Esta entrevista forma parte de mi libro Cuba, ¿revolución o reforma? (La Habana, Casa Editora Abril, 2012). La publico de forma independiente, ahora que se acerca la Feria Internacional del Libro de La Habana
Enrique Ubieta Gómez
Recorría en el 2008 algunas comunidades de Río Cauto en la provincia de Granma, en las que la lluvia había provocado severas inundaciones, cuando supe que en el hospital de la cabecera municipal ofrecía temporalmente consultas la doctora Aleida Guevara March, hija del Guerrillero Heroico.
En un principio rehusó ser entrevistada, y solo lo hizo al saber que mi intención no era divulgar su presencia en el lugar, sino preparar un libro.
Me imagino que necesitas separar siempre lo que eres, lo que haces como médico, como ser humano, de tu condición de hija del Che Guevara…
"No, mira, yo soy médico porque me formé en este pueblo. Lo que logré hacer en la vida es porque mi pueblo me lo dio. Que soy la hija de un hombre que la gente quiere mucho, sí, es verdad. Pero en definitiva, yo soy un accidente genético. A mí me tocó la suerte de ser la hija de un hombre muy especial y de una mujer extraordinaria. Perfecto. Pero eso le pudo haber tocado a cualquiera. Eso no te da valor ni te lo quita. Simplemente, pasó. Ahora, ¿cuándo eres realmente útil? Cuando trabajas por alguien, para algo… Si te sientes útil, vas adelante, si no te estancas."
¿Qué significa el nombre del Che Guevara?
"Para mucha gente la vanguardia, la bandera… Pero para ti es tu papá. Reconoces en él a un hombre extraordinario, por supuesto, pero eso no es lo más importante para mí. No, a mí me exige mi pueblo, lo que he recibido desde que nací. Yo no hice nada nunca y siempre fui tratada con mucho cariño. ¿Cómo devuelves eso? Si puedo hacer algunas poquitas cositas, y que ellos sientan que estoy a su lado, que pueden usarme en lo que quieran, para lo que quieran, bueno, ¡si para eso vivo!"
¿Cumpliste como médico alguna misión internacionalista?
"Cumplí una misión en Nicaragua, de 1983 a 1984. Yo soy graduada de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua y de la Universidad de La Habana, pero también estuve dos años en Angola, de 1986 a 1988, en la época de la batalla de Cuito Cuanavale. Allí me desempeñé como médico pediatra."
Era la época en que los internacionalistas no eran compensados materialmente…
"No se recibía nada. Era una misión pura, en el sentido de que ibas por principios, por una necesidad extraordinaria de ser útil, por esa cosa romántica en la que nos habían educado. Yo entiendo que ahora hay un incentivo también importante que es la cuestión económica. Nosotros vivimos una época desastrosa que fue el Período Especial…"
¿Crees que eso puede desvirtuar el sentido del internacionalismo?
"Yo tenía miedo, la verdad, si te soy sincera, tenía miedo. Pero he visto a mis compañeros en distintas misiones, en distintos lugares, y el dinero no paga el esfuerzo que se está haciendo, y el sacrificio humano que conlleva. A lo mejor hay personas que cayeron en un mejor lugarcito y esas la pasan bomba, y se llevan la pacotilla que van a buscar y punto. Pero no es esa la mayoría. La mayoría está en lugares donde nunca han estado los médicos. Yo estuve el año
pasado con nuestros médicos en Bolivia, y te voy a decir una cosa, fue un momento muy duro para mí. La primera vez en mi vida que visitaba Bolivia, la primera vez que iba a estar en el lugar donde asesinaron a mi papá y a sus compañeros de lucha. Me sentí muy conmovida. No pude aguantar el llanto. Era un momento muy especial. Y estaban los médicos cubanos allí. Ellos no sabían qué hacer conmigo. Pero sabía que estaban allí. Ese calor humano yo lo sentí, lo palpé. Soporté esa presión, porque estaban nuestros médicos allí. Conviví con ellos unos días, y los vi trabajar, y vi el amor con que lo hacen y las condiciones en que lo hacen. Y no son fáciles. No hay ningún dinero que pueda pagar eso.
