Estuve, como anuncié, varios días de recorrido por las cinco provincias orientales, y no tuve tiempo de sentarme frente a una computadora. No quiero pasar a los temas de esa visita sin decir antes cuanto me conmovió la carta de René a su hermano, hermosa en su adolorida, tierna lucidez, en su cólera justa. Los cinco héroes nuestros siempre nos conmueven, porque la belleza de un texto radica en lo que expresa: cuando hay grandes cosas que decir, y las dice un ser sensible e inteligente, basta con decirlas para que el texto alcance una belleza superior. La verdad y la justicia son inevitablemente bellas. La denuncia de René nos conmina a la solidaridad. Estaremos con él pendientes de la salud de su hermano, y repetiremos con él, "respira brother, respira". Agrego los magníficos versos de Tony. (E. U. G.)
Mi Brother de toda la vida:
Nunca pensé tener que escribirte esta carta. Compartimos el mismo desapego por el intercambio epistolar, cosa de sobra demostrada durante nuestras respectivas misiones internacionalistas o –más conclusivamente- en la experiencia única de los últimos veinte años. En otras palabras, solo condiciones extraordinarias como las actuales me harían escribirla.
Si las condiciones fueran ordinarias estas cosas debería de estártelas diciendo personalmente, y muchas ni siquiera te las tendría que decir. Debería de ser suficiente para ti con esa lucha a brazo partido contra una enfermedad que busca devorarte, pero ha de añadirse a ella el enfrentamiento a una dolencia humana mucho más letal: el odio.
El odio que no me permite retribuirte todos tus esfuerzos con ese merecido abrazo que quisiéramos darte los Cinco.
El odio que no me deja unir mi risa a cada una de las ocurrencias que brotan de tu inmenso coraje.
El odio que me obliga a adivinar por la fuerza de tu aliento, a través del teléfono, el accidentado desplazamiento de las líneas del frente en esta batalla que libras.
El odio que me impone la angustia de no poder acompañar en tu cuidado a todos los que te quieren; y que me impide estar ahí para apoyar a Sary y a los muchachos.
El odio que me niega el presenciar cómo se crecen nuestros sobrinos, que se han hecho hombres y mujeres en estos años. ¡Qué orgulloso te puedes sentir de tus hijos!
El odio que no me permite simplemente abrazar a mi hermano. Que me obliga a seguir desde un absurdo y distante enclaustramiento un proceso del que debería ser parte, como cualquier otra persona que ha cumplido una sentencia de encarcelamiento, de por sí suficientemente larga, dictada precisamente por el odio; pero aún para él insuficiente.
¿Qué hacer ante tanto odio? Supongo que lo que hemos hecho siempre: Amar la vida y luchar por ella, tanto la nuestra como la de los demás. Enfrentar todos los obstáculos con una sonrisa en los labios, con la broma oportuna, con ese optimismo que nos inculcaron desde la infancia. Echar pa´lante, guapear, no rendirnos nunca; siempre juntos y bien cerca, por más que se empeñen en separarme de mis afectos para castigarnos con ello a todos.
Hoy me vienen a la mente aquellos hermosos días de tus tiempos de atleta. Tú en la piscina y nosotros en las gradas, gritando tu nombre mientras tú braceabas, y el sonido de nuestras voces que te llegaba intermitente cada vez que asomabas la cabeza para respirar. Luego nos contabas cómo a veces escuchabas tu nombre entero, a veces el principio y a veces el final. Entonces nos entrenamos para esperar a que sacaras la cabeza del agua y en ese preciso momento todos, al unísono, gritábamos tu nombre. No podías vernos, pero el clamor de nuestra presencia llegaba a ti y sabías que estábamos contigo aunque no pudiéramos intervenir directamente en la lidia que se desarrollaba en la piscina.
Hoy la historia se repite. Mientras te enfrentas con todas tus fuerzas a este reto te sigo animando, ahora sumado a la familia que entonces no habías construido. Aunque no puedes verme sabes que estoy ahí, junto a los tuyos que son los míos. Sabes que este hermano, desde su insólito destierro, desde la angustia de la separación forzada, en las condiciones de libertad supervisada más absurdas, desde la dignidad de su condición de patriota cubano como lo eres tú y desde el cariño sembrado por la sangre y las vivencias que nos unen, está y estará siempre contigo. Cada vez que asomes la cabeza podrás sentir mi clamor junto al de mis sobrinos.
¡¡Respira brother, respira!!
Te quiere tu hermano,
René
CARTA DE TONY A ROBERTO:
Querido hermano Roberto:
Acabo de leer la carta que René te envió. No necesita comentarios. Tú sabes que lo mío es la poesía o el intento de poesía.
Seguro que te recuerdas de aquel intercambio en Miami, cuando me sorprendiste respondiéndome con un poema. Aún en aquellas condiciones supimos imponer la alegría y el verso sano, libre de odio, lleno de amor.
Y aquí acabo de escribir de un tirón, sin pensarlo mucho, estos versoso bien sencillos, que parten de una frase de René en su carta: "Amar la vida y luchar por ella"
Aquí te va.
Amar la vida
A nuestro brother Roberto
Amar los días de sol y tierra./
Amar los tiempos que se recuerdan./
Amar las casas nuevas y viejas./
Amar la luz y las tinieblas./
Amar los trillos, las carreteras./
Amar el valle como a la sierra./
Amar las olas sobre la arena./
Amar el mar y las riberas./
Amar los patios, las azoteas./
Amar la noche y las cigüeñas./
Amar la luna y las estrellas./
Amar la lluvia, la blanca niebla./
Amar la nieve, la primavera./
Amar las flores y las abejas./
Amar el brillo de las botellas./
Amar el ruido en las escuelas./
Amar la prosa y los poemas./
Amar la arista de las sorpresas./
Amar los sueños que nos desvelan./
Amar lo justo y la certeza./
Amar el mundo que nos contempla./
Amar la patria y la bandera./
Amar la gente que ama y que crea./
Amar la paz, nunca la guerra./
«Amar la vida luchar por ella».
Un fuerte abrazo.
¡Venceremos!
El peligroso ejemplo de Cuba
Hace 11 horas
Enrique, comparto una poesía de Silvio que recordé al leer la carta: http://segundacita.blogspot.com/2010/07/otra-letra-para-paladar.html
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