Enrique Ubieta Gómez
Creo en las ideas, en la razón revolucionaria. Apoyo a la Revolución desde la razón, desde los argumentos. Tengo la convicción de que es posible discutir y analizar cada acierto y cada error de estos cincuenta años, y que el balance será siempre favorable al proceso revolucionario. No rehuyo el debate. Pero también he comprendido que la guerra contra el socialismo, contra la Revolución, no es una cruzada “científica” o “académica” por la verdad; que los adversarios no son teóricos obsesionados por demostrar su razón (aunque algunos impartan clases o sean académicos profesionales), sino individuos que por diferentes motivos –biográficos, ideológicos o simplemente económicos--, desean su destrucción. He comprobado que existe una red de intereses trasnacionales que juega al duro: miente o tergiversa y apuesta a que su versión (verosímil) sea la ganadora en el “show” mediático, la que se apodere de la mente de los espectadores. Una red que selecciona las palabras exactas que deben usarse y repetirse para denominar a cada sujeto u objeto, a cada suceso (régimen no gobierno, embargo no bloqueo, Castro no Fidel o Raúl, como los llama el pueblo). Que los personajes se fabrican, se siembran, y que los medios pueden cerrar puertas y ventanas a cada argumento que revele la trampa. Que el diálogo es de sordos, porque el objetivo no es quién tiene la razón, sino quién mantiene o toma el poder
Entonces, resulta imprescindible diferenciar tres niveles posibles de interacción con países y personas ajenos o incluso ideológicamente contrarios al proceso revolucionario. Con aquellos que reconocen y aceptan la legitimidad histórica de la Revolución, y están dispuestos a buscar una zona común de respeto para la convivencia, es posible y necesario el diálogo. Con aquellos que difieren de nuestros criterios y nos suponen equivocados, pero argumentan con seriedad su posición, puede existir el debate. Debatir es un ejercicio sano, permite descubrir fortalezas y debilidades en nuestra visión de las cosas. El diálogo es para encontrar un espacio común de convivencia; el debate para clarificar posiciones divergentes o contrarias. Ambos presuponen el respeto al derecho ajeno y excluyen la imposición. Pero si el objetivo no es convencer, sino imponer, si el país o la persona que discrepan tienen como único fin de sus actos el derrocamiento de su adversario, la toma del poder, si existe una intención expresa de subversión, entonces hablamos de confrontación y del derecho de la Revolución a defenderse. Es lo que el viejo Marx llamaba lucha de clases.
La estrategia última de la Revolución, su sentido histórico es unir: unir a personas diferentes, discrepantes, en un proyecto común. Esa fue la fuerza de José Martí y la de Fidel Castro. El primero habló con vehemencia de una Patria “con todos y para el bien de todos”, pero no incluyó en ella ni a los “sietemesinos”, ni a los anexionistas. Fidel lo explicó de otra manera: “dentro de la Revolución, todo [eso incluye a los que no la comparten]; contra la Revolución, nada”. Y antes dijo: “Nadie ha supuesto nunca que todos los hombres, o todos los escritores, o todos los artistas tengan que ser revolucionarios, como nadie puede suponer que todos los hombres o todos los revolucionarios tengan que ser artistas, ni tampoco que todo hombre honesto, por el hecho de ser honesto, tenga que ser revolucionario. Ser revolucionario es también una actitud ante la vida, ser revolucionario es también una actitud ante la realidad existente (…)”. Y dijo también: “La Revolución debe tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no sólo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que aunque no sean revolucionarios, es decir, que aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella”.
