lunes, 27 de octubre de 2014

Brasil: victoria pírrica y después

Atilio A. Boron
Difícil y angustiosa victoria de Dilma en el balotaje de ayer, la más estrecha jamás habida en la historia brasileña, según consignan varios periódicos en sus portales. En el balotaje del 2006 Lula derrotó al candidato del PSDB Geraldo Alckmin por más de veinte puntos: 61 a 39 por ciento. En el 2010 Dilma doblegó en la segunda vuelta al también tucano José Serra por unos doce puntos: 56 versus el 44 por ciento. Ayer derrotó a Aécio por apenas tres puntos: 51.6 a 48.4 por ciento. Angustiosa e incierta no tanto por la escasa diferencia con que derrotó a su rival como por las agónicas tres semanas de campaña en donde, por momentos, el PT aparecía condenado a emprender un humillante regreso al llano luego de doce años de gobierno. Y si esto estuvo a punto de ocurrir fue más a causa de errores propios que de los méritos de su muy conservador oponente.
Como lo hemos señalado en numerosas oportunidades, los pueblos prefieren el original a la copia. Y si el PT hizo suya -en sus grandes líneas, aunque no en su totalidad- la agenda neoliberal de la derecha brasileña nadie puede sorprenderse que en una coyuntura tan complicada como la actual un significativo sector de la ciudadanía hubiera manifestado su predisposición a votar por Aécio. Es cierto que hubo algunas heterodoxias en la aplicación de aquella receta, la más importante de las cuales fue la creación del programa Bolsa Familia. Pero en lo tocante a las orientaciones económicas fundamentales la continuidad de la tiranía del capital financiero y su reverso, la fenomenal deuda pública del gobierno federal, unida al raquitismo de la inversión social ( ¡aproximadamente una décima parte de lo que paga por concepto de intereses de la deuda pública a los banqueros!),  la deliberada despolitización y desmovilización popular que marcaron la gestión del PT desde sus inicios más el retraso en el combate a la desigualdad y en atender a problemas como el transporte público -entre tantos otros- que afectan al bienestar de las clases y capas populares (en especial a sus grupos más vulnerables como los afrobrasileños, los marginales de la ciudad y el campo, la juventud) terminaron por empujar al PT al borde de una catastrófica derrota. Contrariamente a lo que sostienen algunos de sus publicistas el “posneoliberalismo” todavía no se ha asomado en el Planalto.
El alivio ofrecido por el veredicto de las urnas en el día de ayer será de poca duración. A Dilma le esperan cuatro años durísimos, y otro tanto se puede decir acerca de Lula, su único posible sucesor (al menos hasta el día de hoy). Una de las lecciones más ilustrativas es la ratificación de la verdad contenida en las enseñanzas de Maquiavelo cuando decía que por más que se le hagan concesiones los ricos y poderosos jamás dejarán de pensar que el gobernante es un intruso que ilegítimamente se inmiscuye en sus negocios y en el disfrute de sus bienes. Son, decía el florentino, insaciables, eternamente inconformistas y siempre propensos a la conspiración y la sedición. La tremenda ofensiva desestabilizadora lanzada en las últimas tres semanas por los capitalistas brasileños desde la Bolsa de Valores de Sao Paulo, por el capital financiero internacional (recordar las más que notas arengas de The Economist, y el Wall Street Journal, entre otros)  y la potente artillería mediática de la derecha brasileña (red O Globo, Folha, O Estado de Sao Paulo y revista Veja, principalmente) es aleccionadora, y demuestra los equívocos en que cae un gobierno que piensa que cediendo terreno a sus demandas logrará al fin contar si no con la lealtad al menos con la tolerancia de los poderosos.  Dilma corre el riesgo de ser asfixiada por rivales cuya extrema belicosidad se hizo patente en la campaña electoral y que no parecen muy dispuestos a esperar otros cuatro años para llegar al gobierno. Por eso la hipótesis de un “golpe institucional”, si bien muy poco probable no debería ser descartada apriorísticamente, lo mismo que el desencadenamiento de una feroz ofensiva desestabilizadora encaminada a poner fin a la “dictadura” petista que según la derecha cavernícola reunida en el Club Militar estaría “sovietizando” al Brasil. Lo ocurrido con José Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay debería servir para convencer a los escépticos de la impaciencia de los capitalistas locales y sus mentores norteamericanos para tomar el poder por asalto ni bien las circunstancias así lo aconsejen. Para no sucumbir ante estos grandes factores de poder se requiere, en primer lugar, la urgente reconstrucción del movimiento popular desmovilizado, desorganizado y desmoralizado por el PT, algo que no podrá hacerlo sin una reorientación del rumbo gubernamental que redefina el modelo económico, recorte los irritantes privilegios del capital y haga que las clases y capas populares sientan que el gobierno quiere ir más allá de un programa asistencialista y se propone modificar de raíz la injusta estructura económica y social del Brasil. En segundo término, luchar para llevar a cabo una auténtica reforma política que empodere de verdad a las masas populares y abra el camino largamente demorado de una profunda democratización. El Congreso brasileño es una perversa trampa dominada por el agronegocio y las oligarquías locales (253 miembros del Frente Parlamentario de la Agroindustria, que atraviesa casi todos los partidos, sobre un total de 513) producto del escaso impulso de la reforma agraria tras doce años de gobierno petista y las interminables piruetas políticas que tuvo que hacer para lograr una mayoría parlamentaria que sólo se destraba desde la calle, jamás desde los recintos del Legislativo. Pero para que el pueblo asuma su protagonismo y florezcan los movimientos sociales y las fuerzas políticas que motoricen el cambio –que ciertamente no vendrá “desde arriba”- se requerirá tomar decisiones que efectivamente los empoderen. Ergo, una reforma política es una necesidad vital para la gobernabilidad del nuevo período, introduciendo institutos tales como la iniciativa popular y el referendo revocatorio que permitirán, si es que el pueblo se organiza y concientiza, poner coto a la dictadura de caciques y coroneles que hacen del Congreso un baluarte de la reacción.
¿Será este el curso de acción en que se embarcará Dilma? Parece poco probable, salvo que la irrupción de una renovada dinámica de masas precipitada por el agravamiento de la crisis general del capitalismo y como respuesta ante la recargada ofensiva de la derecha (discreta pero resueltamente apoyada por Washington) altere profundamente la propensión del estado brasileño a gestionar los asuntos públicos de espalda a su pueblo. Esta es una vieja tradición política, de raíz profundamente oligárquica, que procede desde la época del imperio, al promediar el siglo diecinueve, y que ha permanecido con ligeras variantes y esporádicas conmociones hasta el día de hoy. Nada podría ser más necesario para garantizar la gobernabilidad de este nuevo turno del PT que el vigoroso surgimiento de lo que Álvaro García Linera denominara como “la potencia plebeya”, aletargada por décadas sin que el petismo se atreviera a despertarla. Sin ese macizo protagonismo de las masas en el estado éste quedará prisionero de los poderes fácticos tradicionales que han venido rigiendo los destinos de Brasil desde tiempos inmemoriales. Y su consecuencia sería desastrosa no sólo para ese país sino para toda Nuestra América porque tanto Aécio como el bloque social y político que él representa no bajarán los brazos y no cejarán en sus empeños para “desacoplar” a Brasil de América Latina, liquidar a la UNASUR y la CELAC, promover el TLC con Estados Unidos y Europa y el ingreso a la Alianza del Pacífico y erigir un “cerco sanitario” que aísle a Cuba, Bolivia, Ecuador y Venezuela  del resto de los países de la región. Un programa, como se comprueba a simple vista,  en sintonía con la prioridad estratégica fundamental de Estados Unidos en la turbulenta transición geopolítica global que no es otro que regresar América Latina y el Caribe a la condición en que se hallaban la noche del 31 de Diciembre de 1958, en vísperas del triunfo de la revolución cubana. Es que cuando el imperio ve peligrar sus posiciones en Medio Oriente, en Asia Central, en Asia Pacífico e inclusive en Europa su reflejo inmediato es reforzar el control sobre lo que tanto Fidel como el Che caracterizaron como su retaguardia estratégica. Es decir, nosotros. Lo hizo en la década de los setentas, cuando era socavado por el efecto combinado de la crisis del petróleo, la estanflación y las derrotas en Indochina, principalmente Vietnam. En aquella coyuntura su respuesta fue instalar dictaduras militares en casi toda América Latina y el Caribe. Y tratará de hacerlo nuevamente ahora, cuando su situación internacional está mucho más comprometida que en aquel entonces. 

jueves, 23 de octubre de 2014

¿Por qué Cuba puede hacer tanto contra el ébola?

