martes, 28 de noviembre de 2017

Las bases de nuestro patriotismo

Enrique Ubieta Gómez
Granma
A fines del siglo XIX era ya inimaginable una Revolución social auténtica que no ubicase sus sueños de redención en el ser humano, una atalaya que desborda los límites de la raza y la nación. La democracia griega excluía a los esclavos y a las mujeres y –sin extenderme en ejemplos de otras épocas– los ideólogos de la Revolución burguesa se desentendían, además, de los pueblos colonizados. Pero ni estos, ni los obreros y campesinos de las metrópolis podían emanciparse sin una concepción humanista que abarcara a todos, incluso a los explotadores y a los colonizadores. Cuando Napoleón Bonaparte aceptó, ante la beligerancia de los insurgentes, la abolición de la esclavitud en la colonia de Saint Domingue y solo en ella, Toussaint Louverture, un negro analfabeto que había sido esclavo protestó:
«Lo que queremos no es una libertad de circunstancia concedida a nosotros solos –dijo con sagacidad política, ajeno a cualquier postura pragmática y «realista»–, lo que queremos es la adopción absoluta del principio de que todo hombre nacido rojo, negro o blanco no puede ser la propiedad de su prójimo. Hoy somos libres porque somos los más fuertes. El Cónsul mantiene la esclavitud en la Martinica y en la isla Bourbon; por tanto seremos esclavos cuando él sea el más fuerte».
En 1871 José Martí, con apenas 18 años de edad, denunciaba la ceguera de los herederos del iluminismo que defendían en España los derechos que negaban en sus colonias:
«(…) hasta los hombres que sueñan con la federación universal, con el átomo libre dentro de la molécula libre, con el respeto a la independencia ajena como base de la fuerza y la independencia propias, anatematizaron la petición de los derechos que ellos piden, sancionaron la opresión de la independencia que ellos predican, y santificaron como representantes de la paz y la moral, la guerra de exterminio y el olvido del corazón. (…) Pidieron ayer, piden hoy, la libertad más amplia para ellos, y hoy mismo aplauden la guerra incondicional para sofocar la petición de libertad de los demás».
El propio Martí lega en 1895 un concepto básico para los revolucionarios cubanos: «Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer». La independencia de Cuba garantizaba el espacio físico y moral para una república de justicia y solidaridad, con los pobres de la Tierra, aunque Martí, como Bolívar, soñaba además con una Patria mayor, que integrara a todos los pueblos que habitan del río Bravo a la Patagonia.
Ningún otro marxista latinoamericano fue más hondamente martiano que Fidel Castro. Martí y Fidel fueron los únicos líderes, en la breve e intensa historia de Cuba, que consiguieron la unidad necesaria de las fuerzas revolucionarias; una unidad ajena a pactos conciliadores, capaz de desarticular los consensos de la dominación –los que proclamaban la incapacidad del cubano, la inferioridad del negro y de la mujer, la inevitabilidad de la dependencia–, y fundar los de la emancipación, con hombres y mujeres virtuosos que se superaron a sí mismos. Fidel, como Martí, tuvo fe en la victoria, en su pueblo, en las razones de la lucha, en la posibilidad de lo que parecía imposible. Recogió ambas tradiciones emancipatorias, la del mundo colonial y neocolonial –una de cuyas figuras cimeras fue nuestro Martí–, y la de los explotados del Capital, la del pensamiento marxista y la Revolución de Octubre, cuyo centenario acabamos de conmemorar.
La Revolución Cubana de 1959 no podía pensarse a sí misma sino como parte de la rebelión de los colonizados y de los explotados del mundo, como un paso en el duro bregar hacia la emancipación de los seres humanos. Es cierto que las revoluciones no se exportan, nacen de condiciones irrepetibles y propias, pero el concepto de solidaridad, aliado al de justicia, es básico en el socialismo, y no puede ser un bien que acate límite alguno: ni el del hogar, ni el del barrio, ni el de país.
