miércoles, 9 de febrero de 2011

Una vez más sobre la democracia en Cuba. Debate (II).

Vuelvo a traer a la columna central del blog el nuevo comentario - respuesta de Francisco A. Domínguez y mi réplica. He dedicado un tiempo a este debate en detrimento de mis responsabilidades habituales en La Calle del Medio, porque considero que puede ser instructivo, pero debo retomar mi labor. En lo que a mí respecta, doy por terminada la discusión.

Estimado Enrique,
Coincido con usted que la democracia representativa tiene como objetivo la preservación del capitalismo. No creo que haya habido alguien que formulara esa idea mejor que James Madison en el Federalista #10. "La mas común y durable fuente de fraccionamiento social ha sido la variada y desigual distribución de la propiedad," dijo el padre de la constitución estadounidense, por lo que un sistema estable solo podía, segun Madison, basarse en la protección de la propiedad privada.
Estados Unidos no nace como una democracia, sino como una república, modelo político encaminado a la preservación del status quo imperante entonces, dominado por las élites adineradas, de las que los padres fundadores formaban parte. El sistema no fue erigido para que gobernara la mayoría, sino para evitar la tiranía de la mayoría, o sea, el aplastamiento del partido mas débil, o minoritario, por la masa, presa fácil de los pronunciamientos de demagogos u "hombres aberrantes" (algo que, repasando la historia del siglo XX, no esta muy lejos de la verdad).
Según conciben el sistema, que no ha cambiado mucho, este es profundamente antidemocrático, si por democrático se entiende el gobierno de las mayorías. Es la entrega del gobierno a un reducido número de ciudadanos elegidos por el resto, capaces de determinar cuáles son los "verdaderos intereses del país" basados en su "patriotismo" y su "amor por la justicia", creía Madison...
No sé si usted lo habrá notado, pero esto se parece mucho a lo que se dice de los "cuadros", o miembros del partido único imperante en Cuba. Nadie que se precie hoy cree que la democracia representativa y competitiva conduce a la elección de personas que se guían por su patriotismo y amor por la justicia, salvo excepciones. Sin embargo, los cubanos nos vemos obligados a aceptar que los líderes y miembros de la élite del Partido Comunista actuan en nombre de la Patria, en nombre de la justicia, aceptarlo porque sí, porque desde arriba nos dicen que los cuadros elegidos son los mejores y que siempre, aunque cometan errores, nos guían por el camino correcto. Es cuestion de fe.
Se inscribe en la tradición occidental, de la cual Cuba forma parte, que la soberanía recae en el pueblo. El gobierno trabaja para el pueblo, representa al pueblo, le responde al pueblo. Esto, a pesar de su elitismo lo reconoce el mismo Madison, quien además nos deja un principio fundamental para la democracia y la justicia: ningun hombre puede ser juez en su propio caso; ningun grupo de hombres puede ser juez en su propio caso. El trabajo de un gobierno debe ser juzgado, pero para que el juicio sea legítimo, este no lo puede emitir ni quien dirige el gobierno ni el partido que lo sostiene, porque eso es juzgarse a si mismo.
Un gobierno que se juzga a si mismo -una definición excelente para una dictadura, aplicable, por ejemplo, al modo de comportarse Estados Unidos a nivel internacional, como al sistema que ha imperado en Cuba en las últimas cinco décadas, mas allá de logros, fracasos, apoyo popular en cierto momento. El gobierno cubano ha contado siempre con la facultad de ser juez exclusivo y efectivo de su propio trabajo. Solo así se explica que hablemos de "errores" donde una oposicion real diría negligencia o incompetencia, en medio de un debate abierto y plural.
Yo no concibo a un cirujano explicándole la muerte de su hijo a una madre diciéndole: creíamos que sabiamos cómo operar el cerebro, pero ya ve, no lo sabíamos, asi que lo seguiremos intentando con el próximo paciente. Salir por la puerta y ni siquiera pedir perdón.. Pues esa es exactamente la explicación que nos han dado desde la máxima dirigencia cubana: creíamos saber cómo se construye el socialismo... Eso me parece a mi que es negligencia mayor, pero yo no soy nadie para determinarlo: ese papel le corresponde al pueblo.
Al gobierno, en cualquier lugar, solamente lo puede juzgar el pueblo soberano, de una forma creíble y legítima, y eso hasta ahora, mal que nos pese, se llama elecciones, donde además se permita que el mal gobernante y su partido, sea reemplazado en el poder. Pero podríamos ir más alla. No necesitamos elecciones: cada 24 meses le podemos celebrar un juicio al gobierno, con jueces, fiscal (para que sea creíble tendría que ser de un partido opositor), abogado defensor, y un jurado que represente a la población (esto hubiese sido muy bueno, por ejemplo, para George W. Bush, dado que, concordamos en eso, las elecciones en Estados Unidos son actualmente una pantomima; es un mal generalizado, no hay duda)...
Y es que, estimado Enrique, no podemos ser anticapitalistas instaurando la antidemocracia; la antidemocracia, concuerdo con usted, es ser capitalista. Usted se equivocó al considerar que yo hablaba a favor de la democracia burguesa. No, yo rechazo terminantemente la democracia burguesa, la que jamás funcionó en Cuba. Yo estoy a favor de la democracia sin adjetivos, donde cobre verdadero poder la voz del obrero, la voz del campesino, sin necesidad de que haya un "elegido" perteneciente a ningun partido que hable en su nombre. Hay muchos modelos que prueban -en Brasil, en India, en Chiapas- que otros modelos democráticos son posibles; se experimenta con ello en diversos lugares de Estados Unidos. No tenemos por qué casarnos con la democracia representativa, aunque tampoco tenemos que renunciar al derecho a la libre asociacion, a la libertad de prensa, a toda una serie de logros y aspiraciones de
la humanidad...
Estimado Enrique, ayer estaba leyendo la Constitución cubana, su comienzo... Bueno, me parece que entre tanta gente luchadora que se menciona allí no debemos olvidar que algunos, como Frank País, José Antonio Echeverría y otros muchos, entregaron sus vidas por la democracia en Cuba, no la antidemocracia. Es más, declara la Constitución que anhelamos que "la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre", como dijera nuestro Apóstol. Debo recordar aquí que a continuación dice Martí: "O la República tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás: la pasión, en fin, por el decoro del hombre, o la República no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una sola gota de sangre de nuestros bravos."
Un saludo,
Francisco A. Dominguez
PD: Si utilizo 1952 es porque entonces comienza la historia de la Revolucion.