Ángel Guerra Cabrera
Cuba está realizando una aportación mayor de personal sanitario al combate del ébola en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry –los tres países invadidos por la epidemia– que ningún otro estado en el mundo. El complejo mediático que usualmente dispara sin pausa mentiras y calumnias contra la isla no ha tenido más alternativa que reconocerlo puesto que es imposible ocultar un hecho de tan extraordinaria relevancia relacionado con el enfrentamiento a una enfermedad que se ha vuelto noticia de primera plana y que si no es frenada a tiempo puede convertirse en una pandemia global, como alertó Raúl Castro.
El secretario de Estado John Kerry, que nunca ha pronunciado una palabra amable hacia La Habana y jefe de una política exterior que cada vez aprieta más duro la asfixiante tuerca del bloqueo tuvo que reconocer el aporte cubano.
El The New York Times va más lejos pues días después de haber reclamado editorialmente el restablecimiento de las relaciones diplomáticas Estados Unidos-Cuba y el eventual levantamiento de la medida punitiva –no sin hacer algunas alegaciones infundadas–, publica una nueva entrega  titulada “La impresionante contribución de Cuba a la lucha contra el ébola” (http://www.nytimes.com/2014/10/20/opinion/la-impresionante-contribucin-de-cuba-en-la-lucha-contra-el-bola.html) en la que lamenta que Washington, “primer contribuyente financiero” en esta lucha no tenga vínculos diplomáticos con La Habana, “dado que Cuba podría terminar desempeñando la labor más vital”. El editorial propone que Estados Unidos dé cabida en un centro médico especial que ha habilitado en Monrovia –capital de Liberia– a los trabajadores sanitarios cubanos que eventualmente puedan ser contagiados con la enfermedad y contribuya de ser necesario a su evacuación. El diario censura que las autoridades estadunidenses “insensiblemente”, se han rehusado a indicar si estarían dispuestas a brindar algún tipo de apoyo y termina dando la razón a Fidel Castro cuando en una columna publicada en Granma expresó la disposición de Cuba a colaborar “gustosamente” con Estados Unidos en aras de enfrentar la epidemia (http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/10/18/articulo-de-fidel-la-hora-del-deber/#.VEgAOyKG9uR).
Posteriormente, el martes 21 de octubre, voceros del Departamento de Estado dijeron que Estados Unidos estaría dispuesto a colaborar con Cuba en el combate al ébola pero sin especificar cómo.
Es pertinente puntualizar que, independientemente de las particularidades del ébola y de la grave amenaza para la vida de millones de personas que significaría su eventual propagación, Cuba no está haciendo nada que no haya hecho antes. Desde el triunfo de la Revolución, la solidaridad con los demás seres humanos ha sido siempre un principio cardinal de la educación y la cultura política en la isla, correspondido en la práctica con innumerables acciones de solidaridad internacional en el curso de los años, particularmente en el campo de la salud pública. Sin ir muy lejos, la acción de la brigada médica cubana en Haití, apoyada por médicos haitianos y latinoamericanos formados en Cuba, fue decisiva para frenar la extensión de la tremenda epidemia de cólera en ese país.
Esto solo es posible porque la Revolución ha construido un sólido sistema de salud pública cuyo principio ético básico es que no hay nada más importante que la vida de un ser humano. Podrán faltar medicamentos y equipos cada vez más negados por el bloqueo pero la calidad humana y científica del personal sanitario cubano sigue asegurando que los índices de salud de Cuba sean los mejores de América Latina y varios de ellos superiores a los de Estados Unidos.
No ha de extrañar a nadie que en la isla existan miles de voluntarios dentro del personal de salud para partir a combatir el ébola ni que los cientos de médicos y enfermeros cubanos involucrados directamente en la lucha contra la enfermedad estén apoyados en labores preventivas por más de 4000 compatriotas trabajadores de la salud que laboran  actualmente en 32 países africanos desde mucho antes del estallido de la epidemia.
La celebración, en La Habana, de la cumbre de la Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (Alba) dedicada a preparar a sus miembros para prevenir y combatir el ébola, y proteger sobre todo a los países caribeños más vulnerables, complementa las acciones iniciadas por Cuba. El Alba ha invitado a convocar una reunión de ministros de salud de la Celac, que seguramente contribuirá a crear una red regional de protección de nuestros pueblos contra esta y otras epidemias.

Diputada Karol Cariola (Chile): "Los derechos no se compran ni se venden señores"

