Nicanor León Cotayo
Otra vez los hombres-caverna del Congreso de Estados Unidos tratan de recortar dos derechos a los cubanos residentes allí: visitar a sus familiares en la isla y enviarles dinero.
Un cable de AP dijo este martes que lideres republicanos de la Cámara de Representantes se mueven para volver a imponer ambas medidas, mientras “algunos demócratas se resignan”, a ello.
En junio pasado el representante ultraderechista Mayito Díaz-Balart presentó una iniciativa en el Capitolio para detener tanto a esos viajes como a las remesas autorizadas por Obama.
Todo comenzó en septiembre de 1960, cuando el Departamento de Estado norteamericano “recomendó” a sus ciudadanos abstenerse de viajar a La Habana a no ser por razones apremiantes.
Luego actuaron con menos sutileza y mayor franqueza. A principios de 1961 rompieron las relaciones con Cuba y dos semanas después limitaron aún más los traslados hacia la isla.
Más tarde, en 1992 el Congreso norteamericano aprobó la titulada Enmienda Torricelli que intensificó el bloqueo a Cuba y en ese contexto violó todas las normas internacionales en ese campo.
Tanto, que el 7 de abril de aquel año los aliados europeos de Washington, más Canadá y Suecia, manifestaron su “profunda preocupación” por las negativas consecuencias del hecho para el comercio internacional.
Unos seis meses después en la Asamblea General de la ONU se iniciaron los escandalosos fracasos diplomáticos a los que tal política ha venido arrastrando a la Casa Blanca,
Si en aquel momento, hace unas dos décadas, el bloqueo a Cuba fue rechazado en Naciones Unidas por 59 países, respaldado por tres y la abstención de 71, ahora exigieron su final 186 países, dos lo apoyaron y tres se abstuvieron.
¿A quién debe el Gobierno de los Estados Unidos un chasco diplomático tan sostenido como abrumador?
En primer lugar a la horda ultraderechista de origen cubano asentada en Miami que integran los Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen y otros ejemplares por el estilo.
Los mismos que como genuinos racistas y portavoces del hampa política trataron de impedir la victoria electoral de Obama, y luego de su triunfo intentaron acercarlo a sus posiciones respecto a Cuba.
Ahora conspiran en el Capitolio para hacer regresar la postura hacia La Habana a los sombríos tiempos de la administración Bush, considerada una de las peores en la historia del país.
Bush impuso a los cubanos residentes allá solo un viaje cada 36 meses a su nación de origen, y al mismo tiempo les prohibió enviar dinero a sus familiares en la isla, por lo que en las elecciones de 2004 estos castigaron al Presidente con un 11 por ciento menos de los votos que le otorgaron en los comicios anteriores.
En noviembre volverán a efectuarse comicios generales en Estados Unidos, precisamente cuando una fuerte crisis económica desgasta a los candidatos más ligados al actual gobierno demócrata.
La Florida una vez más se perfila como un estado de gran importancia para decidir la prueba y es allí precisamente donde está concentrado el mayor número los cubanoamericanos.
Si las elecciones resultan reñidas, como fue en las muy sucias del 2000, entonces más que sus votos el dinero de una parte de ellos, su influencia y maquinaciones ganarán en peso.
Abrazar de nuevo en el Capitolio de Washington la drástica disminución de los viajes a Cuba de quienes proceden de allí, así como de sus remesas, al estilo de Bush, avalaría a quienes alguna vez se refirieron al único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra.
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