Enrique Ubieta Gómez
Parecía razonable que Rajoy optase para el cargo de ministro de relaciones exteriores por alguien menos histriónico y desacreditado que Moragas. Probablemente Manuel García-Margallo comparta los criterios de la ultra derecha española –es casi un chiste hablar de centro derecha, en referencia al PP, ¿dónde ubicamos entonces al PSOE?– sobre Cuba, pero tiene, supongo, mejor porte y podrá ser más comedido, como su cargo exige. El Nuevo Herald lo elogia (mal síntoma), y cita unas declaraciones sobre Cuba que hiciera años atrás. Algunas cosas están claras para él: “rendirlos por hambre no me parece posible, ni bueno. Buscar un baño de sangre allí no puede ser la solución”. La solución es sencilla, pero sospecho que se empeñará en no aceptarla: Cuba seguirá su propio camino socialista. Sin embargo, la declaración que más me sorprendió, porque expresa una visión pragmática desde la orilla imperialista española, que valora el terreno con la necesaria honestidad del inversor y un conocimiento profundo de la historia de Cuba y de los peligros que la acechan, fue esta: “Una de las cosas que puede ocurrir, es que si cambia el régimen, se produjese una americanización absoluta, que Cuba entonces se convierta en otro Puerto Rico”, declaró. “Me parecería lamentable que se perdiese la identidad cubano-española”. Sería lamentable, en efecto, que Cuba perdiese su soberanía, y no solo su identidad, que es "cubano-española-africana-asiática", por lo que prefiero decir que es latinoamericana, o simplemente cubana. Me preocupa que García-Margallo no entienda que en Cuba la independencia y el socialismo están unidos, y que su temor sería inexorable certeza si perdemos la primera.
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