lunes, 20 de octubre de 2014

La izquierda y el ballotage en Brasil

Atilio A. Boron
Obedeciendo a un orden directa de Adolf Hitler, el 18 de Agosto de 1944 Ernst Thälmann moría fusilado por las SS en el campo de concentración de Buchenwald. Su cuerpo fue inmediatamente cremado para que no quedara vestigio alguno de su paso por este mundo. Thälmann había llegado a este tétrico lugar luego de transcurrir los anteriores once años de su vida en la prisión de Bautzen,  donde fuera enviado cuando la Gestapo lo detuvo –al igual que a miles de sus camaradas- poco después del ascenso de Hitler al poder, en 1933. En esa prisión fue sometido a un régimen de confinamiento solitario cumpliendo la pena que le fuera impuesta por el imperdonable delito de haber sido fundador y máximo dirigente del Partido Comunista Alemán. Thälmann era además uno de los líderes de la Tercera Internacional, que en su VIº congreso -celebrado en Moscú en 1928- había aprobado una línea política ultraizquierdista de “clase contra clase”. Esta se traducía en la absoluta prohibición de establecer acuerdos con los partidos socialdemócratas o reformistas, fulminados con el mote de “socialfascistas” y caracterizados sin más como el ala izquierda de la burguesía.
Ni siquiera el mortal peligro que representaban el irresistible ascenso del nazismo en Alemania y la estabilización del régimen fascista en Italia lograron torcer esta directiva. León Trotsky se opuso a la misma y no tardó en condenarla. Y desde la cárcel Antonio Gramsci le confesaba a un recluso socialista, Sandro Pertini, que esa consigna que debilitaba la resistencia al fascismo “era una estupidez”. Tanto el revolucionario ruso como el fundador del PCI eran conscientes de que el sectarismo de esa táctica expresaba un temerario desprecio por el riesgo que presentaba la coyuntura y que su implementación terminaría por abrir la puerta a los horrores del nazismo, clausurando por mucho tiempo las perspectivas de la revolución socialista en Europa. La Tercera Internacional abandonó esa postura en su VIIº y último congreso, en 1935, para adoptar la tesis de los frentes populares o frentes únicos antifascistas. Pero ya era demasiado tarde y el fascismo se había enseñoreado de buena parte de Europa.
El supuesto que subyacía a la tesis del “socialfascismo” era que todos los partidos, a excepción de los comunistas, constituían una masa reaccionaria y que no había distinciones significativas entre ellos. Llama la atención el profundo desconocimiento que esta doctrina evidenciaba en relación a lo que Marx y Engels habían escrito en el Manifiesto Comunista. En su capítulo II dicen, por ejemplo, que “los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros. (….) Los comunistas sólo se distinguen de los demás partidos proletarios en que, por una parte, en las diferentes luchas nacionales de los proletarios, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad; y, por otra parte, en que, en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.” 
Y Lenin, a su vez, durante el curso de la Revolución Rusa reiteradamente subrayó la necesidad de que los bolcheviques elaborasen una política de alianzas con otras fuerzas políticas que preservando la autonomía e identidad política de los comunistas pudiese, en dadas ocasiones, llevar a la práctica acciones e iniciativas concretas que hicieran avanzar el proceso revolucionario. Había, tanto en los fundadores del materialismo histórico como en el  líder ruso una clara idea de que podía haber partidos obreros, o representantes de otras clases o grupos sociales (la pequeña burguesía es el ejemplo más corriente) con los cuales podían forjarse alianzas transitorias y puntuales y que nada podría ser más perjudicial para los intereses de los trabajadores que desestimar esa posibilidad y, de ese modo, abrir la puerta a la victoria de las expresiones más recalcitrantes y violentas de la burguesía. Volveremos sobre este tema más adelante.
Lo anterior viene a cuento porque en los últimos días muchos compañeros y amigos del Brasil me hicieron llegar mensajes o artículos en donde anunciaban su intención de abstenerse en el ballotage del 26 de Octubre, o de votar en blanco o nulo, con el argumento de que tanto Aécio como Dilma eran lo mismo, y que para la causa popular daba igual la victoria de uno u otro. El pueblo brasileño, decían, sufrirá los rigores de un gobierno que, en cualquier caso, estará al servicio del gran capital y en contra de los intereses populares. El motivo de estas líneas es demostrar el grave error en que se incurriría si se obrara de esa manera. Al igual que la desastrosa política del “socialfascismo”, que pavimentó el camino de Hitler al poder, la tesis de que Aécio y Dilma “son lo mismo” va a tener, en caso de que triunfe el primero, funestas consecuencias para las clases populares del Brasil y de toda América Latina, más allá de la obviedad de que Aécio no es Hitler y que el PSDB no es el Partido Nacional Socialista Alemán.
El análisis marxista enseña que, en primer lugar, resolver los desafíos de la coyuntura exige como tantas veces lo dijera Lenin, un “análisis concreto de la situación concreta” y no tan sólo una manipulación abstracta de categorías teóricas. Decir que Aécio y Dilma son políticos burgueses es una caracterización tan grosera como sostener que el capitalismo brasileño es igual al que existe en Finlandia o Noruega -los dos países más igualitarios del planeta y con mayores índices de desarrollo humano según diversos informes producidos por las Naciones Unidas. A partir de una interpretación tan genérica como esa será imposible extraer una lúcida “guía para la acción” que oriente la política de las fuerzas populares. Ningún análisis serio del capitalismo, al menos desde el marxismo, puede limitar su examen al plano de las determinaciones esenciales que lo caracterizan como un modo de producción específico. Mucho menos cuando se trata de analizar una coyuntura política en donde los fundamentos estructurales se combinan con factores y condicionamientos de carácter histórico, cultural, idiosincráticos y, por supuesto, políticos e internacionales.
Al hacer caso omiso del papel que juegan estos factores concretos se cae en lo que Gramsci criticó como “doctrinarismo pedante”, prevaleciente en el infantilismo izquierdista que proliferó en Europa en los años veinte y treinta del siglo pasado. Por esta misma razón decir que Hitler y León Blum eran dos políticos burgueses no hizo posible avanzar siquiera un milímetro en la comprensión de la dinámica política desencadenada por la crisis general del capitalismo en Europa, para ni hablar de la capacidad para enfrentar eficazmente la amenaza fascista. En un caso había un déspota sanguinario, fervientemente anticomunista, que sumiría a su país y a toda Europa en un baño de sangre; en el otro, a un primer ministro socialista de Francia, líder del Frente Popular, que acogía a los alemanes e italianos que huían del fascismo y que se opuso, infructuosamente para desgracia de la humanidad, a los planes de Hitler. Era evidente que ambos no eran lo mismo, a pesar de su condición de políticos burgueses. Pero el sectarismo ultraizquierdista pasó por alto estas supuestas nimiedades y, con su miopía política, facilitó la consolidación de los regímenes fascistas en Europa.
Segundo, cualquiera mínimamente informado sabe muy bien que por sus convicciones ideológicas, por su inserción en un partido como el PSDB y por su trayectoria política Aécio representa la versión dura del neoliberalismo: imperio irrestricto de los mercados, desmantelamiento del nefasto “intervencionismo estatal”, reducción de la inversión social, “permisividad” medioambiental y apelación a la fuerza represiva del estado para mantener el orden y contener a los revoltosos. Fue por eso que nada menos que el Club Militar -un antro de golpistas reaccionarios, nostálgicos de la brutal dictadura de 1964- decidió brindarle su apoyo dado que según sus integrantes el ex gobernador de Minas Gerais posee “las  credenciales necesarias para interrumpir el proyecto de poder del PT, que marcha hacia la sovietización del país”. Más allá del desvarío que manifiestan los proponentes de este disparate sería un gesto de imprudencia que la izquierda no tomara nota del creciente proceso de fascistización de amplios sectores de las capas medias y el clima macartista que satura diversos ambientes sociales y que, en consecuencia,  desestimara la trascendencia de lo que significa el explícito apoyo a Aécio de parte de los militares golpistas, el sector más reaccionario (y muy poderoso) de la sociedad brasileña. Que tras la vergonzosa capitulación de Marina, Aécio haya prometido asumir como propia la “agenda social y ecológica” de aquella es apenas una maniobra propagandística que sólo espíritus incurablemente ingenuos pueden creer.
Tercero, la indiferencia de un sector de la izquierda brasileña ante el resultado del ballotage re-edita el suicida optimismo con que Thälmann enfrentó, ya desde la cárcel, la estabilización del régimen nazi: “después de Hitler” –decía a sus compañeros de infortunio, tratando de consolarlos- “venimos nosotros”.  Se equivocó, trágicamente. ¿Alguien puede pensar que después de Aécio florecerá la revolución en Brasil? Lo más seguro es que se inicie un ciclo de larga duración en donde las alternativas de izquierda, inclusive de un progresismo “light” como el del PT, desaparezcan del horizonte histórico por largos años, como ocurriera después del golpe de 1964. Es ilusorio pensar que bajo Aécio las clases y capas populares dispondrán de condiciones mínimas como para reorganizarse después de la debacle experimentada por las suicidas políticas del PT; que nuevos movimientos sociales podrán aparecer y actuar con un cierto grado de libertad en una escena pública cada vez más controlada y acotada por los aparatos represivos del estado y las tendencias fascistizantes arriba anotadas; o que nuevas fuerzas partidarias podrán irrumpir para disputar, desde la calle o desde las urnas, la supremacía de la derecha.
Cuarto, va de suyo que la opción que enfrentará el pueblo brasileño el próximo 26 de Octubre no es entre reacción y revolución. Es entre la restauración conservadora que representa Neves y la continuidad de un neodesarrollismo surcado por profundas contradicciones pero proyectado al Planalto por lo que en su momento fue el más importante partido de masas de izquierda de América Latina.  Pese a su deplorable capitulación ante las clases dominantes del Brasil, su incapacidad para comprender la gravedad de la amenaza imperialista que se cierne sobre su país -¡el más rodeado de bases militares norteamericanas de toda América Latina!- y el abandono de su programa original, el PT conserva todavía la fidelidad de un segmento mayoritario de los condenados de la tierra en Brasil y un cierto compromiso, pocas veces honrado pero aun así presente, con las aspiraciones emancipatorias de las clases populares que en 1980 le dieron nacimiento. Por eso, ante la ralentización de la reforma agraria en Brasil Dilma al menos siente que tiene que salir y explicar al MST las razones de comportamiento y prometer la adopción de algunas medidas para modificar esa situación. Aécio, en cambio, no tiene nada que ver con el MST ni con los campesinos brasileños, y ante sus reclamos responderá con la policía militarizada.
Quinto, lo anterior no implica exaltación alguna del PT, que en su triste involución pasó de ser una organización política moderadamente progresista a un típico “partido del orden” al cual el adjetivo de “reformista” le queda grande. Tampoco se desprende de nuestro razonamiento la necesidad o conveniencia de que las fuerzas de izquierda establezcan una alianza con el PT o sellen acuerdos
programáticos con él de cara al futuro. Pero en la actual coyuntura, definida por el hecho institucional de las elecciones presidenciales y no por la inminencia de una insurrección popular revolucionaria, el voto por Dilma es el único instrumento disponible en el Brasil para evitar un mal mayor, mucho mayor. Los compañeros que abogan por la neutralidad o la indiferencia deberían, para ser honestos, señalar cuál es la otra fuerza política que podría impedir la victoria de Aécio, y cuál es la estrategia política a utilizar para tal efecto, sea electoral (que no la hay) o extra-institucional o insurreccional, que nadie logra atisbar en el horizonte. Si no hay otra arma la izquierda no puede refugiarse en una pretendida neutralidad. 
Y si se logra derrotar la reacción conservadora liderada por el PSDB (como muchos en América Latina y el Caribe fervientemente esperamos) habrá que aprovechar los cuatro años restantes para reorganizar el campo popular desorganizado, desmoralizado y desmovilizado por las políticas del PT. Y someter al segundo gobierno de Dilma a una crítica implacable, empujándola “desde abajo”, desde los movimientos sociales y las nuevas fuerzas partidarias, a adoptar las políticas necesarias para un ataque a fondo contra la pobreza y la desigualdad, contra la prepotencia de los oligopolios y los chantajes de las clases dominantes aliadas al imperialismo. En el plano internacional el triunfo de los tucanos tendría gravísimas consecuencias porque entronizaría en el Planalto a una fuerza política sometida por completo a los dictados de la Casa Blanca;  sabotearía los procesos de integración supranacional en marcha como el Mercosur, la UNASUR y la CELAC; serviría como cabecera de playa para atacar a la Revolución Bolivariana y los gobiernos de izquierda y progresistas de la región; para aislar a la Revolución Cubana y para ofrecer el apoyo material y personal de Brasil para las infinitas guerras del imperio. No es que el imperio sea omnisciente, pero se equivoca muy poco a la hora de identificar a quienes no se pliegan incondicionalmente ante sus mandatos. Por algo ha lanzado, junto con sus aliados locales, una tremenda campaña internacional para que su candidato, Aécio, triunfe el próximo domingo. Nadie en la izquierda puede ignorar que, si tal cosa llegara a ocurrir, una larga noche se cerniría sobre América Latina y el Caribe, abriendo un paréntesis ominoso que quien sabe cuánto tiempo tardaríamos en cerrar. Sin extremar las analogías históricas convendría meditar sobre la suerte corrida por Thälmann y sus camaradas comunistas gracias a la adopción de una tesis que sostenía la esencial igualdad de todos los partidos políticos burgueses. 
Vea sobre este tema: NÉSTOR KISCHNER, UN HOMBRE DE IZQUIERDA