Estimado Francisco:
Me alegra encontrar en su nuevo comentario dos coincidencias de criterio que son básicas: 1. la democracia (representativa) burguesa tiene como objetivo la preservación del capitalismo o, dicho de otro modo, la protección de la propiedad privada; 2. no podemos ser anticapitalistas instaurando la antidemocracia; la antidemocracia, es ser capitalista. A partir de esos presupuestos comunes, quisiera comentar otras afirmaciones suyas. Afirma usted, refiriéndose a los Estados Unidos, que “el sistema no fue erigido para que gobernara la mayoría, sino para evitar la tiranía de la mayoría, o sea, el aplastamiento del partido mas débil, o minoritario, por la masa, presa fácil de los pronunciamientos de demagogos u "hombres aberrantes" (algo que, repasando la historia del siglo XX, no esta muy lejos de la verdad)”. Este enunciado fundacional del sistema norteamericano, que hoy puede ser leído con un criterio más amplio –después de hacerse evidente, por ejemplo, la supeditación real de las minorías en la llamada Modernidad, que en ese país impuso como identidad dominadora la del hombre (macho) blanco, anglosajón y protestante--, fue en muchos aspectos letra muerta, menos en uno, que es su contrario como usted reconoce (en términos de democracia): la protección de los intereses de una minoría adinerada que fue paulatinamente sustituyendo a la aristocracia colonialista.
En este debate hay algo que se escapa al conocimiento libresco, y es la experiencia de vivir (o de haber vivido) una Revolución auténtica. Desconozco a qué edad emigró usted, o qué tiempo lleva viviendo en los Estados Unidos, en todo caso la experiencia de vivir una Revolución solo es plena si se vive como revolucionario, lo que es mi caso; aunque he viajado bastante, mi vida ha transcurrido en Cuba. Es imprescindible entonces que parta de mis vivencias, para abordar –más allá de lo que exponen los libros--, la peculiar relación que se establece en una Revolución, de forma espontánea, entre las masas, los individuos y los líderes revolucionarios (el Che hizo profundas reflexiones al respecto). El capitalismo, lo repito a menudo, necesita que sus trabajadores sean buenos especialistas en su perfil ocupacional, pero cultiva el analfabetismo funcional: concatena la vida de manera tal que la gente delegue su responsabilidad de pensar a favor de la televisión (los medios) y los políticos y se dedique a consumir. El ideal socialista necesita que la gente piense, que cada acto de su vida sea asumido con responsabilidad. La Revolución convierte a las masas en colectividades de individuos, y fracasa cuando ese proceso se detiene; los marginados asumen en ella por primera vez el protagonismo de sus vidas. A pesar de esto, la propaganda contrarrevolucionaria –que gusta de los términos abstractos--, califica a los líderes revolucionarios de “populistas”, situando en el mismo saco a personalidades de muy diversa índole, y asume el paradigma de “la libertad”. No existe libertad sin conocimiento, sin responsabilidad, sin protagonismo social. Los procesos revolucionarios extirpan de raíz las condiciones que permiten que unos pocos (super)individuos impidan el libre desarrollo –la libertad--, de la mayoría de las individualidades. Por eso el ideal socialista es más democrático que el ideal capitalista –digo más, pues no existe hasta el momento una democracia perfecta, aunque la que propone el socialismo, a diferencia de aquella que defiende los intereses minoritarios del Capital, es perfectible--; porque defiende a las mayorías de ser esclavizadas por una minoría, pero también porque individualiza a cada persona, y la convierte en un sujeto. Es verdad que en medio del acoso permanente a que son sometidas, las sociedades socialistas no han sabido defender y usar para sí esa riqueza, esa diversidad de individualidades por ella creada.
Aunque el ideal socialista necesita de personas que “se guíen por su patriotismo y amor a la justicia”, esas no son categorías aceptables para entender las funciones que asumen los gobernantes de una democracia burguesa, ni los “cuadros” de la Revolución. Probablemente W. Bush sea un buen padre, esposo, amigo (de sus amigos, decimos con ironía en Cuba), que sea incluso hasta un sincero patriota. Ninguna de esas cualidades lo define como gobernante. W. Bush representa una determinada estrategia, concebida para defender los intereses de una determinada minoría en el Poder: fue elegido para ello por los que eligen de verdad, no por los que depositan el voto en las urnas, como lo fue también Obama, agotada la imagen guerrerista y fracasada de su antecesor. Los cubanos elegimos un camino