Esta entrevista que hallé en Internet (de 2005) es un homenaje a Jorge Timossi, a quien quise y respeté como profesional y como ser humano.
RECOMIENDO TAMBIÉN ESTA CRÓNICA DE PEDRO DE LA HOZ:
"Los sueños de Timossi"
Peniley Ramírez
Tomado del blog Los elementos del reino
Sobre el oficio
Al cubrir un hecho periodístico, ¿ha sentido miedo?
El miedo mismo da la fuerza, es el que mueve. Cuando los soldaditos entraron a la oficina de PL en Chile después del golpe de estado todos teníamos miedo, pero había que hacerlo. Aquí el tímido se vuelve audaz, hay que preguntar siempre.
En su caso, que tiene formación de químico y no de periodista, ¿cómo siente que los hechos le aportaron destreza en su profesión?
Yo tuve mucha suerte por la oportunidad que tuve de estar en ciertos sitios con hechos insólitos y muy importantes en su momento, ellos fueron la mayor ayuda.
Muchos reporteros no tienen esa oportunidad de grandes hechos históricos, ¿cómo ganan ellos la destreza?
Ante todo deben estar siempre olfateando, buscando. Recuerda la frase de Picasso –yo no busco, encuentro. Mi primer trabajo periodístico fue hacer una nota sobre un circo. Fui cuarenta y pico de veces, siempre me parecía que faltaban datos. Me hice amigo del cuidador de elefantes. Un día llegué y faltaba la elefanta, pregunté y me dijo que se había muerto. ¿Y donde la entierran? No la entierran, la mandan a la fábrica de jabón. Entonces el primer título fue: una elefanta se convierte en una pompa de jabón.
Entonces, ¿es un mito lo de la fórmula mágica para cubrir con éxito una noticia?
Bueno, cuando el Ayatollah Khomeini terminó su exilio en París y cogió un avión a Teherán lo que yo tenía que hacer era ir detrás y eso hice. Eso me permitió entrevistarlo a él, a los otros Ayatollahs importantes, recoger los primeros momentos de esa revolución.
¿Y el conocimiento del tema?
Bueno, uno debe siempre intentar prepararse lo más posible. En ese caso yo estudié sobre esa cultura, el Corán, la religión chiíta que era la de Irán y sus diferencias con la sunnita. Así cuando llegué a Teherán tenía un bagaje aproximado del país y de la situación. Los periodistas que no tienen esa oportunidad deben buscar en todas las fuentes posibles. Internet, libros, revistas, con personas que sepan o que hayan estado en el sitio.
¿Qué sucede si uno se enfrenta a una situación de la que no tiene conocimiento ni oportunidad de prepararse?
Lo enfrenta, lo mejor posible. Me pasó cuando estaba en Argelia de corresponsal de PL. Me mandaron a Libia para la toma de poder y tuve que ir sin tiempo de prepararme. Estaba parando algún camión o algo que me llevara y cuando me paró uno no querían hablar más que en árabe. Entonces hice señas con las manos: Estados Unidos, pulgar abajo, Francia, igual, Unión Soviética, abajo, Cuba, pulgares arriba y sonrisas por ellos. Me sentí muy feliz, uno no es capaz de imaginarse lo que la gente sabe en el mundo sobre Cuba. Otra vez, estuve en una entrevista no podíamos saber quien era el entrevistado. Nos tapaban los ojos para llegar al sitio y cada periodista decía su país y una pregunta. Cuando dije Cuba al hombre le brillaron los ojos. Al finalizar se me acercó y me dijo en francés, déle muchos saludos a Fidel Castro. ¿De parte de quién? Le pregunté, pero me dijo –no- , riéndose.
En este momento que desempeña el cargo de vicepresidente del Instituto Cubano del Libro y Presidente de la Agencia Literaria Latinoamericana, ¿cómo compagina el trabajo de oficina con el de escritor?
Escribo siempre, no me permito dejarlo. En un tiempo libre, los fines de semana, al menos dos frases diarias, aunque luego se rehagan, no se puede dejar de escribir. El resto del tiempo olfateo.
Olfateo, dice, ¿y qué puede ser noticia?
Todo, todo es noticia.
¿Y dónde queda la polémica entre qué es público y qué es privado? Esos límites los tienen que poner la ética y los principios de cada periodista.
Su obra tanto literaria como periodística integra siempre las palabras de cada región ¿Eso no va en contra de una lectura en todo el continente?
No, porque también es información. Uno debe saber dosificarlo para que los lectores gracias al contexto comprendan el significado de esa palabra.
En el caso de América Latina, ¿por qué cree que no se ha dado conjuntamente una revolución social aunada a la revolución política de inicios del siglo XXI?
Porque ellos no tienen un Fidel, tan abarcador, tan integral.
¿Y cómo puede combatirse la enorme desinformación, la monopolización de los canales informativos en estos países?