Antonio Muñoz, el Gigante del Escambray, habla con la prensa en Miami (VIDEO)

miércoles, 15 de octubre de 2014

La Sala de Conciertos José White de Matanzas, casi lista (FOTOS)

Después de muchos años de restauración capital, la Sala de Conciertos José White de Matanzas debe reinaugurarse antes de que finalice el año. En su interior aún trabajan los constructores y decoradores. Inicialmente se había anunciado la reapertura para el mes de julio, pero el sistema del aire acondicionado, que hace meses se encuentra en el país, no acaba de llegar a la ciudad. Sin él, no pueden cerrarse los techos y concluirse la bella obra.  
E. U. G.
Fachada exterior de la Sala
Recibidor de la Sala. Al final, el busto de José White
Sala de conciertos. Estas sillas serán ubicadas después de que se coloque la alfombra
Uno de los espaciosos camerinos
Camerino para los hombres. Detalles finales.
Patio interior. En la pared se ubicará un mural de cerámica
Detalles del techo en el patio

martes, 14 de octubre de 2014

Lecciones históricas para Obama

Palabras de presentación del libro De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba. 13 de octubre de 2014, Sala Villena de la UNEAC  

Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales Domínguez
Nos complace muchísimo poder presentar esta segunda edición ampliada del libro: De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, de conjunto con la obra Back Channel to Cuba. The Hidden History of the Negotiations between Washington and Havana, de los amigos y reconocidos investigadores estadounidenses William Leogrande y Peter Kornbluh, y teniendo nada más y nada menos de moderador a Ramón Sánchez Parodi, quien fuera uno de los principales protagonistas de la historia que abordan ambos textos, además de ser un profundo conocedor y estudioso de las relaciones Estados Unidos-Cuba. Le reiteramos a Parodi nuestro agradecimiento por haber tenido la gentileza de acompañarnos y además haber escrito para nuestro libro un excelente prólogo.
El hecho de que hoy podamos estar presentando al unísono dos textos sobre una arista tan poco explorada en estudios anteriores sobre el conflicto Estados Unidos-Cuba, con la visión tanto de autores cubanos, como estadounidenses, dice mucho de los estrechos vínculos que han alcanzado nuestros pueblos en materia de intercambio académico y cultural, y de lo que pudiera ser en un futuro, de no existir las regulaciones que hoy lo limitan. Por otro lado, habría que decir que cada vez son más las voces dentro de la academia estadounidense que manifiestan su rechazo a la política de bloqueo y agresión contra Cuba y abogan por una urgente “normalización” de las relaciones entre ambos países. William Leogrande y Peter Kornbluh son una muestra muy elocuente de ello.
El libro que hoy presentamos creció considerablemente en comparación con el publicado en el 2011 por la Editorial de Ciencias Sociales, gracias a los valiosos documentos cubanos a los que pudimos acceder en los últimos años, el examen de numerosas fuentes documentales de los archivos estadounidenses recientemente desclasificados y la realización de nuevas y más extensas entrevistas con actores históricos de ambos países. De esta manera aparecen en el libro nuevos tópicos y pasajes históricos, convertidos en epígrafes y capítulos. Asimismo, tuvimos la oportunidad en esta edición de incrementar los documentos que aparecen como anexos, los que estarán ahora a disposición de otros investigadores y estudiosos del tema.
Quiero advertir que, aunque en el libro se hace mención a los diferentes momentos de negociación entre los Estados Unidos y Cuba, luego de la ruptura de las relaciones diplomáticas en 1961 hasta la actualidad, no se abordan a plenitud todas esas experiencias. Preferimos más bien en este obra concentrarnos en los momentos cumbres de esta diplomacia secreta, de acercamientos y diálogos entre Washington y La Habana, o lo que incluso se llamó por la parte estadounidense: “procesos de normalización de las relaciones”, que únicamente tuvieron lugar durante la administraciones de Gerald Ford (1974-1977) y Jimmy Carter (1977-1981), aunque como explicamos en el primer capítulo, en el año 1963, durante la administración Kennedy, hubo ciertos tanteos diplomáticos de acercamiento que aún hoy nos hacen preguntarnos en qué hubiesen terminado de no haber ocurrido el asesinato del presidente demócrata, el 22 de noviembre del propio año en Dallas.
Al ser el período de la administración Carter en el que más lejos pudo avanzarse en el camino hacia una posible “normalización” de las relaciones, le dedicamos el mayor espacio del libro. Lo ocurrido en esos años en cuanto a conversaciones, negociaciones y gestos de ambos lados, no tenía precedentes, ni pensamos haya sido superado hasta nuestros días. La administración Obama, teniendo incluso un contexto más favorable, ha quedado muy rezagada en comparación con lo que en su momento hizo Carter en cuanto a una  posible “normalización” de las relaciones con Cuba. De ahí que esta etapa, en particular, ofrece una serie de lecciones de extraordinaria valía para el presente y el futuro de las relaciones bilaterales. No se trata solo de una cuestión de aportar a la ciencia histórica, sino de que ese aporte pueda tener también algún impacto transformador en nuestra contemporaneidad, que se traduzca en la búsqueda de una solución al ancestral conflicto Estados Unidos-Cuba, que nos mueva, si bien no a una normalización entendida en su forma clásica, al menos a una relación más civilizada o a un modus vivendi entre adversarios ideológicos.
Ahora bien, consideramos que lo más interesante en esta nueva presentación, para no repetirnos, sería en primer lugar fijar nuestros puntos de vistas sobre el por qué del fracaso del proceso de “normalización” de las relaciones durante los mandatos presidenciales de Gerald Ford y Jimmy Carter y luego polemizar un tanto con algunos asertos que en torno al tema se han emitido durante años, fundamentalmente por autores foráneos.


lunes, 13 de octubre de 2014

10 de octubre en Matanzas, con un libro y una guitarra (FOTOS)

El viernes10 de octubre –que como el 9, es día de Quijotes–, tuvo lugar la Peña Trovadores y punto que conduce en Matanzas el talentoso Rey Montalvo. Fui esta vez invitado a presentar mi libro Ser, parecer, tener. Noche hermosa. Como no puedo traerles la música que escuchamos, les dejo algunas fotos. E. U. G.
Los "Reyes" (padre e hijo), de la Dinastía Montalvo 
Yeilén Delgado lee poemas de Marilyn Bobes
Este soy yo. Presentación de mi libro Ser, parecer, tener
Trovadores santiagueros que andan por La Habana y se presentan en Matanzas (son de la loma y cantan en el llano...)
Parejas famosas 1
Parejas famosas 2
Parejas famosas 3
Final de emergencia bajo techo (afuera: el diluvio), con uno cola'o
Posfinal en casa de Baby y Rey

domingo, 12 de octubre de 2014

¿Por qué ganó Evo?

