Enrique Ubieta Gómez
El sábado en la noche asistí al segundo concierto habanero de la Orquesta Sinfónica de Minnesota, dirigida por el maestro finlandés Osmo Vänskä. El programa incluía piezas de nuestro Caturla (Danzón), de Berstein (Las Danzas Sinfónicas de Amor sin Barreras) y de Prokófiev (Selecciones de Romeo y Julieta). No soy un experto en música de concierto, pero puedo afirmar –me incluyo– que la orquesta estremeció a un Teatro Nacional abarrotado en su sala mayor. No era música, era magia. Vänskä tiene su toque norteamericano: concibe y ejecuta el concierto como espectáculo. Sus movimientos parecen exagerados, como si dirigieran, a la vez, la ejecución de la orquesta y la recepción de los espectadores. Una baranda se ha colocado en el estrado, a sus espaldas, para evitar un accidente. No hay preámbulos, llega y de inmediato, sin pausa, desata la música. Pero nos sorprende y emociona cuando sus músicos, de pie, en lugar de Danzón, interpretan el Himno Nacional de Cuba. Da la vuelta y pide con gestos que lo cantemos. Todos lo hacemos. La magia se transforma en desagravio. Después viene el Himno Nacional de los Estados Unidos; sus bellos acordes son la mano que estrecha la mano tendida. Los himnos no suelen aplaudirse, pero esta vez nadie pudo impedir la ovación eufórica. Al finalizar cada pieza, observaba los rostros sonrientes, nerviosos, de los músicos. Menudos embajadores. Nobles estadounidenses, ¡qué ajenos a la confrontación histórica, a las apetencias imperiales de sus gobernantes! Los científicos de las ciencias naturales y de las llamadas exactas son como los músicos: se realizan dando. ¡Qué tristeza pensar que tras ellos se mueven sinuosos, otros seres calculadores! ¡Cuánto nos debemos los dos pueblos, cuánto podemos intercambiar desde el respeto! El sábado recordé un sueño: "Es un sueño profundamente arraigado en el sueño '(latino)americano'. Sueño que un día nuestras naciones se levantarán y vivirán el verdadero significado de su credo: 'Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales'".
El peligroso ejemplo de Cuba
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