Dialogar, debatir, son requisitos que asumimos con plena responsabilidad. Sabiendo que no dialogamos ni debatimos de arqueología ni de células monoclonales, sino sobre nuestras vidas, sobre el futuro de nuestros hijos. Por eso es inevitable –y yo diría que necesaria--, la pasión. Esa pasión no disminuye el alcance “científico” de los argumentos; los ilumina. Es más: el que carezca de pasión, el que no pueda involucrar sus sentimientos, sus emociones, en el debate, carece de auténtica objetividad. No se puede hablar –a favor o en contra--, de la Revolución, sin sentirla. Y hay que diferenciar los insultos de quienes no tienen argumentos o de quienes pretenden callar al adversario (ese es el significado real de “ciberchancleteo”), de los “calificativos”, a veces indispensables para entender la posición que se refuta. Decir “contrarrevolucionario”, decir “mercenario” cuando corresponde, es dotar al discurso de un argumento imprescindible. Ocultar esos calificativos, es obstruir la comprensión de los hechos. Prescindir de sólidos argumentos, repetidos pero veraces, por el solo hecho de que han sido esgrimidos antes, es debilitar el discurso revolucionario.
Cuando un individuo se presta a espectáculos callejeros bien cotizados por los medios trasnacionales –esos medios que no quieren reportar otra cosa que aquello que pre-establece el guión de una corresponsalía para la subversión--, y se alía a los intereses que actúan abiertamente para derrocar el socialismo en Cuba, se enfrenta al pueblo. Asume los códigos de la guerra por el poder. La Revolución tiene el derecho de defenderse. Y lo hará. Y los cientos de miles de cubanos que la defendemos estaremos allí para gritar “viva Fidel” y “viva el socialismo”. Los revolucionarios sabemos debatir, y combatir.
Cubano
Hace 52 minutos
Excelente!!
ResponderEliminarsaludos,
José
Como siempre eres genial en lo que escribes, y cómo lo escribes.
ResponderEliminarMe gusta lo que has dicho, porque es como siempre digo a mis amigos: desafortunadamente en esta batalla no puede haber medias tintas, no puede haber posiciones intermedias. Estás a favor o en contra de la Revolución... porque en ese intermedio lo que hay es una trampa, que al final siempre favorecerá a los que están en contra de ella.
ResponderEliminarY digo que es desafortunado, porque lamentablemente producto de esa dicotomía se pierden buenas discusiones, análisis y reflexiones entre revolucionarios, para dilucidar las ideas, para hacer mejor las cosas. Esa dicotomía nos limita mucho el necesario debate interno, la crítica oportuna y franca, la profundidad en el análisis de nuestros problemas, para hacer una sociedad más justa y más humana.
A veces el apasionamiento puede cegarnos, nos hace pasar por alto cosas que nos hacen daño y que, al final, también favorecen a los que están en contra de la Revolución. Es el precio que tenemos que pagar aún por defender la dignidad que nos pertenece. Pero tenemos que aprender a ser reflexivos, analíticos y críticos en medio de esa dicotomía, porque en esa batalla se nos va la vida y todo lo que hemos logrado.
Tienes razón Alberto. Tenemos que promover los debates entre revolucionarios e incluir en lo posible a quienes no lo sean pero respeten la existencia de la Revolución. Pero no podemos confundirnos: los que quieren destruir la Revolución no vienen a discutir, le hacen el juego a los medios para imponer una matriz de opinión que favorezca sus conclusiones prefabricadas. Y entonces no valen las palabras.
ResponderEliminarMaravilloso.
ResponderEliminarSin renunciar nunca al análisis y la crítica, yo me declaro a favor de la pasión, porque sin ella sería imposible imaginar luchas y revoluciones...
un beso
Ana Rivero
PEro el problema es que para decir "mercenario" hay que probarlo. No basta con colgar el cartelito. ¿Dónde están las pruebas de que Yoani Sánchez, Reinaldo Escobar y otro blogueros son soldados pagados por un país o gobierno extranjero? Porque hasta ahora lo único que hacen ustedes es repetirlo como papagayos a ver si cuela aquello de "una mentira repetida mil veces..."
ResponderEliminarMientras continúen usando el fácil recurso de convertir la valiente crítica y el deseo de cambio de esos jóvenes en "labor mercenaria" no habrá debate posible.
Hace más por Cuba quien la quiere libre y con derechos que ustedes con ese patrioterismo barato.