Atilio A. Boron 
La aplastante victoria de Evo Morales tiene una explicación muy sencilla: ganó porque su gobierno ha sido, sin duda alguna, el mejor de la convulsionada historia de Bolivia. “Mejor” quiere decir, por supuesto, que hizo realidad la gran promesa, tantas veces incumplida, de toda democracia: garantizar el bienestar material y espiritual de las grandes mayorías nacionales, de esa heterogénea masa plebeya oprimida, explotada y humillada por siglos. No se exagera un ápice si se dice que Evo es el parteaguas de la historia boliviana: hay una Bolivia antes de su gobierno y otra, distinta y mejor, a partir de su llegada al Palacio Quemado. Esta nueva Bolivia, cristalizada en el Estado Plurinacional, enterró definitivamente a la otra: colonial, racista, elitista que nada ni nadie podrá resucitar. Un error frecuente es atribuir esta verdadera proeza histórica a la buena fortuna económica que se habría derramado sobre Bolivia a partir de los “vientos de cola” de la economía mundial, ignorando que poco después del ascenso de Evo al gobierno aquella entraría en un ciclo recesivo del cual todavía hoy no ha salido.  Sin duda que su gobierno ha hecho un acertado manejo de la política económica, pero lo que a nuestro juicio es esencial para explicar su extraordinario liderazgo ha sido el hecho de que con Evo se desencadena una verdadera revolución política y social cuyo signo más sobresaliente es la instauración, por primera vez en la historia boliviana, de un gobierno de los movimientos sociales.  El MAS no es un partido en sentido estricto sino una gran coalición de de organizaciones populares de diverso tipo que a lo largo de estos años se fue ampliando hasta incorporar a su hegemonía a sectores “clasemedieros” que en el pasado se habían opuesto fervorosamente al líder cocalero. Por eso no sorprende que en el proceso revolucionario boliviano (recordar que la revolución siempre es un proceso, jamás un acto) se hayan puesto de manifiesto numerosas contradicciones que Álvaro García Linera, el compañero de fórmula de Evo, las interpretara como las tensiones creativas propias de toda revolución. Ninguna está exenta de contradicciones, como todo lo que vive; pero lo que distingue la gestión de Evo fue el hecho de que las fue resolviendo correctamente, fortaleciendo al bloque popular y reafirmando su predominio en el ámbito del estado.  Un presidente que cuando se equivocó -por ejemplo durante el “gasolinazo”  de Diciembre del 2010- admitió su error y tras escuchar la voz de las organizaciones populares anuló el aumento de los combustibles decretado pocos días antes. Esa infrecuente sensibilidad para oír la voz del pueblo y responder en consecuencia es lo que explica que Evo haya conseguido lo que Lula y Dilma no lograron: transformar su mayoría electoral en hegemonía política, esto es, en capacidad para forjar un nuevo bloque histórico y construir alianzas cada vez más amplias pero siempre bajo la dirección del pueblo organizado en los movimientos sociales.
Obviamente que lo anterior no podría haberse sustentado tan sólo en la habilidad política de Evo o en la fascinación de un relato que exaltase la epopeya de los pueblos originarios. Sin un adecuado anclaje en la vida material todo aquello se habría desvanecido sin dejar rastros.  Pero se combinó con muy significativos logros económicos que le aportaron las condiciones necesarias para construir la hegemonía política que ayer hizo posible su arrolladora victoria. El PIB pasó de 9.525 millones de dólares en 2005 a 30.381 en 2013, y el PIB per Cápita saltó de 1.010 a 2.757 dólares entre esos mismos años. La clave de este crecimiento -¡y de esta distribución!- sin precedentes en la historia boliviana se encuentra en la nacionalización de los hidrocarburos. Si en el pasado el reparto de la renta gasífera y petrolera dejaba en manos de  las transnacionales el 82 % de lo producido mientras que el Estado captaba apenas el 18 % restante, con Evo esa relación se invirtió y ahora la parte del león queda en manos del fisco. No sorprende por lo tanto que un país que tenía déficits crónicos en las cuentas fiscales haya terminado el año 2013 con 14.430 millones de dólares en reservas internacionales (contra los 1.714 millones que disponía en 2005). Para calibrar el significado de esta cifra basta decir que las mismas equivalen al 47 % del PIB, de lejos el porcentaje más alto de América Latina. En línea con todo lo anterior la extrema pobreza bajó del 39 % en el 2005 al 18 % en 2013, y existe la meta de erradicarla por completo para el año 2025.
Con el resultado de ayer Evo continuará en el Palacio Quemado hasta el 2020, momento en que su proyecto refundacional habrá pasado el punto de no retorno. Queda  por ver si retiene la mayoría de los dos tercios  en el Congreso, lo que haría posible aprobar una reforma constitucional que le abriría la posibilidad de una re-elección indefinida. Ante esto no faltarán quienes pongan el grito en el cielo acusando al presidente boliviano de dictador o de pretender perpetuarse en el poder.  Voces hipócritas y falsamente democráticas que jamás manifestaron esa preocupación por los 16 años de gestión de Helmut Kohl en Alemania, o los 14 del lobista de las transnacionales españolas, Felipe González. Lo que en Europa es una virtud, prueba inapelable de previsibilidad o estabilidad política, en el caso de Bolivia se convierte en un vicio intolerable que desnuda la supuesta esencia despótica del proyecto del MAS. Nada nuevo: hay una moral para los europeos y otra para los indios. Así de simple. ​

jueves, 9 de octubre de 2014

Elecciones brasileñas: ¿volver al pasado?

Ángel Guerra Cabrera
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil(26/10) se perfila como una dura batalla política; con los datos disponibles hoy, sería irresponsable dar por segura la victoria de uno de los dos contrincantes.
De un lado la ex guerrillera y actual presidenta Dilma Rousseff, candidata del Partido del Trabajo(PT) con una admirable ejecutoria. Ha sido, siempre junto a Lula, pero en el máximo cargo ejecutivo en los últimos cuatro años, protagonista de las políticas que sacaron de la pobreza a 40 millones de brasileños, otorgaron becas a cientos de miles de jóvenes de bajos ingresos,  facilitaron créditos para vivienda popular como nunca antes, impulsaron la  construcción de cientos de miles de kilómetros de carreteras y obras de infraestructura, acometieron la contratación de miles de médicos cubanos y de otros países para trabajar en lugares alejados.
Capítulo aparte merece su gestión internacional en defensa de la soberanía e independencia, a favor de la unidad e integración de América Latina y el Caribe, solidaria con la Venezuela chavista, con Cuba y con todos los procesos antineoliberales de la región y a favor de la paz mundial. Con Lula y Dilma Brasil pasó de ser un aliado de Estados Unidos sin apenas peso internacional a convertirse en la séptima economía del mundo, con un importante liderazgo no solo a escala latinoamericana sino mundial, lo que le ganó un asiento en los BRICS, cuya existencia ha debilitado la hegemonía de Washington.
Frente a Dilma, Aecio Neves, candidato del neoliberal Partido Social Demócrata Brasileño(PSDB), favorito de Wall Street, un playboy pero colmilludo político procedente de una dinastía de la política tradicional brasileña, estrechamente ligado al núcleo duro neoliberal que desea el predominio del capital financiero y del agronegocio exportador –muy vinculados entre sí- sobre cualquier otra consideración, detesta las políticas sociales del PT y anhela el distanciamiento de Brasil respecto a Argentina y a toda América Latina y su regreso a la condición de aliado de Estados Unidos y la Unión Europea, así como su ingreso a los tratados de libre comercio. De él y de la candidata Marina da Silva(tercera en votación) dijo el patriarca neoliberal Fernando Henrique Cardoso que cualquiera de los dos garantizaría el regreso de Brasil a las políticas de libre mercado y a la alianza con Estados Unidos.
Neves fue gobernador de Minas Gerais durante dos periodos. Allí tiene a los maestros como sus enemigos principales pues le imputan haber ocasionado un grave daño a la educación al rebajarle el presupuesto. Es además, una doble derrota de Neves que el candidato a gobernador de Minas Gerais por el PSDB haya sido vapuleado por el abanderado del PT. Y no solo eso, sino que Dilma lo haya superado ampliamente en votos en el feudo político de él y su familia.
Llegados a este punto la pregunta es cómo es posible que Dilma no tenga asegurada la reelección con una obra de gobierno tan favorable a los sectores populares y a los intereses de Brasil y América Latina. La respuesta es compleja pero los datos de votación de la primera vuelta son elocuentes. Aunque Dilma ganó tuvo la menor votación de un candidato del PT. Su ventaja sobre Neves fue de más de 8 millones de votos pero los sufragios sumados de este y de Marina Da Silva sobrepasan los de Dilma en más de 13 millones. Aunque seguramente no todos los votantes de da Silva sufragarán por Neves en segunda vuelta, es obvio que lo harán los más derechistas, una franja importante. Otros lo harán por Dilma si se les atrae.
Pero el problema más grave para Dilma es la feroz y creciente campaña contra su gobierno de todos los grandes medios de difusión brasileños que a su vez no escatiman mimos para Neves, la inexistencia de medios del PT o públicos y una pésima política de comunicación que Emir Sader considera “el más grave error del PT”, al extremo que da por sentado que, basada principalmente en mentiras y calumnias, la mafia mediática ha logrado crear un consenso desfavorable al petismo en ciertos sectores de la población, que no es posible revertir en el poco tiempo que queda.
El reconocido líder petista Valter Pomar considera que es necesario anunciar ya las nuevas medidas de beneficio popular que aplicará un nuevo gobierno del PT, entre ellas la convocatoria de una Asamblea Constituyente que permita una democratización a fondo del Estado brasileño.
Mi intuición me dice que ganará Dilma, para hacer un mejor gobierno, como ya anuncia.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Se presentará en Matanzas el libro Ser, parecer, tener