Creo que en ese sentido podríamos trabajar mucho más en el aspecto ideológico, creo que tenemos que hacerlo. Y es necesario que nuestro pueblo conozca más estas cosas. Desgraciadamente, marca una diferencia social entre el médico que se va y el médico que se queda. El que se va recibe unos beneficios económicos que el que está aquí, sosteniendo el trabajo, no lo recibe. Eso hay que resolverlo también."
He conversado con algunos médicos aquí en Río Cauto, y les he dicho que ellos también están en misiones…, pero eso no se reconoce.
"No se reconoce. Eso es lo que yo digo: yo hice una misión en Nicaragua, hice una misión en Angola, e hice una en Moa, y esa nadie me la cuenta. Y fue un año de mi vida. Las primeras canas que tuve me salieron allí. ¿Sabes por qué? Porque a mí me educaron en el respeto a los pueblos. Por tanto, cuando fui a Nicaragua tuve que morderme la lengua, y tragar buches de sangre de verdad, por no decir lo que pensaba muchas veces. Porque no era mi país, no era mi sociedad, yo iba solo a ayudar, no iba a decir que sabía cómo resolver las cosas. Tenía que respetar. Después fui a Angola dos años, y pasó lo mismo. No era ese mi lugar, no era ese mi papel.
Pero en mi país, en Moa, cuando yo viví ese año en Moa, ¡nooo viejo!, qué va, las cosas que veía las decía, al pan pan, y al vino vino. ¡Si esto es mío! Es lo que yo le digo a la gente ahora. Mira, yo fui al hospital Calixto García por un accidente que tuvo mi hermano, hace poco, y me dio pena… Las paredes del cuerpo de guardia están sucias. Eso no es Período Especial, hermano, porque yo estuve en Angola, y el María Pía, el hospital donde yo estaba –si Dante hubiese estado allí hubiese descrito mejor el Infierno, en plena epidemia de cólera–, era de espanto, y nosotros limpiamos ese cuerpo de guardia, raspamos las paredes. Coño, ¿tú crees que eso yo no lo puedo hacer en mi país? Eso es vergonzoso. Cuando yo entré a ese cuerpo de guardia me dieron ganas de morirme…"
¿Por qué pasan esas cosas?
"Por la indolencia."
¿Pero esa indolencia la trasladan los cubanos a Bolivia, a Nicaragua, a Venezuela?
"Mira, ¿te acuerdas lo que decía el Che? Que uno no puede ser héroe solo en los momentos magníficos, hay que ser héroe todos los días de la vida. Y eso es lo que la gente olvida. Va olvidando también que nosotros tampoco estimulamos ese tipo de acción. Mi profesor tiene
noventa y dos años, ¡y ese hombre va al hospital, por tu vida…! Y si no va, se muere. ¡Esa es su vida! Entonces eso hay que estimularlo. Ahora por el Día de la Medicina, nosotros reunimos el dinero que pudimos y le hicimos un buen regalo. Una cosa tonta, que se lo va a comer en dos días, pero es un pequeño estímulo para que él sepa que sí lo tenemos en cuenta, y sí lo valoramos como ser humano y como médico, como profesional. Pudo haberse ido del país y “haber vivido como Carmelina”, porque es un científico. Se quedó con nosotros, pasó el Niágara en bicicleta, de verdad. Y ahí sigue. Eso hay que estimularlo. Esas son las cosas que nosotros no hacemos en este momento. Y hay que rescatarlas. Porque es la gente que está manteniendo el trabajo en el país. Hay que estimularlo.
