Antonio Rodríguez Salvador, escritor.
La mayoría de los escritores suelen ser torturados por una obsesión: revisar hasta el cansancio sus textos. Arquetipos de esa angustia hay muchos. Por ejemplo, Hemingway rescribió treinta y nueve veces la última página de Adiós a las Armas; en tanto Flaubert sometía sus textos a lo que daba en llamar prueba de “gueuloir”, lo cual consistía en leerlo decenas de veces en voz alta y corregirlo tras cada lectura.
Sin embargo, de pronto resulta que todo ese rigor profesional, que muchos teníamos como clave de éxito literario, solo ha significado una soberana pérdida de tiempo, que finalmente impidió a muchos autores escribir más obras y obtener importantes premios en metálico cada seis o siete meses.
Esto ha venido a demostrarlo la conocida bloguera Yoani Sánchez, quien cada vez se adentra más en la literatura de ficción; y que con su último cuento, “Secuestro siciliano en La Habana”, acaba de lograr una impresionante difusión mediática. En esa obra, que puede ser leída en su afamado blog, Yoani relata cómo junto a otro bloguero, Orlando Pardo, fue secuestrada en una zona céntrica de La Habana por tres musculosos jóvenes desconocidos.
Veamos entonces cómo en su descripción no importa la lógica de los hechos, menos aún la coherencia gramatical. Primero que nada, Hemingway o Flaubert se hubieran formulado una pregunta: ¿Cómo introducir al personaje en el automóvil?: ¿de cabeza o con los pies por delante?, ¿bocabajo o con el rostro hacia arriba? Opsis teatral llamaron los antiguos creadores del drama a este recurso; o sea, primero representar los detalles de la escena en la imaginación, para luego describirla con verosimilitud.
He aquí, sin embargo, donde la “genialidad” descriptiva de Yoani consigue revolucionar la técnica. Según se deriva de lo escrito en su blog, durante el secuestro ella fue introducida en el auto bocarriba y bocabajo al mismo tiempo, como si fuera una de esas muñecas de trapo que tienen rostro por detrás y por delante, y los mechones de pelo le cuelgan por los costados.
“Me cargaron con la cabeza hacia abajo”, escribe, y aquí obviamente no sabemos todavía si iba decúbito prono o decúbito supino; pero con solo decir “me cargaron”, en plural, comprendemos que esta acción específica fue ejecutada por más de una persona. Sobre este detalle volveremos más adelante.
Ya dentro del auto, uno de los captores le coloca una rodilla en el pecho; es decir, que Yoani estaba bocarriba. Sin embargo, y mientras permanecía en esa situación, nos explica que desde el asiento delantero alguien le propinaba golpes por los riñones; esto, obviamente, solo es posible si en realidad estaba acostada bocabajo. Como resulta lógico pensar –y asumiendo que no padezca de una malformación congénita– aplastada como estaba contra el asiento trasero, es imposible que desde el asiento delantero alguien pudiese golpearla en sus dos riñones alternativamente –tengamos en cuenta que ella escribe la palabra “riñones” en plural.
En el momento en que la introducen al auto, ya su compañero de “infortunio” se hallaba inmovilizado dentro por otro sujeto que le aplicaba una técnica de kárate. Hagamos entonces un alto momentáneo y recapitulemos la escena: Yoani nos informa que eran tres los asaltantes: ya vimos que por los menos dos la cargaban, mientras uno le daba golpes desde el asiento delantero y otro más inmovilizaba a Orlando con una técnica de kárate. O sea, que aquí la cuenta no da tres, sino cuatro. Volvamos a leer con más detenimiento. Nos dice que quien iba sentado al lado del chofer decía: “Hasta aquí llegaste Yoani”, “ya se te acabaron las payasadas”, y al mismo tiempo le halaba el cabello. Es decir, que había alguien más sentado al volante del auto –un chofer- con lo cual ya no serían tres ni tampoco cuatro los asaltantes; de pronto son cinco.
Pero sigamos con el dilema de la postura en que permanecía Yoani. Las piernas estaban hacia arriba, lo cual significa que, dado el caso de que no tenga una bisagra en la espalda, tenía que estar bocarriba. Sin embargo, su rostro estaba enrojecido por la presión, algo que nos hace suponer que estaba bocabajo, con la cara pegada al asiento. Además, suspicaz lector, pruebe a colocarle la rodilla en el pecho a alguien que tiene las piernas hacia arriba en el asiento trasero de un auto, a ver si puede.