alternativo, al que responden los dirigentes y las instituciones, y tenemos la certeza que no tienen otras sociedades: en esta, siempre aparecerán corruptos, pero no es una sociedad que promueva o que acepte la corrupción. Ello, a pesar de que el bloqueo impuesto se propone incentivarla. La corrupción es intrínseca al sistema capitalista; la corrupción es un cáncer que destruye al socialismo. Habría que añadir que la confianza que el pueblo siente en Fidel y en Raúl, por ejemplo, no es ciega, es una confianza conquistada a partir de la experiencia histórica, de los hechos concretos de sus vidas y de su relación con el pueblo. Hace algunos días el comandante Ramiro Valdés recorría una fábrica en alguna provincia y una trabajadora entusiasmada dijo ante las cámaras de la televisión: “nosotros confiamos en Fidel, en Raúl, en todos nuestros dirigentes…” y Ramiro respondió de inmediato: “No, confiamos en Fidel y en Raúl, los demás dirigentes, tenemos que ganarnos esa confianza todos los días”. Usted subestima la capacidad evaluadora de un pueblo que se mantuvo firme en los años noventa, en las condiciones más adversas posibles para una sociedad de personas instruidas, con un mínimo de conquistas colectivas e individuales alcanzadas y súbitamente perdidas, que estuvo dispuesto a resistir al lado de sus dirigentes. ¿Miedo?, ¿represión? Si esas son sus respuestas, desconoce profundamente la historia y la realidad cubanas.
Quizás el párrafo más lamentable de su comentario sea este: “Yo no concibo a un cirujano explicándole la muerte de su hijo a una madre diciéndole: creíamos que sabíamos como operar el cerebro, pero ya ve, no lo sabíamos, así que lo seguiremos intentando con el próximo paciente. Salir por la puerta y ni siquiera pedir perdón. Pues eso es exactamente la explicación que nos han dado desde la máxima dirigencia cubana: creíamos saber como se construye el socialismo... Eso me parece a mí que es negligencia mayor, pero yo no soy nadie para determinarlo: ese papel le corresponde al pueblo”. En primer lugar, ninguno de sus hijos ha muerto --son más instruidos, más libres, más dignos--, aunque erramos más de una vez, aunque tuvimos y tendremos que empezar nuevos caminos (uso el plural, porque en los aciertos y en los errores, todos los revolucionarios hemos participado): el camino hacia la sociedad más justa, más libre, que anhelamos (que nunca, lo sabemos, será perfecta) no es una decisión de los “conductores” o “cirujanos”, es una decisión colectiva y a la vez individual de la mayoría de los cubanos. No nos amedrenta el fracaso, porque de cierta manera nos conforta y realiza el camino. No es lo mismo que el gobierno yerre buscando la felicidad de todos sus ciudadanos, que yerre para mantener los privilegios de una aristocracia burguesa, mediadora de intereses foráneos. ¿Cuántos muertos –no los metafóricos, sino los de verdad--, ha producido el capitalismo para defender esos intereses espurios?, ¿cuántos ha producido en Cuba, en agresiones terroristas o económicas, para producir el desaliento?, ¿o es que cree que el capitalismo ha sido exitoso desde el punto de vista social? Todos los cubanos hemos sido “cirujanos”, hombres y mujeres que no se conforman con la muerte –ni en sentido metafórico, ni en sentido real--, y que no abandonan a su pueblo; si el procedimiento no funciona en un caso, no nos rendimos. Estamos en Haití salvando vidas que no existen en las estadísticas, porque antes elevamos a 78 años la expectativa de vida en Cuba. No sabíamos cómo construir el socialismo, no lo sabemos del todo aún, pero sí lo que no queremos, y estamos dispuestos a zarpar una vez más en busca de la Isla desconocida, como en el cuento de Saramago. De la cita que hace de nuestra Constitución, mi total acuerdo: la independencia cubana está asociada a la justicia social, porque solo ella nos garantiza la dignidad y la democracia. Saludos,
Enrique Ubieta Gómez
P. D. 1 Recomiendo el texto de mi amigo, el escritor Jorge Ángel Hernández, en el post que antecede a este.
P. D. 2 Domínguez todo el tiempo declara su desacuerdo con la llamada democracia representativa --la nuestra, por cierto, también se apoya en su representatividad, aunque de otra manera--, pero todas las enmiendas suyas a la vigente en Cuba parten de aquellos presupuestos. En algún momento propone que observemos las experiencias de Chiapas o de Brasil (supongo que se refiere al Movimiento de los Sin Tierra), lo que no está mal. Pero ese es otro análisis. Todo lo que conduzca a formas anticapitalistas de democracia, participativas y representativas --como bien dice, las únicas verdaderamente democráticas--, caben en el socialismo.