Mira, un problema que tenemos es que no decimos las cosas: estamos acostumbrados a que nos resuelvan villas y castillos, te quedas con las preocupaciones adentro y no las dices. Te voy a
poner un ejemplo cercano: mi tía Estela. Mi tía va a cumplir ya ochenta y ocho años. Hace algunos años estaba muy preocupada, me dice, mira mija, fui al policlínico a arreglarme una muela –el policlínico queda loma abajo, después ella tenía que venir loma arriba–, bueno, con ochenta y ocho años va al policlínico, y dice, arrégleme esa muela, la doctora le dice, mire, no hay anestesia…, oyeee, entonces voy a esperar. Sale y se encuentra a otra señora saliendo del estomatólogo que le dice, si usted paga diez pesos, tiene la anestesia. Mi tía se fue indignada para su casa y cuando me vio me lo comentó. ¿Y qué tú hiciste? Yo, nada. ¿Mañana no es tu rendición de cuentas? Ah, pues te paras en la rendición de cuentas y dices, con nombres y apellidos: Fulana de Tal me dijo esto y esto. Es que me da pena. No te puede dar pena, porque lo que no podemos permitir es que nos roben. Lo que no podemos permitir es que vengan hijos de puta a arrebatarnos las cosas que hemos conquistado. Porque lo más triste del caso es que nos las dejamos arrebatar. Se paró la vieja en la reunión, dijo lo que tenía que decir y al otro día estaba el estomatólogo con el aparato portátil que es para los ancianos y para los retrasados mentales y que tenía en su casa, arreglándole la muela. ¿Te das cuenta? Nosotros podemos frenar esos problemas. Lo que pasa es que no lo hacemos. Esto es nuestro, lo hemos hecho nosotros, la sangre de nuestros padres está aquí. No puedes dejarte arrebatar estas cosas. Y las vamos a perder si lo permitimos, única y exclusivamente. Fidel lo dijo bien claro y es verdad, aquí nadie acaba con la Revolución por fuera, los únicos que podemos hacerla caer somos nosotros mismos, por indolencia, por incapacidad de irle al frente a los problemas y por
incapacidad de buscar soluciones. Que están ahí, están… ¿No estamos en América Latina ahora? Mira, aprender con los wayúu, aprender con los quechua, con los aymará, con el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, hay miles de cosas que aprender… Vamos a traer esa sabiduría de regreso."
Algunas reflexiones finales
Siendo como fue una Revolución auténtica, la cubana nunca se percibió, y la verdad, tampoco hubiese podido hacerlo, aun de querer, como mero asunto interno: fue Primer Territorio Libre de América, y en esencia, un eslabón de la Revolución mundial. Por primera vez en la historia, la vocación internacionalista de un Estado revolucionario no se ejercía desde
los presupuestos, los prejuicios o los intereses de un país de mayor desarrollo, hacia países o regiones de menor desarrollo. Cuba alzó la vista hacia sus hermanos de infortunio como un igual: de pobre a pobre, de excolonia a excolonia, y a veces peleó por la independencia de naciones aún colonizadas. Y sobrevivió, por cierto, a los llamados “hermanos mayores” de Europa del Este: hoy la Revolución cubana tiene más edad de la que tenían esos estados cuando se desmoronaron. El internacionalismo cubano se practicó como deber, no como favor. Compartió médicos, maestros, soldados, guerrilleros. Por eso acostumbra a recibir la solidaridad con agradecimiento, pero no como favor (la solidaridad es un deber que damos y recibimos). Fidel fundó como estadista una nueva práctica del internacionalismo, ajena a todo interés geopolítico, que se nutre del humanismo revolucionario, pero rechaza toda pretensión ideologizante, o evangelizadora de una doctrina revolucionaria, salvo aquella que emana
del ejemplo, como diría el Che. La Internacional Comunista, en los años posteriores a la muerte de Lenin, dispersaba a sus emisarios sin duda heroicos por el mundo, con una misión “evangelizadora”, similar en su carácter, aunque diferente en propósitos, a la del misionero católico o protestante. El médico cubano no habla de política, cura a ricos y a pobres, a neoliberales y a comunistas, a niños y a delincuentes; puede colaborar incluso con autoridades
sanitarias de gobiernos fascistas si de salvar vidas se trata, –como ocurrió en la Nicaragua de Somoza, en los días posteriores al terremoto, o con instituciones de estados con los que no existen ni se reclaman relaciones diplomáticas. De África, solo se llevó sus muertos.
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