Enrique Ubieta Gómez
Berlín es una ciudad marcada por
los símbolos. Se exhibe y reconstruye como museo del anticomunismo. Es curioso,
porque la obsesión parece revelar una debilidad. Un reportaje reciente de la
trasnacional PRISA, aparecido en El País
de España, da cuenta de la inauguración de un museo público sobre “la vida
cotidiana” en la desaparecida República Democrática Alemana. “Queremos mostrar
cómo era la vida diaria de 17 millones de personas en una dictadura. Había
cosas bonitas y amables, pero la realidad muestra una cara diferente. Todo
estaba regulado por el régimen”, dijo Mike Lukash, el director del nuevo museo.
“23 años después de desaparecer como país, mucha gente sigue diciendo que no
todo era tan malo”, añadió. Precisamente, este último “detalle” debe preocupar,
porque los acercamientos de la cinematografía alemana a ese pasado reciente se
bifurcan en dos perspectivas complementarias: de un lado, la recreación de una
nostalgia desideologizada que canalice y a la vez reoriente, mediante la exposición
de un “algo” positivo inasible, abstracto, y la “constatación” simultánea de lo
“negativo” concreto en las insuficiencias del consumo y la represión, los
sentimientos de las generaciones más viejas y la curiosidad de las nuevas (por ejemplo, “Good bye Lenin”) y
de otro, la feroz satanización de los mecanismos de control de la STASI (por
ejemplo, “La vida de los otros”), para nada distantes de los empleados por su
similar occidental, diseñados y dirigidos hasta mediados de los años cincuenta
por un general nazi rehabilitado por la CIA. Si en países como Hungría o la
República Checa, la estrategia de los “triunfadores” de la Guerra Fría –el
olvido y el rediseño total de la historia y sus héroes–, parece avanzar sin
mucha resistencia, en Alemania, la patria de Marx y de Bretch, no ha sido
posible obviar un lento pero ascendente
reposicionamiento de la memoria colectiva a favor del pasado. La
República Democrática Alemana podría llegar a convertirse, con los años, en un
mito popular, algo verdaderamente peligroso para los arquitectos de la
nueva-vieja conciencia nacional. El recién inaugurado museo, que compite con otro privado
ya existente, con medio millón de visitas al año, tiene un carácter
explícitamente político, a pesar de su aspecto antropológico: “ofrecer una
visión interesada de lo que fue la vida cotidiana en el país inventado por
Moscú”, dice el reportaje de El País,
que enumera el contenido de sus salas:
La muestra está dividida en cuatro temas: “dominación y
vida cotidiana”, “el colectivo y el individuo”, “consumo y carencias” y
“repliegue y resurgimiento” y en todos ellos predomina una idea recurrente: la
vida cotidiana en la RDA estuvo marcada por la dominación del Partido
Socialista Unificado alemán (SED) que dio vida, después del fin de la segunda
guerra mundial, a una dictadura copiada del modelo soviético.
Un museo no es un almacén de imágenes
y objetos; unos y otros se ubican como fichas de un rompecabezas, que una vez
armado (o visitado), muestran el paisaje que previamente se ha elegido. Un museo es una
construcción lógica de “argumentos” que sugieren al espectador las conclusiones
deseadas por el curador. No obstante, el visitante no es un ser pasivo, y sus
vivencias personales o conocimientos cuentan. La batalla por la memoria
histórica se define en los referentes del presente. El autor del reportaje
citado lo constata pese a todo:
“Es cierto. En la RDA no había mucha libertad, tampoco
podíamos comprar plátanos, ni vaqueros importados, pero todo el mundo tenía
trabajo”, admitió Helga Huber, una mujer de 70 años después de contemplar la
muestra. “Ahora hay libertad para viajar a Mallorca, pero no todo el mundo
tiene el dinero para pagar el viaje”.
La guerra fría no ha terminado.
Transcurre en el imaginario de lo que fuimos, somos y queremos ser, de las
alternativas de vida, de la fe o su ausencia, que es lo que nos impulsa o detiene hacia futuros
posibles. La crisis del capitalismo alimenta la esperanza y recrudece la guerra.
Los ideólogos del capitalismo lo saben, y reconstruyen nuestra percepción
del pasado, para controlar nuestros proyectos de futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario