Quiero hacer un breve comentario a propósito de la Cumbre del ALBA --ya escribiré con detenimiento de mis impresiones sobre esta precursora asociación de naciones (digo naciones, no gobiernos): quiero referirme a una reflexión del presidente boliviano recién reelecto Evo Morales. Comentaba Evo que las organizaciones sindicales bolivianas, acostumbradas a una larga lucha desde la oposición contra el neoliberalismo, se sentían incómodas con el calificativo de "oficialistas". Hasta que él les hizo algunas preguntas esclarecedoras: ¿eres del MAS? Sí. ¿Perteneces o apoyas a PODEMOS (la fuerza política de la oligarquía boliviana)? No. Si no eres oficialista, ¿qué eres? Porque camarada, les dijo, estamos en el gobierno, y tenemos que defender ese poder entre todos. Yo seguí meditando en el ejemplo de Evo, porque los gobiernos más reaccionarios del continente --o los más pusilánimes o cobardes o débiles--, se agrupan en torno al llamado del viejo imperialismo. Bases militares, golpes de estado blanqueados por espurias elecciones, sutiles campañas y olvidos. ¿No nos uniremos en defensa de lo conquistado? El ALBA no es una asociación de gobiernos, es un pacto de pueblos que se unen para crecer y ser más fuertes. A los cubanos revolucionarios se nos acusa de ser "oficialistas". Y la palabra no nos ofende. Del otro lado está el imperialismo, están los mercenarios. No se trata de que reduzcamos el mundo a dos colores --conocemos y compartimos la necesaria diversidad--; se trata de que en una guerra hay dos trincheras: una frente a la otra. El maestro Cintio habló de construir un parlamento en una trinchera, como metáfora de que somos uno y diversos. Los revolucionarios siempre hemos sido opositores por la Revolución, ahora que por fin tomamos el poder somos oficialistas de la Revolución, y vamos a defender ese poder. Allá los que siempre fueron oficialistas de la Contrarrevolución y ahora patalean como opositores. Es la primera vez en la historia que ser oficialista es honroso.
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