Patricia Rodas, canciller constitucional de Honduras, representó a Zelaya en la Cumbre del ALBA. Es una mujer cautivadora, valiente y lúcida. Los periodistas la buscaban. Afirmó que el ALBA, más que una concertación de gobiernos, es una concertación solidaria de pueblos, y dijo que fuese cual fuese el presidente de su país, los hondureños ya no la abandonarían. Recordó que los médicos cubanos que llegaron en 1998, después del Mitch --mucho antes de la victoria electoral de Zelaya--, fueron expulsados de Honduras al año siguiente, y que la presión popular los había llevado de vuelta. Rodas agradeció la solidaridad de los gobiernos latinoamericanos, en particular la del ALBA, frente al golpe de estado, y reiteró la imposibilidad de reconocer unas elecciones organizadas por el golpismo. Habló de asesinatos y desapariciones ocurridas en este período de oscuridad institucional y advirtió que el ministro de la policía elegido por Lobo es uno de los más connotados represores históricos del país. En el acto de clausura, Patricia, emocionada con la interpretación segundos antes de la Bayamesa --en la voz de Omara Portuondo--, inició sus palabras con una de sus estrofas (y un sí enfático): "sí, sentimos de la Patria el grito".
Eso ocurrió ayer. La emoción de verla y de escucharla, se opone hoy a la indignación que provocan las palabras del escritor Manuel Díaz Martínez, ex militante del PSP (Partido Comunista antes de la Revolución), ex militante del Partido Comunista de la Revolución y actual militante de la contrarrevolución, desde las páginas náufragas de Cubaencuentro: "Los hondureños deben gratitud al señor Micheletti y a las instituciones que libraron al país del golpe de Estado castrochavista".
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