La Cuba de Fidel ejerció la solidaridad de los hermanos, sin condiciones ni cálculos geopolíticos, y no se detuvo ante conveniencias que contravinieran sus principios; así fue en Asia, en África, en América Latina. Los cubanos donamos sangre de forma masiva para el Vietnam agredido, cedimos una libra de nuestra cuota de azúcar para el Chile de Allende, peleamos con los que peleaban por sus pueblos en otras tierras del mundo, y muchos fueron los que cayeron en el camino; avanzamos, codo con codo, junto a los sandinistas y a los bolivarianos victoriosos, en la edifi­cación del nuevo país. Construimos escuelas, hospitales, aeropuertos, alfabetizamos, asistimos a comunidades pobres en el deporte y la cultura, salvamos o curamos a cientos de miles de seres que carecían de atención médica. El internacionalismo fue un principio inviolable que se ejerció con un claro sentido del momento histórico.
La Cuba de Fidel no se detuvo ante consideraciones ideológicas, ni ante regímenes oprobiosos que conspiraban para derrocarla, y envió médicos, por ejemplo, a la Nicaragua de Somoza, cuando el terremoto de 1972 devastó la capital de ese país. Creó un Contingente que lleva el nombre de un internacionalista neoyorkino de nuestra primera guerra de independencia, para ayudar al pueblo estadounidense después del huracán Katrina. La única ideología que esgrimían, no se articulaba en palabras: estaba en el acto, en el desinterés, en la entrega. Doscientos cincuenta y seis trabajadores de la salud cubanos asistieron a los enfermos de ébola en la peor epidemia de ese virus letal registrada en África Occidental y en el mundo. Allí encontraron a médicos africanos, de los países afectados y de otras naciones del continente, que habían estudiado en Cuba, algunos incluso desde la escuela secundaria y preuniversitaria, como otros miles de jóvenes árabes y latinoamericanos.
Cuando en el año 1998 el huracán Mitch arrasó con el Caribe centroamericano –otro huracán de carácter ideológico había paralizado a la izquierda internacional, después del derrumbe del llamado «campo socialista»– Fidel relanzó el internacionalismo y con él, la certeza de que otro mundo mejor es posible si existe voluntad política. Cada brigada médica que viajaba a un país en situación de desastre o que había solicitado nuestra ayuda, era despedida personalmente por él, quien insistía en el respeto a las tradiciones, creencias y credos políticos de los pacientes que atenderían.
Fidel en realidad reactivaba con ello la vocación solidaria de toda auténtica revolución después de una oscura y luminosa década de resistencia, la de los años noventa –la solidaridad fundacional, respaldada por una conducción de la crisis que evitó siempre dañar a los más pobres y que sobrevivía entre apagones y carencias, en acciones tan simples y significativas como la llamada «botella» en las calles de la ciudad–, y la expandía hacia el exterior, con el Plan Integral de Salud en Centroamérica y Haití (después se incorporaría Venezuela) y hacia el interior, con la llamada Batalla de Ideas, que se proponía rescatar a jóvenes de segmentos poblacionales menos favorecidos. Ambas acciones de solidaridad tendrían siempre un impacto al interior del país: cada trabajador de la salud que salvaba vidas en condiciones precarias, en zonas marginales o muy intrincadas y cada trabajador social que reorientaba a sus semejantes por los caminos empedrados y hermosos de la autosuperación, podía (si llevaba en el pecho la semilla) «reciclar» su espíritu revolucionario.
Protagonizar la justicia era la única manera de reactivar la Revolución.
En ese empeño halló Fidel a un igual: Hugo Chávez. Juntos recorrieron cada páramo, cada río, cada montaña, cada barrio urbano de nuestra América, cada corazón de latinoamericano. Juntos exclamaron: ¡sea la unidad en la solidaridad!
El concepto de Revolución fidelista (que es su código moral), adquiere sentido en el contexto de la vida y la obra de Fidel. Si Patria es Humanidad, Socialismo es justicia, es humanismo revolucionario. No puede entenderse ninguno de los aspectos o las ideas que expone ese concepto si se desmarca de su principio rector: la lucha contra la injusticia, dondequiera que se produzca, y contra el capitalismo, contra el imperialismo, que necesitan de ella. ¿Quién dice que Fidel ya no vive? Su concepto de Revolución desborda el concepto, es decir, las palabras que lo componen; e interacciona con la historia, la que fue y la que será; porque sin justicia no hay Patria, sin solidaridad –interna y externa–, no hay Patria, sin las conquistas que alcanzamos, y sin las que nos proponemos alcanzar, no hay Patria.

