Por su importancia, reproduzco estas réplicas aparecidas en La Jiribilla: "La Revolución contra el racismo", de Y. P. Fernández; "Para los negros, la Revolución no ha terminado, ni para nadie de este lado", de Ernesto Pérez Castillo; "En el órgano equivocado y el lenguaje equivocado", de Silvio Castro; y "Una opinión" de Guillermo Rodríguez Rivera. También el texto que presento a continuación. E. U. G.
Esteban Morales
La Jiribilla
Bajo un título carente de rigor histórico y objetividad, Roberto Zurbano trata de caracterizar la situación de los negros en la Cuba de hoy. Como evaluador crítico del tema que soy, podemos compartir algunas de sus aseveraciones, pero no en términos tan absolutos y mucho menos, con la carencia de objetividad con que estas se formulan. Tampoco las conclusiones a que el autor arriba.[1]
Afirmar que “para los negros cubanos la Revolución no ha comenzado”, no se sostiene, ni aun dentro de la compleja realidad cubana de hoy. Verdadera encrucijada dentro de la cual el país trata de encontrar un modelo económico propio y sostenible, para no repetir los niveles de dependencia económica que soportó por tres ocasiones, en menos de un siglo. Durante el periodo final (1960-1991), que resultó ser el más provechoso para la Isla, el tiempo no alcanzó para superar definitivamente las realidades de un país subdesarrollado.
Por tanto, cualquier explicación de lo que hoy tiene lugar en Cuba con los negros, pasa necesariamente por la comprensión más profunda de esos periodos de dependencia y de que en la Isla la pobreza fue también masivamente blanca, pero la riqueza nunca fue negra. Algo que arrastramos durante varios siglos, hasta llegar al triunfo revolucionario de1959.
La población pobre cubana fue beneficiada a partir de una política social, extraordinariamente humanitaria, que combatió y aun combate la pobreza y la desigualdad hasta el mismo borde del igualitarismo.
Dentro de la realidad social generada por esa política, negros y mestizos fueron sumamente beneficiados también. De modo que si hoy contamos con una masa importante de médicos, científicos, intelectuales y obreros calificados negros, se lo debemos a esa política social, que marcó profundamente a la sociedad cubana, durante sus más de 30 años de existencia posteriores a 1959.
No hay que negar que se cometieron errores; uno de ellos, tal vez el más importante, fue no considerar el “color de la piel”, como una variable de diferenciación social. El no considerar que, por razones de sus diferentes puntos de partida históricos, el negro, además de ser más pobre había sufrido, por su condición de esclavo primero y de negro después, las desventajas que implicaba haber tenido que soportar el racismo y la discriminación racial, que le situaban siempre en una posición de desventaja ante la población blanca, aunque estos últimos también fueran pobres. Nuestra sociedad no había sido diseñada para que blancos, negros y mestizos fueran iguales.
Ese lastre colonial esclavista, no fue posible borrarlo en los años de Revolución, a pesar de lo humanitaria y radical que esta haya podido ser. Es esta la explicación de muchas de las desigualdades y dificultades sociales que aún arrastramos y que la Revolución, iniciada en 1959, trataba de solucionar.
A diferencia de lo ocurrido en 1962, en que el racismo y la discriminación racial se habían dado como resueltos —a partir, sobre todo, de la segunda mitad de los años 80—, con posterioridad a los procesos de crisis que sacudieron a la economía cubana, se ha abierto un debate sobre el tema que crece continuamente.
La crisis económica sirvió para mostrarnos que se había sido idealista al creer que el problema racial se había solucionando o se estaba solucionando, lo que no se correspondía con la realidad. Las medidas económicas que se aplicaron para superar la situación económica, trajeron a flote las diferencias y desigualdades que, a pesar de los avances, aún existían y que habían permanecido ocultas, esperando momentos más propicios para reemerger.
Así se inició un nuevo periodo de lucha contra el racismo y la discriminación, que fue el propio Fidel Castro quien lo abrió con sus discursos en los congresos de pedagogía y de la UNEAC, y su intervención en la iglesia de Harlem, en Nueva York. El máximo líder se percataba de que aunque lo había tratado con insistencia en sus discursos de marzo de 1959, no había quedado resuelto.
