domingo, 21 de julio de 2013

Los muchachos de la Lenin, 36 años después

Enrique Ubieta Gómez
Ayer en la tarde compartí con mis condiscípulos de la Escuela Lenin. Se trata de la graduación doble de 1977 (último trece grado y primer doce, como año final del preuniversitario). Suena a tiempos prehistóricos. No nos sentimos viejos, y la verdad, nos vemos terriblemente bien. Cuesta a veces reconocer al otrora muchacho –un chispazo en los ojos quizás–, ahora calvo y barrigón, pero da gusto topar con su sonrisa. “Nos reunimos”, me dice el organizador, “desde los años noventa, cuando el período especial arreciaba. Si te hace falta un médico o un abogado, aquí lo encuentras. Si necesitas un nuevo trabajo, hay condiscípulos en todas las esferas laborales. Alguno te ayudará. Somos como los masones”. 
Suena estridente la música de los setenta, la risa de los que se reencuentran, la conversación a gritos, porque no se escucha, de todos con todos, en pequeños grupos que se intercambian miembros. Un escalofrío me recorre. Estoy en el futuro, en mi futuro, salido de una máquina del tiempo, del tiempo real. Ya cada quién conoce su destino. A veces el más inesperado. Lo comunicamos o lo escuchamos decir, curiosos y resignados. Pero hay gestos, palabras, que eluden la franja de los acantilados. Nadie quiere avanzar más: somos médicos, abogados, economistas, ingenieros, hay un actor, un viceministro, un empleado de firma extranjera, un emigrado, pero también un botero, un botón de hotel de lujo, un capitán de restaurante, alguien que me dijo que no trabaja, “estoy en la casa”, así, escuetamente, pero agregó con orgullo: “mi hija es pintora”. Algunos son más exitosos que otros. Aunque depende de cuál sea nuestro concepto del éxito. Los que tienen más dinero, no ejercen por lo general su profesión. Los que la ejercen, no siempre descollaron en su ejercicio. Supongo que algunos son felices, y otros no, y habrá quien desconozca que es posible serlo (y lo sea). Lo curioso es que el éxito –material o profesional–, no siempre acompañó a quienes creíamos más exitosos en la adolescencia. Ni los más aplicados, ni los más fuertes, ni los donjuanes de entonces, son ya lo que eran. Los sin dudas, los que todo lo sabían, hoy no tienen respuestas. Y algún desaplicado, o aparente debilucho, o solitario, ha reaparecido con un destino no imaginado. De alguna manera, todos sobrepasamos el período especial. Unos, solo ellos lo saben, vendieron el alma en el camino; otros prefirieron dejar los enseres, las baratijas, las viejas ropas, incluso la piel, y resguardar el alma. Algunos se fueron; otros, los que estamos aquí, pusimos rodilla en tierra. 
Tenemos un héroe. No un héroe de la cotidianidad; de esos hay muchos. Hablo de un héroe, de los que aparecen en los libros de historia. Vino alguien y me dijo que me tomaría una foto, que acumulaba fotos para enviárselas a Tony Guerrero, el condiscípulo ausente, uno de los Cinco antiterroristas presos en los Estados Unidos. Era, o parecía ser, tan “normal” como nosotros; es la mejor parte de nosotros. Bailamos con frenesí, nos divertimos. Volvimos a ser adolescentes por unas horas. Ya sé que no todos fuimos amigos, pero compartimos un pedazo entrañable –solo en apariencia insignificante–, de nuestras vidas. También  bailan muchachos que se nos parecen, que tienen  hoy la misma edad que teníamos entonces, que son inteligentes, audaces, impetuosos. Son nuestros hijos. Son una parte importante del sentido revelado de nuestras vidas. Por ellos luchamos, por el futuro de ellos. ¿Qué serán, cómo serán, dentro de 36 años?

2 comentarios:

  1. ¿Cómo seremos dentro de 36 años? Quizá yo también me pregunté eso cuando salí de la Lenin, convencida de que al siguiente año me encontraría con todos. Seis años después descubro que, a tan poco tiempo, algunos ya levantaron la rodilla de la tierra y otros, algunos prometedores, se cansaron de prometer. Quedamos otros, sin embargo, muchos otros. Pero, ¿cómo seremos de aquí a los próximos 30 años?

    ResponderEliminar
  2. No soy de la Leniin, aunque la respeto. Soy Humboldtiano, de ese más pequeño y cerrado, y probablemente más duro mundo que es Mártires de Humboldt 7. También estamos en todas partes, aunque seamos muchos menos, e igualmente en todas las gradaciones del éxito. Y duele ver como estamos por todo el mundo, que hay menos cada vez en la tierra en que nacimos, aunque me alegre por los logros de todos. Noss exigían mucho más, y podíamos mucho más, solo quisiera que mis hijos tuvieran esa oportunidad de probarse y formarse, que ahora mismo parece difícil.

    ResponderEliminar