viernes, 24 de noviembre de 2017

La última cita de Fidel Castro

Atilio A. Boron
Hace un año usted se nos iba. Los medios de todo el mundo dijeron, con ligeras variantes, algo así como “la muerte se llevó a Fidel”. Pero, con todo respeto, Comandante, usted sabe que no fue así porque usted eligió el día de su muerte. Perdone mi atrevimiento pero ella no vino a buscarlo; fue usted, Fidel, quien la citó para ese día, el 25 de noviembre, ni uno antes, ni uno después. Cuando cumplió 90 años, le dijo a Evo Morales y Nicolás Maduro que “hasta aquí llego, ahora les toca a ustedes seguir camino”. Pero usted también siguió su camino, aferrándose a la vida unos meses más hasta el momento preciso en que había citado a la muerte para que lo viniera a buscar. Ni un día antes, ni un día después.
¿Qué me lleva a pensar así? El hecho de que en cada una de las cosas que hizo desde su juventud siempre transmitió un significado revolucionario. La simbología de la Revolución lo acompañó toda su vida. Usted fue un maestro consumado en el arte de aludir a la Revolución y su necesidad en cada momento de su vida, pronunciando vibrantes discursos, escribiendo miles de notas y artículos, o simplemente con sus gestos. Sobrevivió milagrosamente al asalto al Moncada y ahí, de “pura casualidad”, usted aparece ante sus jueces ¡justito debajo de un cuadro de Martí, el autor intelectual del Moncada! ¿Quién podría creer que eso fue un hecho casual? Es cierto: la muerte fue a buscarlo infinidad de veces, pero nunca lo encontró: burló a los esbirros de Batista que lo buscaban en México y sobrevivió a más de seiscientos atentados planeados por la CIA. Usted todavía no la había llamado y ella, respetuosa, esperó que usted lo hiciera.
Un hombre como usted, Comandante, que hacía de la precisión y la exactitud un culto no podía haber dejado librado al azar su paso a la inmortalidad. Revolucionario integral y enemigo jurado del culto a la personalidad (exigió que, a su muerte, no hubiese una sola plaza, calle, edificio público en Cuba que llevara su nombre) quería que la recordación de su muerte no fuese sólo un homenaje a su persona. Por eso le ordenó que lo viniera a buscar justo el mismo día en que, sesenta años antes, hacía deslizar río abajo –sin encender los motores– el Granma, para iniciar con su travesía la segunda y definitiva fase de su lucha contra la tiranía de Batista. Quería de esa manera que la fecha de su deceso se asociase a un hito inolvidable en la historia de la Revolución cubana. Que al recordarlo a usted las siguientes generaciones recordasen también que la razón de su vida fue hacer la Revolución, y que el Granma simboliza como pocos su legado revolucionario.
Conociéndolo como lo conocí sé que usted, con su enorme sensibilidad histórica, jamás dejaría que un gesto como este –el recuerdo de la epopeya del Granma– quedase librado al azar. Porque usted nunca dejó nada librado al azar. Siempre planificó todo muy concienzudamente. Usted me dijo en más de una ocasión “Dios no existe, pero está en los detalles”. Y en línea con esta actitud el “detalle” de la coincidencia de su muerte con la partida del Granma no podía pasar inadvertido a una mente tan lúcida como la suya, a su mirada de águila que veía más lejos y más hondo. Además, su sentido del tiempo era afinadísimo y su pasión por la puntualidad extraordinaria. Usted actuó toda su vida con la meticulosidad de un relojero suizo. ¿Cómo iba a dejar que la fecha de su muerte ocurriese en cualquier día y sepultase en el olvido la partida del Granma y el inicio de la Revolución en Cuba? Usted quiso que cada año, al homenajear a su figura, se recordase también el heroico comienzo de la Revolución en aquel 25 de noviembre de 1956 junto a Raúl, el Che, Camilo, Ramiro, Almeida y tantos otros. Usted la citó y la muerte, que siempre respeta a los grandes de verdad, vino a recogerlo puntualmente. No se atrevió a desafiar su mandato. Y sus médicos tampoco, a los cuales estoy seguro les advirtió que ni se les ocurriera aplicarle medicina alguna que estropeara su plan, que su muerte ocurriera antes o después de lo que usted había dispuesto. Nadie debía interponerse a su voluntad de hacer de su propia muerte, como lo había hecho a lo largo de toda su vida, su último gran acto revolucionario. Usted lo planificó con la minuciosidad de siempre, con esa “pasión por los detalles” y la puntualidad con que hizo cada una de sus intervenciones revolucionarias. Por eso hoy, a un año de su partida, lo recordamos como ese Prometeo continental que aborda el Granma para arrebatarle la llama sagrada a los dioses del imperio que predicaban la pasividad y la sumisión para que, con ella, los pueblos de Nuestra América encendieran el fuego de la Revolución y abrieran una nueva etapa en la historia universal. ¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

