En el Malecón habanero, sobre todo en el trayecto que va desde el parque Maceo hasta Prado, se produce en estos días una genuina y a veces divertida interacción de los habitantes y visitantes con las obras de arte de la Bienal. No todas las obras alcanzan la misma calidad, pero regocija ver cómo un evento artístico de relieve mundial se convierte en celebración popular. Este fue mi barrio por más de diez años. Lo recorro con nostalgia. Entre las obras –algunas tan sugerentes como la "playita" que armaron casi en la intersección con Prado y que los vecinos dusfrutan como si de verdad se tratase de una playa–, descubro un hecho insólito: en un edificio ondea la bandera soviética, la de la hoz y el martillo. Se trata del restaurante o paladar Na zdarovie ("a la salud", brindis tradicional ruso), que rusas residentes en Cuba y algunos cubanos idearon en el tercer piso de un edificio situado junto al Centro Hispanoamericano. Ya en Prado, encuentro que las viejas paredes sostenidas por andamios y floridas enredaderas, que aspiraban a convertirse en portada de un hotel de lujo, empiezan a cumplir su destino. Numerosas fotos del proyecto nos permiten ver cómo será el hotel que empieza, al fin, a construirse y que sin dudas revalorizará toda la zona. Estos dos últimos "encuentros", nada tienen que ver con la Bienal, pero sí con La Habana, una ciudad que se transforma.
El peligroso ejemplo de Cuba
Hace 22 horas
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