Concierto de X Alfonso el sábado 9 de diciembre en la calle G, cerca del malecón habanero
Antonio Rodríguez Salvador Este artículo también pudiera titularse: “De la pasión incendiaria a la frivolidad pirotécnica” En fin, vayamos al caso. Para los que sueñan ver a Cuba convertida en pasto de las llamas, el año 2011 comenzó con la convocatoria, vía Facebook, a la revuelta popular, y ¿termina? con un llamado a la indignación habanera, tras un despliegue de fuegos artificiales frente al Malecón.
El Nuevo Herald, diario olímpico en cuanto a publicar rumores en primera plana –solo recordemos, por ejemplo, las periódicas y ya proverbiales “horas supremas” de Fidel o Chávez— toma una foto de televisa, que sin embargo acredita a Efe, y no pierde ocasión para lanzar el sesgo: de pronto ya no vemos a una veintena de transeúntes casuales: la mayoría mujeres vestidas con elegancia, sino turbas del gobierno.
Así pretenden justificar el chasco de una Habana impasible ante la ya cansona comedia. Pero no es el único pretexto; culpan también a la lluvia que, en cambio, no impidió a unos cuantos miles de jóvenes asistir esa noche al concierto de X Alfonso en las proximidades del Malecón.
Pero si de ridiculeces se trata, las palmas se las llevaría la foto que el Herald acredita al fogoso bloguero contrarrevolucionario Orlando Pardo Lazo. Más allá del aparente montaje de una bengala tan luminosa como una detonación nuclear, provoca la sonrisa chusca ver que aquella fue tirada a por lo menos dos kilómetros del Malecón.
Ya ven entonces que tales flojedades –pendejadas decimos en Cuba-- no impiden culpar del fiasco a lo que llaman “temor del pueblo cubano”. Figúrense, un pueblo que por más de 52 años mira derecho a los ojos de la potencia más agresiva y criminal de la historia humana, sin que a nadie le tiemble un solo músculo.
Ese mismo pueblo que dio a un Céspedes, un Maceo, un Martí y un Fidel que sin Twitter, Facebook o payasadas de feria, siempre fueron los primeros en el combate.
Ya a inicios de este año, cuando fracasó la rebelión de los “feibukeros”, aparte de estos justificar el descalabro con similares argumentos, también culparon al gobierno cubano: “que censura la Internet”.
Sabido es que a Cuba se le niega el servicio de banda ancha, lo cual limita las posibilidades de conexión; pero la única “Banda Estrecha” culpable de que estos señores tropiecen una y otra vez con la misma piedra, es la que sería sinónimo de “Pandilla Reducida”, ”Corrillo Disminuido”, “Comparsa Escuálida”.
Y, como es natural, también deberían culpar al filtro anti spam (antiimperialista, anticolonialista) que fue oficialmente instalado en el Malecón aquel día en que el pueblo habanero derribó de su podio la infamante águila imperial que recordaba la explosión del Maine. Nada más.
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