Con Telesur, el canal latinoamericano que ha promovido Chávez desde Venezuela. Ellos son ahora, aunque con un medio distinto, lo que fue PL cuando se fundó. Pienso que seguirá creciendo. Además se complementa con las radios alternativas que ya existen en muchas regiones. Es difícil, pero para PL también lo fue. Muchas veces nos cerraron las oficinas pero se buscaba, se insistía, se abría por otro canal.
Habla de una constancia militante, como en la época del Che. Si en cada país existen líderes, héroes, ¿por qué él es cada vez más popular?
Por la relación de sus palabras con sus hechos. Así fue siempre, porque hay quienes dicen palabras muy bonitas, pero de ahí a los hechos hay una gran distancia. En él fue siempre lo contrario.
Sobre el hombre
¿Ha soñado con Fidel Castro?
Sí, he soñado que conversamos mucho, que está sentado conmigo.
¿Qué es Fidel hoy?
El gran estadista que siempre ha sido, el gran conductor, con una cultura vastísima, como ningún otro dirigente en el mundo.
En su libro El 11-S y la Gorda, ella quiere irse para”la Yuma” (Estados Unidos), pero en sus alocuciones sobre Fidel se ve un respeto. ¿Quiso resumir con la Gorda la posición de las personas que están en contra del gobierno, o simplemente quieren irse de Cuba, y su visión de Fidel?
Sí, de hecho en ella está resumido. Fíjate que hay una parte en que ella dice –Fidel nunca miente- existe ese respeto incluso en ese sector de la sociedad cubana hoy.
Usted ha sido premiado tanto por sus crónicas como por sus poemarios. Ante un hecho, ¿cómo ve el periodista y cómo el poeta?
Es indistinto, soy la misma cosa, aunque cada trabajo tiene sus particularidades y grandes diferencias en el fondo están muy unidos. Tenemos por ejemplo a Saramago, sus crónicas son tanto periodísticas como literarias y son hermosísimas. Yo siempre creo que lo peor que puede pasarle a un periodista es creerse parte de la Historia, pero un poeta no tiene ese problema.
Si trata de respetar ambos lenguajes, ¿por qué los cuentos que ha escrito en los últimos años tienden a lo corto, a lo cada vez más breve?
Creo que ahí sí es un vicio que me ha dejado el periodismo: quitar palabras, resumir. De todas formas no hay una escuela para aprender a escribir, uno puede ir a la academia y que le den algunas herramientas, pero ahí solo se empieza.
Volvemos a Timossi periodista. Una vez escribió: aquí la realidad es más grande que nosotros mismos. Eso lleva a muchas imágenes en las mentes lectoras. Si tuviera que hacer un collage de imágenes que le quedan, ¿cuáles serían?
Hay muchísimas, todo el día están, pasan por mi mente como una película. Me veo caminando por el desierto de Sudán, por el desierto de Atacama, recuerdo el olor de una flor, el de una mujer.
¿Cuáles sensaciones desagradables recuerda?
Hay algunas muy raras. Por ejemplo, cuando voy a Buenos Aires para ir a una dirección tengo que preguntar porque no sé donde queda. Me siento extranjero en el lugar donde nací. Una vez iba en un camión de Kenia a Jartum, en cada parada todos los pasajeros se bajaban y se hincaban a orar a Mahoma, entonces tuve una duda existencial: ¿Qué rayos hago yo aquí?
¿Y las sensaciones felices?
Cuando estaba en Santo Domingo durante la invasión norteamericana soñé con las aceras rotas del Vedado. Fue muy real, cuando regresé y las vi fue de lo más feliz que me ha sucedido. Cuando llegué a La Habana después del golpe de estado en Chile en el 73. En viajes que he hecho con Fidel.
¿Siempre relacionado al trabajo?
Sí, casi siempre. El trabajo es lo primero, lo más esencial.
¿Por qué se hizo ciudadano cubano?
(Abre los ojos, se ríe, echa la barbilla hacia delante y sale su voz, dura, compacta, grave).
Por amor a Cuba.
¿A Cuba o a la Revolución Cubana?
Mijita, ambas son indisolubles.
Cuando dijo que ya era hora de que termináramos, me preguntó de repente si yo estaba enamorada. Supongo que me sonrojé y como defensa le devolví una pregunta igual. Sin que lo esperara, me contó de un amor que había ocultado por más de treinta años, una cineasta que conoció cuando joven y con la que vivía recientemente.
Me dijo que ahora era feliz, que juntos estaban plantando en su casa un jardín. Sacó del librero una alfombra china que le habían regalado. Una sorpresa para ella, dijo, con una expresión de ternura que no había visto en él ni en alguna de sus fotos.
Antes de salir le advertí que recordaría su cumpleaños porque era el 6 de mayo, exactamente un mes después del mío. Cinco meses después, el día en que cumplió setenta años, le envié un girasol y las gracias. El Felipito adulto, finalmente, me había dicho algo que no fue impreso nunca antes en algún libro ni entrevista suya.