Entonces, fue el propio líder de la Revolución quien reabrió el tema y, a partir de entonces, comenzó un nuevo debate, ya más comprensivo de dónde habían estado las fallas de la política social, que no había podido eliminar el racismo y la discriminación racial. Se iniciaron nuevas investigaciones, se analizaron las experiencias y, como nunca antes, desde 1959, se comenzó a escribir críticamente sobre el tema, que comenzó por abarcar el mundo intelectual, creándose comisiones en diferentes instancias: PCC, UNEAC, Biblioteca Nacional José Martí, proyectos comunitarios, etc.
Emergieron varios centros de debate y encuentros científicos, producciones cinematográficas, cursos académicos. Existe en la UNEAC una comisión con carácter nacional, que trabaja en la promoción del tema racial desde la cultura, lo lleva a debate a las provincias del país y ya ha promovido su discusión en la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en dos ocasiones.
El gobierno no pone obstáculos a esos debates y formas de acción; todo lo contrario, los apoya y promueve. En realidad, lejos de mantenerse oculto el tema, cada día más, es objeto de discusión en diferentes ámbitos del trabajo intelectual, comunitario e incluso político; pasando, paulatinamente, a convertirse en un debate de toda la sociedad cubana.
Desde la UNEAC se despliega un amplio proceso de coordinación para introducir el tema en la escuela, las universidades, así como para mejorar las estadísticas y que estas recojan con más precisión la cantidad de negros y mestizos en distintos sectores y su situación económica. Se trabaja también para aumentar el conocimiento sobre la presencia de los líderes y patriotas negros en nuestra historia por medio de monumentos, jornadas conmemorativas y su adecuado tratamiento en los libros de texto, para lo cual se trabaja fuertemente en la reformulación de la enseñanza de la historia nacional. Por todo lo anterior, podemos decir que hemos pasado a un periodo en que el tema racial se trata a todos los niveles.
Todos los implicados en este proceso quisieran avanzar más rápido, pero el tema es difícil y acumuló años de atraso en su tratamiento. Sin embargo, se van articulando todos los factores que deben intervenir y, cada vez, el compromiso práctico de colaborar y la participación es mayor, bajo la conciencia de que se trata de un problema que nos afecta a todos.
Ningún gobierno anterior a 1959 hizo nada por los pobres en general, ni por los negros en particular. Más bien los mandatos precedentes, gobernaron el país para el beneficio de unos pocos, con todos los mecanismos e instrumentos de una administración neocolonial, que mantuvo el racismo y la discriminación racial, la corrupción y la pobreza, desplegando el modelo de explotación y control, que EE.UU. había diseñado para la Isla.
Habría que ser poseedor de una ignorancia histórica extraordinaria para pensar que un cambio de liderazgo político en Cuba pudiera beneficiar a los negros. Un pensamiento como ese, solo puede provenir, como lo dice el titulo del artículo, de alguien que piense que “para los negros la Revolución cubana no ha comenzado aún”.
UNEAC. Marzo 29 del 2013.
El peligroso ejemplo de Cuba
Hace 6 horas
Aprender a no hablar y decir tonterías, por mucho que se pretenda ser honrado, debe ser una de las prioridades de los críticos de la Revolución, teniendo en cuenta que no puede haber Revolución sin críticos –o crítica-, pero menos propagando tonterías, pues con la ausencia de un pensamiento serio y profundo resulta muy fácil, aun sin la minima intención, hacerle el juego, motivados tal vez por el entusiamo que permite la participación, a aquellos que aspiran ante todo a la destrucción de la obra revolucionaria, o sea el retorno al capitalismo, esa llamada oposición -¿deberíamos incluir a la oposición tapiñada, esos que no dicen nada mientras se posicionan esperando el pistoletazo de salida?-, cuya función es hablar en contra, y hacer la contra, es decir comportarse acríticamente. Decir que para los negros no ha comenzado la Revolución es una reverenda tontería.
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