6 comentarios:

  1. Creo que no puedo exigirle otra respuesta que la que usted le ha dado a Francisco. Y digo que no le podría exigir otra respuesta por que seria muy injusto con usted a partir de que es su derecho a defender lo que usted ha logrado en la vida, cual en estos momentos representa su felicidad. Como el mismo Fidel Castro dijera “no hay nada que haga a alguien más feliz que luchar por unas ideas”, a lo que yo le añado “cuando se cuenta con los recursos y las facilidades para poder luchar por ellas”. En su posición, usted está luchando por ellas en condiciones sumamente excitantes, y nadie podría reclamarle que renuncie a ello, pues eso es algo que nunca se ha dado en ninguna parte del mundo, lo que muy bien caería en la categoría de envidia y de celos.
    Sin embargo, honestamente le digo que su discurso seria mucho más creíble si usted fuera una persona opaca que no hubiera tenido la suerte de llegar a donde ha llegado. Yo le voy a decir la verdad: yo creo que si yo estuviera en su posición, yo también desde un principio me hubiera amoldado la mente para siempre buscar la manera de poder justificar y entender lo que está sucediendo en Cuba, partiendo del ejemplo de lo que yo mismo habría alcanzado, por lo que yo hubiera dicho lo mismo y hasta muchísimo más a la manera suya de lo que usted mismo se atrevería, si ya yo, sin estar en su posición me he referido al capitalismo de la peor de las forma, y al gobierno norteamericano le he llamado hasta de imperialismo pederasta, ¿pues que yo no diría si estuviera en su posición? Y sin embargo soy un muerto de hambre trabajador de factoría que no ha viajado posiblemente ni una centésima de lo que usted lo ha hecho, basándome en sus propias declaraciones. De manera que esto es un asunto de formas: si uno está frustrado con algo ó alguien, pues entonces cultivamos en nuestra mente una rabia que nos lleva a siempre tratar de denigrar y a ser detractores de quienes creemos responsables por nuestras frustraciones, mientras que si vivimos felices en dependencia de que tenemos que apoyar a los que nos facilitan esa felicidad, pues entonces como algo muy normal y natural, tendemos a amoldar nuestra mente para pensar positivamente de quienes dependemos para disfrutar sin culpas de lo que estamos disfrutando. Ni en Cuba ni en ninguna parte del mundo existen posibilidades reales para que todo el mundo logre lo que usted está viviendo. Lo que usted vive es un gran sueño que muy pocos pueden lograr. Si usted sabe que una de las grandes mentiras del capitalismo es su afirmación de que todos pueden lograr en el lo que quieran si trabajan duro y le ponen empeño para lograrlo, el sugerir la idea de que en Cuba todos pueden, es tan irrealista como la Cuba de empresarios que Mas Canosa le propuso a Alarcón en el famoso debate. Si en Cuba al menos tan solo un diez por ciento de la gente tuviera las libertades y posibilidades que usted tiene para viajar y para soñar, le aseguro que Cuba seria todo un éxito revolucionario.
    Para que no se sienta mal, debo mencionarle que esas damas burguesas sentimentales de corazones tan generosos que hasta lloran por que su perrito se sienta mal, y que se entristecen si se leen una novela en la que se habla niños pasando hambre, son las mismas que se niegan a creer que su buen esposo –hombre cariñoso y piadoso- sea el que está explotando hasta la muerte en las minas ó en las plantaciones a esas mismas personas por las que ella llora. Pues hay una realidad que no la deja ir mucho más allá: en esta vida, ó eres presa ó eres depredador. Si renuncias a ser depredador sin que arregles las cosas del mundo para que puedas vivir en el sin que te devoren, pues entonces formaras parte de los abusados y explotados cuando ya no tenga poder para explotar a otros, por lo que te quedarías sin criadas que te cocinaran y limpiaran la mansión (algo que no sabrías como hacerlo) y va y hasta tenga que volverte lavandera para ganarte unas pesetas para poder con ellas mal comer.
    Continua