jueves, 23 de noviembre de 2017

Catalunya y Cuba: un barco a la deriva llamado Amnistía Internacional

José Manzaneda, coordinador de Cubainformación
Hace unos días, todos los grandes medios españoles hablaban de Amnistía Internacional (AI). ¿Mencionarían alguno de sus informes sobre torturas en España, tradicionalmente censurados (1)? Evidentemente no. Eran unas declaraciones... sobre Catalunya (2) (3) (4): “Sobre el encarcelamiento de los ex consejeros y de los líderes de las entidades independentistas (catalanas) se ha pronunciado Amnistía Internacional. La organización defensora de los DDHH (Amnistía Internacional): dice que no se les puede considerar presos políticos, porque están acusados por actuaciones que pueden constituir un delito”, oíamos en Televisión Española (5).
Curioso: AI no considera “presos políticos” a quienes, en Catalunya, han sido encarcelados por una acción política pacífica, porque esta –asegura- “puede ser delito”. Pero sí a quienes en Cuba violan leyes análogas a las existentes en todos los países (6). El Código Penal español, por ejemplo, castigaría a algunos de los llamados “disidentes” cubanos a un mínimo de cuatro años de cárcel por mantener “relaciones de inteligencia o (…) de cualquier género con gobiernos extranjeros” para “perjudicar la autoridad del Estado o comprometer la dignidad o los intereses vitales”, según se lee en su artículo 592 (7).
Recordemos que los “grupos disidentes” cubanos son apadrinados por el Gobierno de EEUU, de quien reciben entre 20 y 30 millones de dólares cada año (8). Algunos, como las Damas de Blanco (9), Cubalex (10) o la llamada Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (11), aportan la información con la que, después, AI elabora sus informes sobre la Isla. Por ello defiende con vehemencia que la potencia que bloquea a Cuba pueda financiar a quienes, dentro de la Isla, sirven a sus intereses políticos: “Los defensores y defensoras de derechos humanos que reciben financiación extranjera, especialmente estadounidense, son estigmatizados”, nos dice AI en tono de denuncia, y añade que “las limitaciones a la financiación extranjera (en Cuba) son contrarias al derecho de asociación” (12).
Todo esto lo leemos en el último informe de esta organización, titulado “Cuba es una prisión mental” y que, al contrario que sus escritos sobre EEUU o España, sí ha sido  noticia internacional (13).
Un informe contaminado de raíz. Su fuente principal es el testimonio de un grupo de migrantes cubanos en México, a quienes sorprendió, en enero pasado, la derogación por Barack Obama de la política de asilo automático a cubanos y cubanas (14), y que ahora necesitan construir un “expediente político” para ser aceptados en EEUU (15). Y para ello mienten sin el menor pudor.
El informe nos dice que muchas de estas personas “habían solicitado asilo en México” (16). Pero calla que, en abril, el Gobierno de dicho país negó asilo “debido a que  –palabras del texto oficial- no enfrentan persecución de ningún tipo” (17).