Yeilén Delgado Calvo
Girón
El texto Ser, parecer, tener. Debates en y por la Isla Desconocida del investigador y periodista Enrique Ubieta llegará a Matanzas, a través de la peña de Rey Montalvo, Trovadores y Punto. Será el venidero viernes diez de octubre, a las nueve de la noche, en la Casa de Cultura Bonifacio Byrne de la ciudad.
Presentarán en Matanzas libro de Ubieta
El título se presentará por primera vez fuera de la capital cubana, luego de su lanzamiento en la Casa del ALBA Cultural en julio último. Bajo el sello de la Casa Editora Abril y con ilustraciones del caricaturista Arístides E. Hernández Guerrero (ARES), recoge una selección de trabajos publicados por el autor, entre 2001 y 2013, en su blog personal La isla desconocida.
Trovadores y Punto, se realiza el segundo viernes de cada mes con el auspicio de la dirección municipal de cultura. Es el único espacio permanente del proyecto iberoamericano Canto de Todos fuera de La Habana.
En él, Rey Montalvo apuesta por el rescate de los valores de la cultura cubana y matancera desde la confluencia de trova con las más diversas expresiones artísticas: artes plásticas, realización audiovisual, danza y literatura.
Se han presentado allí los libros Silvio, aprendiz de brujo del mexicano Eduardo Veltierra, Girón en la memoria, de Víctor Casaus y varios números de La Calle del Medio. En esta, la edición 21, Rey compartirá escenario, además, con trovadores del Oriente del país y poetas matanceros.

martes, 7 de octubre de 2014

Los desafíos de Dilma

Atilio A. Boron
Se complica el escenario en Brasil, por varias razones que pasamos a exponer sucintamente.
Uno, porque Dilma tuvo la peor votación en la primera vuelta electoral desde que el PT triunfara en las presidenciales del 2002. En la primera vuelta de ese año Lula obtuvo 45.4 % de los votos, y 48.6 % en 2006. En el 2010 Dilma recogió -favorecida por el alto nivel de aprobación de Lula- el 46.8 % del voto popular. El domingo pasado, en cambio, apenas si recogió el 41.5 %. El salto para llegar a la mayoría absoluta será ahora más largo, y habrá que ver de donde podrán venir los votos que le hacen falta. Es probable que una parte de quienes votaron por Marina encuentren intolerable canalizar sus preferencias hacia Aécio Neves, pero en este terreno por ahora sólo hay conjeturas. Entre Dilma, Aécio y Marina suman el 96 % de los sufragios, de modo que no existen grandes contingentes de electores que se puedan redistribuir entre los dos finalistas más allá de los votantes de Marina o de una posible disminución del abstencionismo electoral, que llegó al 19.4 %. Es posible que una intensa campaña del PT y un renovado protagonismo de Lula puedan hacer que esa proporción descienda algunos puntos, pero no hay certeza alguna de que ello vaya a ocurrir. 
Dos, se complica también porque su contendiente ya no es una voluble y fugaz estrella mediática sino un representante orgánico del establishment conservador brasileño. Miembro del PSDB, el partido del ex presidente Fernando H. Cardoso, Aécio fue un ardoroso crítico de los gobiernos petistas, a quienes acusa de haber ahuyentado la inversión extranjera y creado un clima poco favorable para los negocios, imputaciones éstas que carecen de asidero en la realidad. Furibundo antichavista, más aún que Marina, Neves es de los que creen que Brasil poco o nada tiene que hacer en América Latina. Su destino es asociarse a los proyectos imperiales de Estados Unidos y sus cómplices europeos. Como tantos en la derecha latinoamericana no percibe lo que las mentes más agudas del imperio han alertado hace rato: que Estados Unidos comenzó una lenta pero progresiva e irreversible declinación y que su agonía estará signada por violentos estertores e innumerables guerras. En esa curva descendente no habrá amigos permanentes, como aspira Aécio que Brasil sea de Estados Unidos, sino intereses permanentes. Y para Washington los amigos de ayer: Saddam Hussein, Osama bin Laden o los sunitas fanáticos que ayudara a crear junto a las retrógradas teocracias del Golfo, Israel y algunos compinches europeos pueden convertirse de la noche a la mañana –como hoy ocurre con el Estado Islámico- en los infames enemigos de la libertad y la democracia. Aécio no lo sabe, pero Brasil no será la excepción en esta materia. Por algo es el país sudamericano más cercado por bases militares estadounidenses. Sólo una mente muy ofuscada es incapaz de extraer las ominosas conclusiones de lo que eso significa para el futuro de la “amistad” con Estados Unidos.   
Tres, para prevalecer Dilma deberá reconquistar una parte de la base social del PT que, desilusionada con su gobierno, manifestó su desencanto votando a Marina. Para ello deberá demostrar que su segundo turno va a ser distinto al primero, al menos en algunas materias sensibles en lo económico y social. Si su propuesta se asemeja a la de su rival estará perdida, porque los pueblos invariablemente prefieren el original a la copia. Tendrá que diferenciarse por izquierda profundizando las reformas que pongan fin a la intolerable desigualdad económica y social del Brasil, a los estragos del agronegocio, a la depredación medioambiental, a su vergonzosa regresividad tributaria y a las escandalosas ganancias embolsadas por el capital financiero y los oligopolios durante los gobiernos petistas. En estos temas su record durante su primer mandato ha sido en el mejor de los casos mediocre. ¿Podrá convencer al electorado que si es re-electa las cosas serán diferentes?
Cuarto y último, será preciso para ello desandar el camino que, desde el 2003, desmovilizó al PT, convirtiendo al otrora vibrante partido socialista de los ochentas y los noventas en un espectro que vegeta en los recintos parlamentarios y los despachos de la burocracia estatal. Como resultado, tras de sí Dilma tiene el enorme prestigio de Lula pero no a un partido. Alguien podrá replicar que tampoco lo tiene Aécio, y es verdad. Pero este tiene con que  reemplazar esa falencia: los oligopolios mediáticos que cumplen con la función de un partido, de ese “príncipe moderno” del que hablaba Gramsci.  Crean un estado de opinión, suscitan temores o entusiasmos favorables a los intereses dominantes,  fijan la agenda de la vida pública, convocan a la acción, favorecen la organización de los descontentos y fomentan la pasividad de quienes piensan que el PT ya les dio lo que merecían. Esos medios están totalmente jugados a favor de Aécio, por lo que la debilidad organizativa del PSDB le tiene sin cuidado. Para colmo, el PT perdió la calle y la pasión de un pueblo porque desde su llegada al gobierno cayó en la vieja trampa de la ideología burguesa: hacer que los nuevos grupos recién llegados al poder, deslumbrados por sus luces y sus tentaciones, se olviden que la política es una práctica que se nutre de la dialéctica entre líderes y pueblo. Al obrar de esta manera aquella fue enviada al desván de las cosas inservibles, o de los anacronismos históricos, y reemplazada por la gestión administrativa y tecnocrática de la cosa pública, con sus sesgo inherentemente conservador y refractario a cualquier cambio. Fatal error cometido en la anterior campaña presidencial cuando se presentó a la actual presidenta bajo el eslogan “una gerenta para Brasil,”  olvidando que una nación no es una empresa y que si estas tienen gerentes lo que aquella necesita son líderes. Ahora a Dilma sólo la podrá salvar la política y no sus presuntas aptitudes gerenciales.
Conclusión: la mayoría electoral que Lula construyó con extraordinaria mezcla de paciencia y habilidad no logró transformarse en hegemonía política: esto es, en una dirección intelectual y moral que garantizase la irreversibilidad de los importantes avances registrados en algunas áreas de la vida social pero que, a juicio de la ciudadanía, fueron insuficientes. Cambios que mejoraron la condición del pueblo brasileño pero que no fueron hechos con el protagonismo del pueblo sino por un poder filantrópico que desde arriba desmovilizaba, despolitizaba e inducía a la pasividad a cambio de la inédita generosidad oficial. La actividad política era un ruido que alteraba la calma que requerían los tecnócratas y los mercados para seguir enriqueciendo a los ricos. El PT en el poder no supo contrarrestar esa estrategia, y ahora necesita repolitizar  y concientizar, en tres semanas, a un sector importante del pueblo brasileño. Ojalá que lo consiga, ya que la victoria de Aécio sería un desastre para las clases y capas populares del Brasil y para América Latina, porque liquidaría los avances duramente  conquistados en el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC, y Estados Unidos contaría, al fin, con el Caballo de Troya perfecto para destruir desde adentro el sueño de la Patria Grande latinoamericana.