Aquí me permito una digresión. Lógico es que ella tratara de defenderse, y en consecuencia magullara los testículos del agresor, este detalle nos lo explica en su texto. Ahora bien ¿esto fue así? La duda me asalta porque también sabemos que Yoani es filóloga; y no precisamente cualquier filóloga, sino una que obtuvo el premio Ortega y Gasset, que otorga el diario El País; y una de las 100 personas más influyentes del mundo, según determinación de la revista Times.
De modo que en asuntos gramaticales debería ser una gran experta; un modelo a seguir por el resto del mundo. Por ejemplo, la frase “elementos cohesivos de valor anafórico” que cualquier mortal entendería como una jerigonza, vista por un filólogo como Yoani sería pan comido. He aquí, no obstante, lo que ella escribe de manera literal: “al otro lado estaba Orlando reducido por un profesional de la golpiza. Sólo acerté a agarrarle a éste –a través del pantalón– los testículos, en un acto de desespero”. Es decir, que el pronombre demostrativo “este” solo puede estar referido a Orlando, teniendo en cuenta que la frase “profesional de la golpiza” es un complemento circunstancial de la acción. Por tanto, según la construcción gramatical, a quien le agarró los testículos no fue al asaltante, sino a su propio compañero Orlando.
Pero sigamos leyendo. Según ya vimos, antes decía: Sólo acerté a agarrarle a éste –a través del pantalón– los testículos, en un acto de desespero”; y también vimos que por elemental regla de la redacción tenía que ser a Orlando a quien se los apretó. Pues bien, resulta que, tras poner punto y seguido, la siguiente oración dice: “Hundí mis uñas, suponiendo que él iba a seguir aplastando mi pecho hasta el último suspiro”.
Preguntémonos entonces quién era la persona que aplastaba a Yoani con la rodilla, y para respondernos esto analicemos nuevamente la construcción gramatical. Por la misma regla ya antes explicada, aquella de los famosos “elementos cohesivos de valor anafórico”, no hay confusión posible. El pronombre personal “él” remite directamente al pronombre demostrativo “este” anterior, y viceversa, de modo que quien hundía la rodilla en el pecho de Yoani era también su propio compañero Orlando.
Según Yoani, el auto era un Geely de color negro; y ya lo dijo Einstein: en estos tiempos es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. De este modo, el auto solo podía tener el color preferido por los demonios, y, por además, tenía que ser chino. Si, por ejemplo, el relato hubiera sido escrito en la España del siglo XI, en tiempos del Cid Campeador, con absoluta seguridad el carromato del secuestro hubiera sido de fabricación almorávide –en el siglo XV, la diligencia sería marrana, y en el siglo XVII, inglesa, flamenca o francesa; es decir, luterana. Lo único que no cambiaría es el color del coche: sabido es que no adelantamos tanto en los prejuicios del alma como en los prejuicios del cuerpo.
Pero sigamos analizando el espacio en que ocurren los hechos, de modo que, para una mejor ilustración de las palabras, muestro a continuación la foto de un Geely:Cuando Yoani es introducida de cabeza en el asiento trasero, ya dentro había dos personas: un fornido asaltante, y Orlando Pardo, un hombre que mide unos seis pies de estatura. Como se comprenderá, no permanecían cómodamente sentados el uno junto al otro, sino enredados en el amasijo de una llave de kárate. Yoani explica que Orlando estaba con la cabeza pegada al piso.
Les propongo entonces mirar detenidamente la foto, y representar en la imaginación la escena donde un hombres fornido aplasta contra el piso a otro que mide seis pies de estatura. No nos detengamos a preguntar cómo es posible que Yoani luego no pudiese mostrar moretones a la prensa, ni cómo tampoco estos pudieron ser advertidos por los tres médicos que la atendieron en el hospital. La pregunta es ¿Cabrían dos personas más, revueltas en idéntico embrollo, en ese reducido asiento trasero? Nada, que al ver tantos disparates espaciales y gramaticales en apenas dos breves párrafos, tanto Hemingway como Flaubert hubieran mandado sus literaturas al demonio. Para ser famosos mejor se hubiesen convertido en un par de marionetas de trapo al servicio de cualquier emporio terrorista mediático contra Cuba.
Cubano
Hace 1 hora
En realidad no entiendo el Por que prestarle tanta atencion a Yoani. Yo visite su blog desde un mismo principio y lo unico "diferente" que puedo señalar (amen los premios) es que ella critica lo que ninguno de ustedes hace y desde una posicion antagonica con el proceso revolucionario.
ResponderEliminarAhora ¿El hecho de que sea antagonica su propuesta la hace una leprosa, enemiga de la belleza y bandida con colmillos de dragon chino? NO! mi hermano no y cien veses NO!
