domingo, 21 de noviembre de 2010

Una medalla para el Maestro Alberto Híjar

La Universidad Autónoma de Ciudad México acaba de otorgar una medalla al Maestro Alberto Híjar Serrano. No sé qué medalla es, y creo que no importa. El mismísimo homenajeado posa en el acto con la medalla de marras en el ojo derecho (una manera de decir, supongo, que solo ve por la izquierda). Conocí al Maestro Híjar a fines de 1988, cuando visité por primera vez ese país en calidad de investigador invitado del Colegio de México. Asfixiado por la supuesta asepsia política de la academia gringa que ese plantel trataba de imitar --escuela de los cuadritos del PRI, como se decía entonces--, emigré hacia la UNAM, donde hallé a excelentes profesores. Traía cartas de "recomendación" para Adolfo Sánchez Vázquez y Leopoldo Zea. Pero a Híjar lo conocí de la mejor manera posible. Fueron los estudiantes mexicanos de filosofía y estética quienes me lo recomendaron con insistencia. Y empecé a asistir a sus conferencias. Iconoclasta, con un sentido de la ironía muy personal que fascinaba a sus alumnos, el Maestro Híjar fue desde entonces un copadre mexicano (así se autodenominaba él), siempre dispuesto a tenderme la mano en mis frecuentes, desde entonces, visitas a México. Yo lo llamaba Maestro, con una mayúscula implícita, no por su grado académico, sino por su vida ejemplar. Así que felicidades Maestro, aunque las medallas y los títulos no signifiquen nada para hombres como usted.

2 comentarios:

  1. Bello testimonio. Abrazos agradecidos.

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  2. Maestro, Padre y Companero Ejemplar, todo con mayuscula. Un abrazo.

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