lunes, 6 de octubre de 2014

Dos libros sobre las relaciones Cuba - USA (próximamente en la Sala Villena de la UNEAC)

Presentación del recién publicado libro Back Channel to Cuba. The Hidden History of Negotiations Between Washington and Havana (The University of North Carolina Press, 2014), de los investigadores estadounidenses William M. Leogrande y Peter Kornbluh, y de la segunda edición ampliada del título,
De la confrontación a los intentos de “normalización”. La política de los Estados Unidos hacia Cuba (Editorial de Ciencias Sociales, 2014), de los autores cubanos Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales Domínguez. Ambos textos abordan, desde la visión de los autores, una arista muy poco explorada en estudios anteriores sobre el conflicto Estados Unidos-Cuba: los momentos de negociación, acercamientos o diálogos entre las autoridades de ambos países, o lo que pudiera denominarse la historia de la diplomacia
secreta, que ha pervivido por más de 50 años junto a la conocida conflictividad bilateral. Lecciones imprescindibles para el presente y el futuro de las relaciones entre ambos países.
Moderador: Ramón Sánchez Parodi
Día: 13 de octubre
Lugar: Sala Villena de la UNEAC (17 no.354 e/ G y H, Vedado)
Hora: 4:00pm


sábado, 4 de octubre de 2014

Fidel Castro Ruz: Los héroes de nuestra época

Mucho hay que decir de estos tiempos difíciles para la humanidad. Hoy, sin embargo, es un día de especial interés para nosotros y quizá también para muchas personas.
A lo largo de nuestra breve historia revolucionaria, desde el golpe artero del 10 de marzo de 1952 promovido por el imperio contra nuestro pequeño país, no pocas veces nos vimos en la necesidad de tomar importantes decisiones.
Cuando ya no quedaba alternativa alguna, otros jóvenes, de cualquier otra nación en nuestra compleja situación, hacían o se proponían hacer lo mismo que nosotros, aunque en el caso particular de Cuba el azar, como tantas veces en la historia, jugó un papel decisivo.
A partir del drama creado en nuestro país por Estados Unidos en aquella fecha, sin otro objetivo que frenar el riesgo de limitados avances sociales que pudieran alentar futuros de cambios radicales en la propiedad yanki en que había sido convertida Cuba, se engendró nuestra Revolución Socialista.
La Segunda Guerra Mundial, finalizada en 1945, consolidó el poder de Estados Unidos como principal potencia económica y militar, y convirtió ese país —cuyo territorio estaba distante de los campos de batalla— en el más poderoso del planeta.

Robert Serra: nosotros seremos leales como tu en cada día de Revolución y Patria (FOTOS)


viernes, 3 de octubre de 2014

¿A qué va Yoani Sánchez a Washington?

Ángel Guerra Cabrera
El pasado 9 de septiembre Barbara Bodine, directora del Instituto de Estudios de la Diplomacia de la Universidad de Georgetown, en Washington, informó que la bloguera cubana Yoani Sánchez permanecería en ese centro de estudios durante el curso actual como becaria fellow del gigante comunicacional Yahoo.
La beca cuenta con una asignación de sesenta mil dólares, que se añaden a las cuantiosas percepciones recibidas por Sánchez a lo largo de los últimos años por concepto de premios y otros ingresos. Estos incluyen el salario mensual de 2000 euros como corresponsal del periódico El País en Cuba y el que recibe como vicepresidenta de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), enemiga jurada, al igual que el diario madrileño, de los gobiernos populares latinoamericanos y caribeños, y ente servil a las políticas cada vez más intervencionistas de Washington en nuestra región y en el mundo.
La Universidad de Georgetown es uno de los más importantes centros de formación de personal al servicio del imperialismo estadunidense. En su cuerpo directivo destacan ejecutivos de gigantescas corporaciones saqueadoras de pueblos, entre ellas el Grupo Carlyle y el banco de inversión Goldman Sachs.
Relumbran entre sus egresados el ex presidente de Estados Unidos William Clinton, uno de los principales impulsores de las políticas neoliberales a escala internacional y precursor del tipo actual de guerras de agresión yanquis, y  el ultraneoliberal Jose Manuel Durao Barroso, empobrecedor sistemático de decenas de millones desde su cargo de presidente de la Comisión Europea.
En su cuerpo docente destacan el genocida Henry Kissinger y la facinerosa Madeline Albright, ambos ex secretarios de Estado de Estados Unidos, el ex director de la CIA George Tenet y Carol Lancaster, ex directora adjunta de la USAID (ramal de la CIA). También ha enseñado en Georgetown el inefable José María Aznar.
Estos datos reconfirman a Yoani Sánchez como criatura de la CIA (véase ¿Quién está detrás de Yoani Sánchez? http://www.jornada.unam.mx/2012/02/26/opinion/024a1mun).
El tema es por qué la CIA la saca de Cuba. El organismo yanqui de subversión y espionaje había cifrado grandes esperanzas en los servicios que ella podía prestarle en Cuba como relevo de sus agentes de anteriores generaciones, desacreditados ante la ciudadanía como quinta columna pagada de Estados Unidos y por sus pugnas internas para disputarse el dinero que viene del exterior, que han escandalizado a sus propios operadores estadunidenses.
Por ello, la central de inteligencia yanqui dedicó una enorme inversión de recursos a la fabricación internacional de la imagen de la bloguera disidente, asunto contundentemente argumentado en el ya citado artículo de este diario. Sin embargo, la realidad es que Yoani ha sido un fiasco dentro de la isla. Carece de la menor capacidad de convocatoria y su blog es apenas leído.
Peor aún, el diario digital que dirige, lanzado este año con la mayor fanfarria y supuesto a oficiar como su plataforma política, no ha corrido mejor suerte. Por otro lado tanto ella como los contrarrevolucionarios veteranos se han desprestigiado aún más a consecuencia del intenso turismo político a que se han dedicado después de la reforma migratoria aprobada por La Habana en enero de 2013. Desde entonces hasta el 31 de agosto de este año habían visitado otros países y regresado a la isla 183 de ellos, la mayoría en varias ocasiones. Muchos han sido recibidos en la Casa Blanca y el Congreso, lo cual los desacredita más en Cuba, si cupiera.
Algunos han recibido cursos sobre estrategia no violenta y resistencia contra el comunismo en el Instituto Lech Walesa, de Polonia. Este año 97 han viajado a Estados Unidos, 26 a España y 10 a México. Varios de los visitantes a Estados Unidos y México se han capacitado en el uso de las nuevas tecnologías, de las técnicas del periodismo multimedia y en fundamentos de liderazgo, empoderamiento y acciones cívicas no violentas. La Universidad de la Florida ha instituido la cátedra Vaclav Havel  para instruirlos en el tema de las “transiciones” y 17 jóvenes cursaron estudios de derechos humanos como becarios en el Miami Dade College pero 3 decidieron no regresar a Cuba. Mal comienzo.
Inútil Sánchez dentro de Cuba lo único que le queda a la CIA es usarla como vocera de la contrarrevolución en el exterior y principalmente en Washington, en un momento en que el imperio se torna crecientemente agresivo.

