Palabras de Fernando Rojas, viceministro de cultura, en la presentación del libro Trovadores de la herejía, de Bladimir Zamora y Fidel Díaz Castro, antes del concierto de Gerardo Alfonso y Carlos Varela.
Buenas noches.
Parafraseando la canción puede decirse que Carlos y Gerardo están con sus bandas, Santiago está en España y Frank está en "El Sauce". En cualquier caso, el libro que se presenta es de todos ellos, de los cuatro, que no deben confundirse con los otros Cuatro, y resulta un extraordinario regalo para todos los melómanos y trovadictos de Cuba, Latinoamérica, España y tierras y mares adyacentes. O sea, para casi toda aquella parte del mundo conocido que disfruta -y lo subrayo: DISFRUTA- con la canción inteligente y el sabor inconfundible de la cubanía. Por demás, estos cuatro han incursionado mucho más allá de los ritmos propios y las múltiples fusiones que de ellos se han desprendido. Cultivan, entre los cuatro, toda la diversidad musical del planeta. Quizá por ello, y por lo singulares que hemos sido y seguimos siendo, cuando Santiago llamó Planeta Cuba a una de sus más recientes creaciones sintetizaba una ética, un compromiso y una perspectiva estética abarcadora y definitoria. La obra de Santiago,Frank, Gerardo y Carlos ya nos marcó para toda la vida.
Y lo digo, porque este es también un homenaje a mi generación, a los contemporáneos de estas canciones que las estamos compartiendo hace más de 25 años y con toda seguridad lo seguiremos haciendo.
El libro que armaron Bladimir Zamora y Fidel Díaz Castro es un suceso de la trova cubana. Publicado por la Editora Abril, su plato fuerte son 168 canciones de Varela, Santiago, Frank y Gerardo, además de excelentes entrevistas a cada uno de ellos. Tiene un título afortunado y fue prologado con todo derecho y justicia por Vicente Feliú. La edición es cuidada y hermosa y abunda en fotos espectaculares.
La lectura de estos versos y su sonido inconfundible y peculiar evoca recuerdos y motiva iniciaciones. La mayor parte de nuestras vidas adultas está en estas canciones. Desfilan ante nosotros la beca, las movilizaciones, el Mariel, las noches de la bohemia habanera de los 80, los primeros performances en las calles del Vedado, la caída del muro, Berlín, el Papa, Gorbachov y Alá…Le hemos cantado al último amor y al Che Guevara con estos amigos y con ellos mismos escudriñamos las angustias de la crisis y devolvemos los golpes que la desigualdad y la apatía propinan a nuestros sueños. La visión del Jalisco Park que se nos perdía apenas anunciaba otros desencuentros y desafíos de una magnitud abrumadora.
¿Qué nos pasó, Fernan?, me ha preguntado Gerardo, serio y reflexivo. Y nunca logro responderle del todo, ni responderme a mí mismo. Nos pasaron muchas cosas, buenas y malas. Aquel mundo de las primeras canciones, tan imperfecto y tan querido, ya no está más. No se olvida, ni se entrega. Probablemente, éramos felices y no lo sabíamos.
La trova sigue. No se muere. No la hemos dejado morir. Ahora es más vasta y más diversa, pero tan beligerante e indagadora como siempre. Nadie ha sabido ni sabe cantarle al amor y a la Patria como los trovadores. Y en la trova está lo mejor de nosotros, que seguimos con ella, aquí y allá. En estas canciones anidan nuestras esperanzas. Con ellas crece nuestra terca voluntad de salvación.
Dice Frank que el alma se pierde en la carretera, con Santiago, con Gerardo y con Carlitos Varela. En ese verso, perder no quiere decir desaparecer, sino más bien, entregarse.
Vamos a pasarla bien. Gracias.
Fernando Rojas, Casa de las Américas, 17 de febrero de 2012.
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