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  2. Continuación:
    De manera que así como yo puedo entender la sicología de los ricos (especialmente la de los ricos anterior al siglo veinte, cuando era muy difícil la vida de podres), ¿Cómo no voy a entender entonces a personas como usted que defiendan una ilusión de la que creen que pueda llegar a hacerse realidad aun después de más de cincuenta años de fracaso, considerando que usted no se beneficia de la explotación despiadada de personas en las minas de carbón como el que se narra en la novela “Germinar” en la Francia del siglo diecinueve?
    El mismo Francisco que le inició este debate, yo estoy casi que cien por ciento seguro de que si hubiera estado en su posición, no solo se defendería en la forma en usted lo hace, sino que va y hasta no le hubiera dedicado su tiempo a este debate en detrimento de sus responsabilidades habituales en la Calle del Medio; incluso, yo creo que yo estaría más cerca de Francisco en esta categoría que de usted mismo. Y digo esto basándome en las posibilidades: la posibilidad de que alguien estando en una posición cómoda se ponga a cuestionarse si es ético ó no lo que él está haciendo y los beneficios de los que se está sirviendo, eso es algo que es muy remoto; algo que sucede en uno entre mil millones; hasta de Gandhi tengo mis dudas de si era realmente una persona del todo sincera, a pesar de que lo único que tenia como propiedad privada era un trapo para envolverse, unos lentes para ver, y un palo para apoyarse. Por lo tanto, el que alguien te exija a ti ello, seria ser demasiado injusto contigo.
    Sobrinoraul@aol.com
    http://nuevoentendimiento.blogspot.com/

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  3. Estimado Enrique,

    El MST en Brasil, aunque no las ha abandonado totalmente, se ha desvidado apreciablemente de sus buenas intenciones hace ya algun tiempo, primero por que en muchos casos no han puesto ha producir de verdad las tierras que han conseguido y segundo por que desde hace mucho tiempo vienen cometiendo atropellos de la lei vigente en Brasil, o sea, ha cometido actos típicos de bandidos y que ciertamente son de naturaleza criminosa. Y como ud es una persona que viaja bastante, cuando pase por Brasil aproveche y pregúntele al brasileño de a pie lo que piensa del MST, verá que las opiniones son bastante controversas.