jueves, 2 de octubre de 2014

América Latina y el Caribe: entre la profundización de los cambios y la amenaza de la “restauración conservadora”

Atilio A. Boron
A continuación comparto una reflexión inicial sobre las ponencias y discusiones sostenidas en el Encuentro que las fuerzas de izquierda y progresistas tuvieron en Quito los días 29 y 30 de Septiembre sobre el tema “Las revoluciones de la Patria Grande: retos y desafíos”.
Primero, la constatación de que el ciclo de ascenso del movimiento popular en América Latina y el Caribe se ha detenido. Por supuesto, la dinámica de la lucha de clases sigue su curso en los distintos países, y en algunos casos con mucha intensidad, en donde se puede observar un archipiélago de resistencias a los acelerados procesos de desposesión y saqueo perpetrados por las grandes transnacionales del “agronegocios” y la minería, principalmente. Ciclo que, sin duda, podrá renacer en no demasiado tiempo, pero no en la inmediatez de la coyuntura actual. En otras palabras, la formidable marea de carácter continental desatada a finales del siglo veinte con el triunfo de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales venezolanas de 1998 se ha estancado. Podría decirse que el punto más elevado de este ciclo ascendente fue la derrota del ALCA en Mar del Plata en Noviembre del 2005, y que el estallido de la nueva crisis general del capitalismo en 2008 fue la que marcó el principio del fin de aquella fase. Un ejemplo elocuente de este proceso lo proporciona el auge y decadencia del Foro Social Mundial de Porto Alegre, importantísimo en los primeros años del siglo y reducido a la irrelevancia en los últimos tiempos. Otro ejemplo lo aporta la constatación de la “corrida hacia la derecha” del centro de gravedad del espectro político en países como la Argentina, Brasil, Uruguay, otrora puntales de la “centroizquierda” latinoamericana; o las crecientes presiones ejercidas por el bloque oligárquico-imperialista sobre los gobiernos bolivarianos de Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Segundo, y como corolario de lo anterior, luego del desconcierto inicial y el retroceso experimentado por la derecha latinoamericana ante el avance del movimiento popular se desencadenó un proceso de reorganización y reacomodo de las fuerzas conservadoras. En línea con lo que observara Antonio Gramsci, en período de crisis estas mudan nombres, agendas, estrategias, tácticas, organizaciones y liderazgos para enfrentar, en nuestro caso bajo la dirección general de Washington, los desafíos planteados por la nueva situación. Las opciones son varias: apuesta al golpe de estado en Bolivia (2008) y Ecuador (2010) y fracasa, no por casualidad en dos países que habían experimentado vigorosos procesos de auge de masas. Ya antes, en una movida premonitoria, lo había intentado en Venezuela en el 2002 para derrocar a Hugo Chávez, pero la impresionante respuesta popular frustró esos propósitos. Pero triunfó en dos eslabones más débiles de la cadena imperialista apelando a nuevas tácticas: los “golpes institucionales” en Honduras (2009) y Paraguay (2012). Esta “derecha recargada” se monta sobre el proyecto de recuperación y disciplinamiento de América Latina y el Caribe diseñada por la Casa Blanca a partir de las crecientes dificultades que su primacía encuentra en Medio Oriente, Asia Central y el Extremo Oriente, lo que la lleva a privilegiar el control de su “retaguardia estratégica” a cualquier precio. En este nuevo escenario, esa derecha patrocinada, financiada, organizada y aconsejada por Washington lanza un proyecto de “restauración conservadora” que combina estrategias institucionales (como la creación -o recreación- de partidos de una derecha neocolonial que opere falaz y provisoriamente dentro de las reglas del juego de la democracia) con otras de carácter francamente insurreccionales y sediciosas, como lo retrata con total claridad la agresión perpetrada en contra de la República Bolivariana de Venezuela con sus guarimbas que ocasionaron casi medio centenar de muertos una vez que la derecha volvió a morder el polvo de la derrota en las elecciones de fines del 2013. Entre ambas estrategias, las institucionales y las insurreccionales, se despliega un amplio abanico de opciones  intermedias, aunque todas ellas con un común denominador: reemplazar por cualquier medio a los gobiernos que no se alinean incondicionalmente con Washington. Por ejemplo, los que no admiten la instalación de bases militares norteamericanas en sus territorios. Esto los convierte automáticamente en enemigos a ser derrocados apelando a cualquier recurso.
Tercero, tener en cuenta los impactos fuertemente negativos que la actual crisis general del capitalismo ejerce, a través de múltiples conductos, sobre las economías latinoamericanas y sus implicaciones en los diversos esquemas regionales de integración como el Mercosur, la UNASUR, Petrocaribe, la CELAC, etcétera. La interminable recesión, que ya se prolonga por más de seis años, provocó la disminución de la demanda y de los precios de la mayoría de las commodities producidas en la región, crecientes restricciones y condicionamientos impuestos por los grandes capitales para realizar inversiones en países de la periferias y, en algunos casos, una caída en el volumen de las remesas de los emigrados, todo lo cual ha creado una situación fiscal cada vez más comprometida para los gobiernos del área. Esta combinación de factores afecta con mayor intensidad a países como Bolivia, Ecuador y Venezuela que en los últimos años se embarcaron en ambiciosos programas de reforma social, combate a la pobreza y la desigualdad y cuantiosas inversiones en infraestructura. El desequilibrio en las cuentas públicas agudiza la vulnerabilidad de las economías latinoamericanas, acrecienta su dependencia externa y debilita el impulso integracionista al tener que hacer frente a las tensiones comerciales y financieras de la coyuntura abriéndose a los influjos de la economía mundial, lo que va en desmedro de los acuerdos regionales de cooperación económica y política. Un ejemplo: si los países del ALBA necesitan cada vez más dólares para importar bienes esenciales para su aparato productivo tenderán inevitablemente a orientar sus relaciones económicas hacia países que puedan pagar en esa moneda por sus exportaciones en detrimento de los intercambios económicos pagaderos con el SUCRE o con monedas locales. El estancamiento del Mercosur tiene como una de sus causas precisamente esta misma situación. Y las restricciones en materia de integración económica poco tardan en proyectarse sobre la escena política. No sorprende, por lo tanto, que la UNASUR se haya visto negativamente afectada por el clima económico recesivo imperante en la economía mundial, clima que, con unos años de retraso en relación a su irrupción en los capitalismos metropolitanos, terminó por agobiar a los países del área.
Cuarto y último (por ahora, como decía el Comandante): consenso muy grande en el Encuentro acerca de que la sustentabilidad de los procesos de reformas no descansa sobre pactos o acuerdos con el establishment  local o internacional (que la historia enseña que invariablemente terminan con la derrota del campo popular) sino sobre la ininterrumpida extensión y profundización de las reformas. No hay consolidación de lo ganado si la marcha se detiene, o si se cae en la trampa del falso realismo del  “posibilismo.” Claro que para continuar el avance no basta con apelaciones retóricas o el culto al voluntarismo. Es necesario perfeccionar la organización de los movimientos sociales y fuerzas políticas identificadas con el proceso de transformaciones y trabajar incansablemente en eso que Fidel llama “la batalla de ideas”, la concientización del campo popular. En suma: la fórmula de la sustentabilidad de estos procesos que cambiaron el mapa sociopolítico latinoamericano desde comienzos de siglo es “organización + concientización”. A sabiendas, va de suyo, que cada avance hacia un horizonte revolucionario -hacia la construcción de una sociedad no sólo posneoliberal sino poscapitalista- desencadenará las más feroces reacciones de la derecha vernácula y sus amos imperialistas como desgraciadamente lo prueba el asesinato perpetrado en el día de ayer en Caracas del joven diputado chavista Robert Serra. Algunos sectores del progresismo (e inclusive de una cierta izquierda) pueden caer en un eclecticismo teórico en relación al carácter omnipresente y permanente de la lucha de clases, cosa que jamás ocurre con nuestros enemigos, demasiado acostumbrados al ejercicio del poder como para distraerse en esas tonterías. La derecha, la burguesía imperial y sus aliados en la periferia saben que la lucha de clases es tan real e inexorable como la ley de la gravedad, y llevan esta creencia hasta sus últimas consecuencias en el terreno de la praxis. Si para prevalecer en el conflicto tienen que matar van a matar; si tienen que torturar van a torturar; si tienen que desaparecer a sus enemigos los harán desaparecer. Avanzar resueltamente es la única manera de desbaratar sus planes.