Raúl Antonio Capote
Tomado de El Adversario Cubano
Transcurría la Feria Internacional del Libro de la Habana, era una tarde nublada del mes de febrero del 2004. Luego de hacer una larga cola para entrar, estaba ya a las puertas del recinto ferial, cuando me llamó la atención un hombre alto, de unos 70 años, algo cargado de hombros, delgado, que dando largas zancadas se adelantaba a la fila de los que queríamos entrar. Los jóvenes encargados de revisar credenciales, invitaciones y tiques, le detuvieron y solicitaron ver su credencial, él los miró con autoridad, acomodó sobre la espalda el saco azul que llevaba colgado del brazo y con voz fuerte dijo “soy el Comandante de la Revolución Eloy Gutiérrez Menoyo”, fue suficiente, los porteros le cedieron el paso.
Tras él entré yo y sin pensarlo mucho, le dije “Yo soy amigo de su hija Patricia” me tendió la mano. Caminamos un rato en silencio por las callejuelas de la Cabaña, el miraba con detenimiento cada rincón, como si buscará algo en las paredes desgastadas por el aire y el salitre. Luego indagó sobre como había conocido a su hija, le expliqué que a través de un amigo común Amir Valle, “si” dijo, “Lo conozco”, le conté que Patricia se encargaba de la publicación de una novela mía “El Adversario”.
Dimos muchas vueltas por la fortaleza, otra vez el silencio se interpuso y lo respeté, de golpe detuvo la marcha frente a una de las salas destinadas a la presentación de libros y dijo emocionado, “en este lugar estuve preso, ese fue mi calabozo”. No quiso pasar al interior.
Terminamos sentados en una cafetería, pedimos un café y Eloy comenzó a narrar la historia de su padre emigrado español, de sus hermanos muertos en combate, del heroísmo de Carlos, luego contó de su inconformidad con el régimen de Batista y de cómo el sacrificio de su hermano Carlos le había empujado a una militancia revolucionaria más activa.
Habló sin detenerse, a veces, sentía que escudriñaba dentro de mis ojos, la palabra que brotaba como un torrente. En una pausa de sus hazañas, dijo que le gustaba el jugo de naranja y los cigarros Marlboro, que los cigarrillos se los traían de España todas las semanas.
Encendió un cigarro y se puso de pie, miró a su alrededor y preguntó si no temía buscarme un problema por conversar con él, pedimos la cuenta y nos dirigimos al muro de la fortaleza, desde donde se puede contemplar la Habana en toda su belleza, “aquella es la comandancia del Ché” le mencioné provocador, señalando la casa cercana que sirvió para esos fines al Guerrillero Heroico, se quitó el saco de los hombros y lo dobló acomodándolo parsimoniosamente sobre sus rodillas, no dijo una palabra, pero la molestia era visible, se controló y retomó la conversación sobre su vida guerrillera..
Sobre al Segundo Frente argumentó que era un grupo guerrillero injustamente calumniado, que había llevado el peso principal de la lucha en la Sierra del Escambray, narró batallas, combates, escaramuzas donde siempre era el protagonista principal. Tomó pueblos y ciudades en enfrentamientos épicos, de novela. Le miré fijo e insinué una protesta, pero no prestó atención, alzando un poco más la voz dije “MI padre era del Directorio” y “soy historiador no quiero irrespetarlo”.
Comencé a darle mi opinión de aquellos acontecimientos, a narrarle lo que conocía de oídas, eso que tuve la oportunidad de escuchar de boca de los protagonistas, lo que sabía del estudio de aquellos hechos, comencé a preguntarle sobre las armas del directorio de las que se había apropiado al inicio del alzamiento en las montañas, del daño que le había hecho su postura divisionista a la lucha contra Batista, -él me escuchaba en silencio-, de su posición frente al Ché, de la corrida hacia la Habana para llegar primero que el 26 y el 13 de Marzo y finalmente me atreví a preguntar por qué el pueblo le decía a sus hombres los “come vacas”.
No llegué a hablar de traiciones, de flaquezas, de mentiras más culpables, de alianzas con el enemigo, de la fundación de Alpha 66, de sus vínculos con al CIA. Menoyo no decía nada, encendió otro cigarro, miró hacia la ciudad cubierta de nubes y casi en un murmullo, en cuanto hice silencio, pronunció “era un grupo muy heterogéneo” lo repitió unas tres veces “muy heterogéneo” “lo integraban personas de diferentes creencias y afiliación política, allí había de todo, era imposible tener control de todo lo que sucedía”
“Pero usted era el comandante” apunté, no respondió. Cambió el tema y trató de hilvanar de nuevo la conversación, llevándola esta vez hasta su nueva organización “Cambio cubano”, pero implacable le pedí que me contara sobre la llegada del Ché a la zona ocupada por sus hombres en 1958. “Un desastre” dijo “ese argentino comunista lo echó todo a perder, no voy a hablar de él, no me gusta hablar ni mal ni bien de los muertos, mucho menos de muertos como ese”
Nos despedimos casi de noche, a la salida del complejo Morro Cabaña, nos volvimos a encontrar meses más tarde en una reunión a la que me citó para organizar en La Habana al grupo contrarrevolucionario que dirigía, no acepté. Al año siguiente viajaría en su auto a una embajada europea, para asistir a una reunión a la que acudieron “ilustres” personajes como Elizardo Sánchez y Martha Beatriz.
Durante el trayecto a la embajada habló horrores de la contrarrevolución interna, de los grupos de “exiliados”, de las “estupideces que cometía el gobierno de los EEUU en su guerra contra el sistema comunista de la isla” Eloy Gutiérrez Menoyo acaba de fallecer en La Habana a los 77 años. Su padre fue jefe médico del Ejército de la Segunda República. Tras la Guerra Civil en España, la familia se exilió primero en Francia y en 1948 en Cuba. Su hermano mayor, José Antonio, murió a los dieciséis años en la batalla de Majadahonda. Otro de los hermanos, Carlos Gutiérrez Menoyo, murió heroicamente en asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957 en Cuba.
Hermano de héroes, fue comandante y jefe del Segundo Frente Nacional del Escambray, organización esta de pésima reputación entre el pueblo cubano, por los desmanes que algunos de sus miembros cometieron en la zona donde estaba ubicada la base guerrillera, por el daño que le hicieron a la unidad revolucionaria y otras cosas que no es necesario mencionar hoy.
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