Trabajadores
Aplausos, muchos aplausos, una larga ovación… Algunos incluso gritaron ¡bravo! El sepelio este domingo del maestro Fernando Alonso, uno de los fundadores de la escuela cubana de ballet y el Ballet Nacional de Cuba, fue una despedida emocionante de sus amigos, discípulos y admiradores. Alonso falleció este sábado en La Habana, a los 98 años. Deja una obra sólida, perfectamente consolidada, que lo ubica entre las más importantes figuras de la danza escénica en Iberoamérica. El velorio había tenido lugar en el lobby de la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, lugar al que acudieron centenares de personas a rendirle tributo. Destacó la presencia de funcionarios del Gobierno y el Estado (el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel, el ministro de Cultura Rafael Bernal); bailarines, coreógrafos y personal técnico y artístico del Ballet Nacional de Cuba y el Ballet de Camagüey (compañías que dirigió); alumnos y profesores de la Escuela Nacional de Ballet; y personalidades de la danza y la cultura en general en la Isla. Las palabras de homenaje en el cementerio de Colón estuvieron a cargo del actor Carlos Padrón, que destacó la trascendencia de Alonso para la danza cubana e internacional, y de la bailarina y coreógrafa Menia Martínez, que habló en nombre de los alumnos del maestro, particularmente de dos de sus principales discípulas: Loipa Araújo y Aurora Bosh. Fernando Alonso fue merecedor del Premio Nacional de la Danza, el premio internacional Benois, la orden Félix Varela, el Premio Nacional de Enseñanza Artística y numerosos galardones y condecoraciones.
MUERTE DE UN GRANDE
Yuris Nórido
La verdad es que los maestros mueren solo en una dimensión física. Los alumnos (directos o colaterales) y el cuerpo palpitante de la enseñanza son garantías de supervivencia. La danza cubana se ha quedado sin una de sus figuras cimeras, Fernando Alonso. Pero el acervo del gran pedagogo del ballet nacional respira permanentes aires de renovación. Es obra viva. Junto a Alicia Alonso (bailarina extraordinaria, inspiración y cuerpo de realizaciones) y Alberto Alonso (coreógrafo destacado, bailarín vehemente), Fernando integra el trío grande del ballet cubano, la simiente prodigiosa. La gran maravilla cubana de la danza académica, la internacionalmente reconocida escuela, no fuera realidad palpable sin su concurso entusiasta, sin sus muchos años de dedicación y empeño. Eso ya es historia, grabada con letras diamantinas. Fernando Alonso está salvado: mientras haya ballet en Cuba habrá testimonio de su camino creativo. Ahora se dice fácil. Ahora hay compañía grande, y premios y aplausos en medio mundo, y escuela pródiga, y estrellas internacionales nacidas y formadas en Cuba… Ahora se habla, con mayor o menor conocimiento del asunto, de la manera cubanísima de asumir el ballet: el arabesque así, los brazos de esta forma, la pierna del attitude en perfecto ángulo de 90 grados, los fouettés enérgicos, el acento arriba, sensual y “dialogante” el pas de deux… Pero el método cubano fue obra complejísima, pletórica de tientos e investigaciones. Se forjó en los salones de ensayo y en los escenarios, viendo, aprovechando, desechando, experimentando… Fue un proceso arduo, en el que confluyeron disímiles escuelas e influencias, siempre matizadas por el singular aire de los trópicos (el cubano siempre ha bailado al moverse), por el peso de una cultura autóctona. Fernando Alonso fue uno de los artífices principales de ese sistema. A partir de su trabajo con Alicia, fue enhebrando una metodología. En los años sesenta el mundo de la danza aplaudió el nacimiento de una nueva escuela de ballet, la cubana. El principal maestro fue sin dudas Fernando. Pero la labor del profesor y artista no se circunscribió a ese ámbito. Fue uno de los fundadores y directores del Ballet Nacional de Cuba, que en los años de su gestión fue centro de un impresionante movimiento coreográfico. Formó a las principales figuras de aquellos años, con una solidez tal que algunos todavía hablan del “estilo de Fernando” cuando ven grabaciones de bailarines que fueron sus alumnos. Fue también fundador y director de la Escuela Nacional de Ballet, y hasta hace muy poco acudía a sus salones para ofrecer conferencias, clases o incluso para ensayar piezas del repertorio clásico. Con humildad y tesón partió a Camagüey a mediados de los años setenta, encargado de la dirección del ballet de esa ciudad. Y allí también hizo escuela. El Ballet de Camagüey se convirtió en una compañía reconocida fuera de las fronteras nacionales. El maestro Fernando Alonso era una de las más reconocidas figuras de la danza escénica en Cuba. Sus muchos amigos, alumnos y admiradores sienten su muerte, es sin dudas una gran pérdida. Pero el legado principal queda incólume. Él mismo lo exclamó un día al final de un ensayo, en la Escuela Nacional de Ballet: ¡Bailen como si bailar fuera la vida! Cronología: 1914- Nace en La Habana, en una familia muy vinculada al arte 1936- Debuta en el entonces teatro Auditorium, hoy Amadeo Roldán 1937- Viaja a los Estados Unidos, se casa con Alicia Alonso 1940- Ingresa como bailarín en el Ballet Theatre de Nueva York 1948- Funda junto a Alicia y Alberto el Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba (BNC) 1959- Fidel Castro le encomienda la reorganización del BNC 1975- Asume la dirección del Ballet de Camagüey 2000- Recibe el Premio Nacional de Danza en su tercera edición
El peligroso ejemplo de Cuba
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