AI se suma a la tradicional politización de la emigración económica cubana que realiza el Gobierno de EEUU, con argumentos subjetivos e indemostrables: nos dice que estos migrantes “se sentían `agobiados y asfixiados´” en Cuba, porque allí “las limitaciones (…) de derechos humanos son tan asfixiantes” que “les hacen ver la salida del país como única opción” (18). “Decenas de miles de cubanos y cubanas siguen abandonando el país”, añade, como si los movimientos migratorios en la región fueran algo exclusivo de Cuba. Y repite argumentos que parecen sacados de una nota del Departamento de Estado: la emigración cubana se debe –leemos- a factores como “la cambiante diplomacia internacional cubana” o “la férrea red de control de la libertad de expresión” (19).
AI acusa al Gobierno cubano, además, de criminalizar la emigración económica. “Los cubanos que tratan de abandonar el país son estigmatizados (…) por el Estado –que los califica de “desertores”, traidores” y “contrarrevolucionarios-“, leemos (20). Una muestra de cómo esta organización está completamente fuera de tiempo (21). Hoy la emigración cubana en todo el mundo realiza encuentros en los que participa activamente el Gobierno cubano (22), el último de los cuales se celebró, precisamente, en Washington (23).
El informe señala que la “mitad de las personas entrevistadas (…) habían sido detenidas (…) al menos en una ocasión en Cuba”, aunque “muchas no habían criticado nunca el sistema” (24). Nada que impida a AI encontrar una raíz política a su encarcelamiento: “la fuerte intrusión que sentían de la ley penal en sus vidas cotidianas (…) limitaba estrictamente sus derechos”, leemos (25). Así, alguien que abrió un negocio de comida denunciaba la “represión” del gobierno porque había recibido varias inspecciones “muy seguido” o porque su establecimiento había sido multado (26).
Leemos, además, que en Cuba se “subordina en la práctica a la ideología de Estado el derecho universal a la libertad de expresión” (27). ¿Y en España, Colombia o en cualquier estado capitalista? ¿Información y opiniones en los grandes medios, propiedad de una ínfima minoría con capital, no son subordinadas a la ideología imperante (28)? ¿Cuándo leeremos un informe de AI sobre la férrea censura, el despido de periodistas, la represión sindical o el boicot a artistas e intelectuales en los medios públicos y privados de dichos países (29)?
El texto asegura, asimismo, que en Cuba se produce discriminación laboral por opinión política (30). Pero ¿cuántas personas, en los países capitalistas, deben ocultar sus ideas de izquierda para acceder a un empleo? ¿Y cuántas son despedidas por reclamar sus derechos?
El informe llega en ocasiones a lo grotesco. Un entrevistado que aseguraba que “en Cuba todo el mundo tiene miedo” donde se siente “el hombre más libre del mundo” es en México (31), un país con 20 mil asesinatos al año (32), cuarto del mundo en nivel de impunidad (33) y donde un 64% dice tener miedo a ser torturado si es detenido (34).
Así es como Amnistía Internacional, en su vergonzosa deriva, se convierte en instrumento funcional para medios y gobiernos occidentales: para los de España en su política de represión en Catalunya (35), y para los de EEUU en su obsesiva injerencia y agresión contra Cuba.
(12)       https://www.amnesty.org/es/documents/amr25/7299/2017/es/ Amnesty International, “Es una prisión mental. Cuba: mecanismos de control a la libere expresión y sus efectos intimidantes en la vida cotidiana”, noviembre de 2017 (páginas 12 y 14).

viernes, 10 de noviembre de 2017

Sin electricidad: ¿Cuba o Puerto Rico? Sin democracia: ¿Venezuela o España?