Estoy de acuerdo en que para decir mercenario hay que probarlo. Ya se han aportado pruebas contundentes, te recomiendo, entre otros textos posibles mi artículo "Yoani Sánchez: la hija de PRISA", que puedes clickear desde la columna derecha de mi blog. Te recomiendo también el texto recién publicado en Cubadebate --de inmediato voy a colocarlo aquí también--, de Salim Lamrani. No dejes de leer los que aparecerán próximamente. Las pruebas se irán publicando una a una. Ya las verás. Siento decepcionarte sobre tu heroína.
ResponderEliminarHey! yo también me declaro a favor de la pasión, Ana, que conste! porque al estar en mi década 40, he tenido muchísimas oportunidades para mostrar mi apasionamiento por esta Revolución de todos y para el bien de todos... de la que, sin dudas, aún continúo apasionado. Es más, estoy convencido que sin apasionamiento no se puede llevar adelante una obra tan hermosa! :-)
ResponderEliminarCon relación al comentario anónimo anterior... no creo que se pueda ser tan ingenuo para no ver las realidades. Los artículos referidos por Ubieta son muy ilustrativos... pero, además: ¿de donde sale el dinero para pagarle a la multipremiada globera, digo, bloguera? Sin mas comentarios.
¡Qué bueno el nombre del blog! Claro, de ser archiconocida, la Isla se está conviritiendo en...virtual
ResponderEliminarLos grandes medios la hacen virtual, la fabrican según sus intereses, pero es real amigo, muy real, y le quita el sueño al imperio. Puedes ver el post inicial del blog y entenderás el nombre que lleva, tomado de un cuento de Saramago.
ResponderEliminar¿Puede un negro del siglo XIX discutir como hermano con su adversario
ResponderEliminarblanco? Vamos a suponer que es un negro liberto qu está contra la
esclavitus, y el blanco acepta la discusión por defender su status de
esclavista ¿Puede el negro luchar contra el contexto? ¿Contra la enorme
cantidad de tópicos y sesgos que de antemano lo condenan? Dirá lo más
inteligente, lo más respetuoso y civilizado, y provocará risa, abucheo,
cuando menos murmuraciones cómplices. No es fácil discutir contra el
estereotipo. Eso pasa hoy mismo, porque en la maquinaria propagandística
actual somo es el negro liberto. Los diálogos entre esos adversarios siempre
serán diálogos de sordos porque las esencias de ambos sietemas son
irreconciliables. Peor aún, son una pérdida de tiempo. Sirven, en tanto
contribuyan a concientizar a un tercero o a hacer que la verdad se expanda.
Enrique,
ResponderEliminarIncluyo parte de un texto que publicare en mi blog "Comentarios de K" http://www.comentariosdek.blogspot.com
Un saludo,
Humberto Tirado Fernandez
Del nacimiento de una estrella y otros pormenores
Nunca imaginé tener que escribir el nombre transnacional de Y…, la blogger más exitosa de las nuevas redes sociales de comunicación, como les gusta escribir a los académicos e intelectuales cubanos transnacionales y postcastristas. La blogger que recibó una mención especial, no un premio de la Escuela de Periodismo del Universidad de Columbia en New York.
Realmente, más allá de coincidir o discrepar, con suavidad o acérrimamente, con ciertas prácticas sociales e históricas, el proyecto revolucionario cubano desde sus inicios en La Demajagua hasta este preciso momento, pasando por diversas estrategias y niveles de enconamiento, siempre ha contado con el desagrado de los gobiernos norteamericanos que, celosamente, han cuidado de cultivar sus interlocutores naturales tanto en la isla como en su emigración. Lo que deforma el discurso de oposición o disidencia al proyecto revolucionario cubano es su falta de ala y raíz en la realidad histórica y política cubana, haciendo pasar por crítica reflexiva lo que no alcanza siquiera la categoría de viñeta costumbrista. Creerse después de esta última payasada que Y.. es una escritora es como decir que Gorki Aguila es músico, la misma categoría de ícono fabricado por lo que Ubieta llama "una de intereses transnacionales que juega al duro".
Muy bueno el blog y este post.Muy buena tu posición y entiendo lo que decis.
ResponderEliminar