    Saludos desde Brasil.

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  4. Estimado Raúl Sobrino: Entiendo que sea difícil para usted entenderme, desde su experiencia vital. Que acuda para ello a ejemplos de su entorno. Disfruto el acto de escribir (y el de leer), y mi interés por los asuntos sociales es el resultado de mi formación profesional, que a su vez responde a mi vocación. Tuve el privilegio de nacer en Cuba, y de pertenecer a una generación que encontró todas las puertas abiertas, con independencia del origen social. Sé que a la larga éste puede influir y marcar diferencias en las posibilidades reales de las personas. Pero la Revolución, sometida desde los primeros años a un implacable bloqueo y acosada en todos los órdenes –que no promete un bienestar de clase media, menos aún de las llamadas “altas”--, ofrece sin embargo la posibilidad a cada cubano de ser, con su esfuerzo, neurocirujano, bailarín clásico, deportista, ingeniero o pintor de primera clase (son solo ejemplos). Fuimos el segundo país del mundo en efectuar un neuro-transplante, hemos forjado una escuela de ballet de la que egresan bailarines (para solo mencionar a los hombres) que son añorados por compañías como el Royal Ballet de Londres o el American Theater, tenemos atletas de la calidad mundial de Dayron Robles (corredor de 110 metros con vallas), de Mijain López (luchador grecorromano) o el GM Leinier Domínguez, el ajedrecista latinoamericano de más alto ELO de la historia después de Capablanca, para citar a los actuales y no recurrir a los clásicos, científicos que han creado medicamentos altamente apreciados, en fin, que el techo de un cubano –el de sus sueños profesionales--, es tan alto como la voluntad del individuo lo coloque. Pero hablo de una sociedad que no es del Primer Mundo: pobre, sin recursos naturales y, hay que repetirlo, bloqueada. A veces las tradiciones familiares y los obstáculos subjetivos se interponen, es cierto, el programa de trabajadores sociales que se articuló en la primera década del nuevo siglo intentaba rescatar a un segmento de la sociedad para la que los mismos derechos garantizados no se traducían necesariamente en iguales oportunidades.
    continua.

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  5. Trato de entender el significado de sus palabras cuando dice que yo defiendo este sistema porque “he llegado a donde he llegado”, porque lo hago “desde mi posición”. Como no sé cual es su vara de medir, empiezo por aclarar –y disculpe si esa no era su visión--, que vivo en un apartamento de un solo cuarto, sin balcón a la calle, en una zona “problemática” de la capital, el llamado barrio de Colón del municipio de Centro Habana. Durante los años de crisis, después de la caída del campo socialista que garantizaba al menos un intercambio comercial más justo entre las naciones, llegué a adelgazar hasta hacerme casi irreconocible. No tengo privilegios especiales. Eso sí, no estoy frustrado. Profesionalmente he realizado algunos de mis sueños, aunque muchos otros están aún a la espera. En mí coincide la vocación y la militancia: soy, más que filósofo o escritor, revolucionario. He viajado lo suficiente, pero quizás usted no sabe que los intelectuales y académicos cubanos suelen hacerlo con frecuencia, en la medida en que alcanzan cierto reconocimiento. Que los profesionales, los artistas, los deportistas, asisten a congresos, becas o eventos internacionales. Que nuestros médicos y enfermeros (y nuestros maestros e ingenieros) han trabajan en más de 60 naciones del mundo. Soy feliz, como usted dice, defendiendo un ideal, contribuyendo a su realización. No le exijo, sería injusto, que usted comprenda mi felicidad. No estoy conforme con lo que hemos logrado, es difícil que desde la pobreza y el estrangulamiento económico pueda alcanzarse toda la justicia. Pero no quiero vivir en una sociedad que obliga a las personas honestas como usted a dudar de la sinceridad de Gandhi, o simplemente de cualquier cubano sencillo. Muchos de los que hoy son furiosos contrarrevolucionarios vivieron por encima de la media en Cuba. Muchos de ellos, que aún viven en Cuba, reciben “premios” o “ayudas” que los sitúan en mejores condiciones materiales que las que yo puedo tener. Sería mucho más lucrativo para mí, usted debe sospecharlo, escribir de otros temas. No asocie el nivel de vida con la conciencia revolucionaria: esa fórmula no se ajusta a nuestra sociedad. Saludos.