Mira Antonio y esto te lo digo con todo el respeto del mundo, el proceso social que se inicio en el 59 y que todos llamamos Revolucion Cubana lamentablemente no deja espacio para otro tipo de pensamiento y discurso que no sea en su propia linea. Lo que se le oponga, sea un negro de 6 pies o una flaca con cara de hambre lo saca de su carril. Lamentablemente "la revolucion" no entiende que no todos tenemos porque creer en ella pero si todos tenemos derecho a que se nos respete nuestra opinion y palabra. Si lo anterior no se entiende y la legalidad del pais no llega a proteger el derecho de TODOS entonces las fuerzas politicas en el poder se vuelve represoras y pretorianas, retrocedemos a la epoca donde ver un "oponente" significa meterle un acto de re_repudio por la cabeza y 14 pezcozones "!pa que sepa que aqui se respeta"!
Mi amigo, ya el mundo esta a 14 años luz de aquellos dias. Solo mira a tu alrededor en nuestra area para que te des cuenta. Un saludo.
ManuelS
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buen análisis. Este Día y Noche de la Yoanis tiene demasiados puntos débiles.
ResponderEliminar"para vivir de eso chico" No era que decía aquel otro famoso estafador, de nombre perdido en el tiempo.
saludos,
José
Estimado Animal de Fondo.
ResponderEliminarEstá claro que el contexto y la obvia intención del texto remite "al profesional de la golpiza", pero la construcción gramatical es amabigua y no todo el mundo está al tanto del contexto. Para que ello no suceda, en vez de "este", así, a secas; hay que al menos precisar "este último", lo cual es todavía poco elegante, o colocar una frase que remita al susodicho profesional. Por ejemplo decir "al esbirro". Esto es algo que para un filólogo resultaría elemental. Usted dice: Juan es amado por su perro, y este es feliz. ¿Quién es feliz? ¿Juan, o el perro? En este caso ocurre otra ambiguedad, pero la prioridad es de Juan, porque la voz pasiva no se puede cambiar en activa a capricho. En fin, solo he querido expresar que el relato de la autora es absolutamente disparatado en cualquier dirección. Mire, desde el punto de vista estilístico, hay muchas más pifias que las descritas. Por ejemplo, eso de hundir las uñas en los testículos. Ni que fuera una garra capaz de traspasar la tela. También la parte donde aquel del asiento delantero advierte al más "joven": Déjala respirar. Hasta ahora no se ha descrito a nadie por sus características físicas, no ha habido diferenciación de nadie por más joven o viejo. Entonces cuál es el más joven. La narratología tiene sus reglas, de modo que la caracterización no se puede hacer a capricho. Obviamente, podría decir usted, el más joven es quien presiona con la rodilla. Pero el caso es que no parecen ser tres los asaltantes, sino cinco. Esto, además de otras contradicciones que niegan la rodilla.
Un saludo
CH
La respuesta de Antonio Rodríguez Salvador me pone en un aprieto, ya que borré mi comentario por manifiesta pedantería. En vez de hablar del artículo acabé hablando de mí. Disculpas.
ResponderEliminarLo relevante es que me pareció soberbio su escrito y que pasé, como muchos, imagino, un buen rato leyéndolo.
¡Gracias por su amabilidad contestándome!
Se equivoca usted, MenuelS, cuando dice que yo no critico aspectos medulares de nuestro proceso social. Al parecer usted no ha leído mis obras. Por ejemplo, la lectura de mi novela Rolandos llevó a algunos a coger el rábano por las hojas y publicar una reseña muy parcializada en CubaEncuentro, y otra ciertamente un poco menos maniquea en Espéculo. Lo cómico es que las reseñas de esta novela, publicadas en Cuba, no tienen ese sabor absolutista. No es lo mismo cuando usted señala para perfeccionar, que cuando lo hace con intención de destruir. Esa es la diferencia. Fíjese usted, en las reseñas aparecidas en Público, de Lisboa, hay objetividad. La crítica social es vista como algo natural. Eso sucede porque Portugal no es un país demasiado infectado por la crítica contra la Revolución. Todavía allí no hay poderosos intereses que muevan la maquinara no ya para demonizar al gobierno cubano, sino también a todo el que no les siga su juego político.
ResponderEliminarQuiero decirle también, que muchos escritores de mi generación igualmente ejercen la crítica social en sus obras, pero ese detalle siempre es obviado por la gran prensa anticubana, en tanto escapa al modelo totalitario que se quiere presentar.
Por otra parte, atendí a su consejo y miré a mí alrededor, en nuestra área: Vi lo que ahora mismo pasa en Honduras y Guatemala. Vi lo que pasa en Colombia (¿acaso se convertirá en un Guantánamo multiplicado por siete?)
Un saludo
Antonio