A #allFREEdom, preso de conciencia en la cárcel de Basauri (1)

José Manzaneda, coordinador de Cubainformación 
En Septiembre, devastadores huracanes azotaban Cuba (2) y Puerto Rico (3). 20 días después del impacto, Cuba había restituido el 99 % de su sistema eléctrico (4). Por el contrario, un mes más tarde, el 80 % de la población de Puerto Rico seguía sin luz. Las autoridades prevén llegar al 50% del suministro dos meses después del huracán (5). Es una incómoda comparación que no leeremos –por supuesto- en la prensa corporativa (6).
En España, ningún juzgado ha encausado por “enaltecimiento del terrorismo” al portavoz del Partido Popular Pablo Casado (7): amenazó a Carles Puigdemont, president de la Generalitat catalana, con acabar como su antecesor Lluis Companys, fusilado por la dictadura de Franco (8). La prensa española ayudaba a Casado a “maquillar” sus amenazas: “El PP avisa a Puigdemont que puede acabar encarcelado como Companys”, leíamos en titulares, casi idénticos, de El Mundo (9), El País (10) y ABC (11). Mientras, ninguno de estos diarios informaba de la entrada en prisión de Alfredo Remirez (12), uno de los 76 tuiteros encausados en la llamada “Operación Araña” (13). Su delito: haber copiado en Twitter la frase de una canción del grupo “Los Chikos del Maíz” (14), que alude al torturador y criminal de estado Enrique Rodríguez Galindo (15); y haber denunciado, mediante un muñeco, la política de dispersión de presos vascos (16). Pero quien “censura” las redes sociales –nos dicen- es el gobierno de Venezuela (17).
La sección digital “Planeta futuro” de “El País” publicaba un fotorreportaje sobre “asentamientos precarios” en República Dominicana (18). Leemos en él que miles de familias viven junto a aguas contaminadas y sus menores con discapacidad no tienen acceso a “medicación, pañales o sillas de ruedas”. Una miseria aséptica, sin relación –para “El País”- con el modelo económico vigente. Curioso, porque en este diario leemos decenas de artículos sobre el supuesto “fracaso” del modelo económico de Cuba (19), responsable –allí sí- del problema de la vivienda. Aunque la población cubana, incluso la que no tiene una vivienda adecuada, cuente con garantías de servicios básicos, atención de salud o protección a personas discapacitadas (20). El reportaje nos hablaba, además, de jóvenes dominicanos que sueñan “con emigrar”. No son –al parecer- como los de Cuba, que lo que quieren –leemos también en “El País”- no es emigrar, sino “huir” (21).
Los llamados “papeles del paraíso” implican a 127 figuras de la política, el mundo empresarial o del espectáculo con los paraísos fiscales (22). Eso sí: no veremos editorial ni artículo alguno que explique la relación de los paraísos fiscales con los intereses de poderosos gobiernos occidentales (23). Pero ¿se imaginan cómo cambiaría el “tono informativo” si en dicha lista aparecieran miembros del gobierno de Cuba o Venezuela?
Los medios españoles nos hablan de “persecución política” contra el opositor Freddy Guevara (24), que va a ser juzgado en Venezuela por organizar los actos violentos que causaron casi 150 muertes en aquel país (25). A la vez, jalean entusiastas el encarcelamiento en Catalunya (26), por “rebelión” y “sedición”, de un gobierno electo al completo (27) y de activistas absolutamente pacíficos (28).
Así nos seguirá instruyendo sobre democracia y libertad la prensa española… mientras se lo sigamos permitiendo.

