sana, más libre, más humana.
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