Hace algunos días traía al blog un fragmento de mi libro sobre Venezuela de 2006, en el que citaba una frase lapidaria de Mario Vargas Llosa --no tengo que especificar su orientación política--, sobre la esencia sistémica de la mal llamada "izquierda democrática". Decía entonces el escritor-político sobre la recién finalizada campaña electoral (2005) que le diera la victoria a la Bachelet: "En el debate entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera, que tuvo lugar pocos días antes del final de la segunda vuelta, 'había que ser vidente o rabdomante para descubrir aquellos puntos en que los candidatos de la izquierda y la derecha discrepaban de manera frontal. Pese a sus respectivos esfuerzos para distanciarse uno de otro, la verdad es que las diferencias no tocaban ningún tema neurálgico, sino asuntos más bien cuantitativos (para no decir nimios). Piñera, por ejemplo, quería poner más policías en las calles que la Bachelet'". Ahora, tras la primera vuelta de las nuevas elecciones, ganadas por Piñera frente a Frei --y ante un inusitado 20 por ciento que una nueva izquierda ha conseguido, obligando a una segunda vuelta--, Carlos Alberto Montaner, otro "místico" de la derecha con menos prestigio literario, escribe: "Naturalmente, hay diferencias entre Piñera y Frei, como las hay entre Obama y McCain, entre Thatcher y Blair, entre Aznar y Felipe González, pero son diferencias de matices. Esencialmente, discuten y discrepan sobre la intensidad de la presión fiscal y la asignación del gasto público, o sobre la tasa de interés, o sobre el volumen de la masa monetaria --temas extremadamente importantes, por cierto--, pero no cuestionan el corazón institucional del sistema, basado en la separación y equilibrio de poderes, ni los fundamentos filosóficos de la democracia liberal, ni el principio básico de que todos los ciudadanos deben colocarse bajo la autoridad de la ley (burguesa), comenzando por los gobernantes, porque están de acuerdo (con) ese modelo, acompañado por la libertad para producir y consumir". Excelente cita para respaldar la tesis de que la alternabilidad de los gobiernos en el capitalismo es solo de forma, nunca de contenido.
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