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  6. Estimado Enrique, no tengo la menor intención de polemizar con usted, y, por lo tanto, asumiré que su respuesta es sincera. No soy de esas personas que critican la vida muy simple de los Castros, especialmente después de que hubieran visto ese video que en realidad confirma lo muy modesto que el vive. Pero si tengo necesariamente que mencionarle que si no estoy seguro de la sinceridad de Gandhi ni tampoco del de la Madre Teresa, es por que la India es un país de espejismos, en el que lo que parece ser no lo es en realidad; país que se presenta como muy espiritual, pero que en el nacen y aparecen las personas mas egoístas, simuladoras, estafadoras y avariciosas del mundo. Aquí en los EE.UU vienen muchos gurús hindúes a venderle una espiritualidad a la gente ingenua que no es más que una estafa, dándose casos como el de uno que llegó a acumular ochenta y siete Roll Royces privados y al que no le cabía una sortija más de oro y diamantes en sus dedos. Es por eso que tengo mis dudas de las verdaderas intenciones de los santones hindúes.
    En cuanto a ti, te creo eso de donde vives. Y también puedo creer que John Lennon era un idealista a pesar de que vivía muy cómodamente y de que a su esposa le gustaba el lujo. Quizás yo le exija demasiado a un humano que ni aunque se asemejara al tal Jesucristo, todavía lo miraría con suspicacia, por cuanto ese personaje bíblico a mi no me convenció.
    Si soy un escéptico, pues he visto tantas mentiras que ya pongo todo en dudas. Mas ello no quita que si haya personas que de buena fe estén al lado de un gobierno. Sea un gobierno justo ó sea uno de esos que damos por opresores; hasta entre la gente del Duvalier de Haití estoy seguro que habían quienes creían de buena fe que el era mejor que sus adversarios. Y te voy a mencionar una cita de Silvio Rodriguez cuando dice que el creía más en la revolución que en sus detractores. No dijo que le pareció que todo estaba bien en la revolución, sino que era mucho mejor que lo que proponen sus detractores. Y te digo una cosa: Lo mejor que tu haces es estar del lado de ella (a pesar de que me disguste que los intelectuales cubanos se tengan que callar ó se tuvieron que callar por muchos años de decir verdades; algo que hiere muy profundamente a las victimas de las luchas ideológicas) independientemente de lo que no pueda gustarte de lo que esté pasando, pues del lado opuesto definitivamente que existe menos compresión (por cuanto no existen intelectuales que puedan sublimar ni hacer romántico al capitalismo) que del lado en el que tu estás, aun cuando la paranoia generalizada estropee los intentos de entendimientos y de reconciliación. Y aunque yo no creo en la divinidad ó en el favor divino de los Castros, sino que los considero a ellos como unos protagonistas con suerte en la historia, no dejo de reconocer que la idea de una revolución social es universal, por lo que alguien tenía que inspirarla, fuera Fidel ó fuera quien fuera.
    Yo me considero un filosofo autentico, pues nunca he ni estudiado filosofía ni me he leído siquiera un solo libro completo, por lo que mi cultura es limitadísima, y todo lo que hago es valerme de la lógica y del analisis. Quizás por eso es que te contesté a tu respuesta a Francisco, pues no soy un político. Y estoy seguro que si tu hubieras estado en un dialogo entre varios filósofos –bien contemporáneos ó bien en la antigua Grecia-, de seguro que al menos un par de ellos te iban a rebatir muy duro, y la cosa se quedaría en que no convencería a nadie. Pero esto es ya filosofía, la que va mucho más haya de la verdades políticas.
    Saludos

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