NOTAS
(1)  https://twitter.com/ErreHarriaLIBRE
(2)  http://www.cubadebate.cu/temas/sociedad-temas/2017/09/15/cuba-despues-del-huracan-irma-ultimas-noticias-y-testimonios-v/#.WgGl0nZryig
(3)  https://islamiacu.blogspot.com.es/2017/11/puerto-rico-sufre-mientras-lucha-contra.html
(4)  https://www.elnuevodia.com/opinion/columnas/algonomecuadraconmaria-columna-2365759/
(5)  https://www.debate.com.mx/mundo/Difieren-fechas-para-restituir-electricidad-en-Puerto-Rico-20171102-0313.html
(6)  http://www.telecinco.es/informativos/internacional/Puerto-Rico-suministro-electrico-huracanes_0_2463825067.html
(7)  https://www.youtube.com/watch?v=E89V6thk_oo
(8)  http://www.publico.es/politica/referendum-pp-avisa-puigdemont-acabar-fusilado-companys.html
(9)  http://www.elmundo.es/espana/2017/10/09/59db7a9522601ddc6e8b4614.html
(10)       https://politica.elpais.com/politica/2017/10/09/actualidad/1507561131_566766.html
(11)       http://www.abc.es/espana/abci-casado-avisa-puigdemont-puede-acabar-como-companys-encarcelado-201710091547_noticia.html
(12)       http://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20171104/alfredo-remirez-ha-ingresado-esta-tarde-en-la-prision-de-basauri
(13)       http://kaosenlared.net/los-encausados-de-la-operacion-arana-denuncian-los-ultimos-juicios-en-la-audiencia-nacional/
(14)       http://versosperfectos.com/canciones/nega-mi-novia-es-de-derechas
(15)       http://www.eldiario.es/norte/euskadi/terrorismo-GAL-fiscal-Audiencia_Nacional-ETA-violencia_0_494501352.html
(16)       https://www.elsaltodiario.com/enaltecimiento/mi-familia-va-a-sufrir-la-politica-de-dispersion-que-yo-llevo-anos-denunciando
(17)       http://www.larazon.es/internacional/maduro-regulara-el-uso-de-redes-sociales-en-venezuela-para-acallar-a-la-oposicion-AP15839801
(18)       https://elpais.com/elpais/2017/06/27/album/1498559792_381928.html#1498559792_381928_1498559821
(19)       https://elpais.com/internacional/2017/05/22/actualidad/1495407193_921185.html
(20)       http://elcisne.org/2017/07/04/la-atencion-de-la-discapacidad-en-cuba/
(21)       https://elpais.com/internacional/2015/12/04/actualidad/1449258039_213104.html
(22)       http://cadenaser.com/ser/2017/11/05/internacional/1509907267_736124.html
(23)       http://www.rebelion.org/noticia.php?id=211539
(24)       http://www.abc.es/internacional/abci-supremo-venezolano-solicita-levantamiento-inmunidad-parlamentaria-opositor-freddy-guevara-201711031912_noticia.html
(25)       http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/cinco-escenas-de-freddy-guevara
(26)       https://elpais.com/elpais/2017/11/03/hechos/1509709459_804377.html
(27)       http://www.elmundo.es/cataluna/2017/11/03/59fc20b922601d62688b4584.html
(28)       http://www.abc.es/espana/abci-fiscalia-acusa-jordis-llamar-movilizacion-social-desde-prision-201710280342_noticia.html

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Abriendo el trillo hacia otro mundo

Jorge Hernández Martínez*
7 de noviembre de 2017
Granma
La existencia misma del proceso revolucionario que se lleva a cabo en Cuba desde enero de 1959, la continuidad del sentido definido desde entonces por su liderazgo histórico, basado en un  compromiso martiano y marxista que, con ribetes propios, daría cabida a consignas como las de Patria o Muerte y Socialismo o Muerte, junto a la resistencia mostrada durante el Periodo Especial y aún más, a la superación de los peores momentos de aquella crisis, colocan una y otra vez a la Revolución Cubana en el centro de la lucha ideológica, la polémica académica y el debate cultural en torno al socialismo, su viabilidad y perspectivas, tanto en el pasado como en el presente siglo.
En ese trayecto, Cuba ha sorteado los embates más intensos de la reforzada hostilidad imperialista, desde Eisenhower hasta Trump, así como los excesos, errores e insuficiencias internos, entre contradicciones tanto objetivas como subjetivas, reajustando el rumbo, aprendiendo de fracasos y éxitos, reacomodándose a cada contexto, sobre todo luego del desplome del socialismo como sistema mundial. Frente a disímiles inventarios que registran características de Cuba, está el que incluye las movilizaciones masivas cuando Girón, la Crisis de Octubre, o las que culminaron con la devolución de Elián y la liberación de los Cinco. Y que desde luego, comprende también el empeño por la eficiencia económica y la firmeza de la Revolución, invariable en sus principios, que llevó al reconocimiento por parte de Estados Unidos, antes de concluir la segunda administración Obama, de que debía cambiar la política aplicada durante más de cinco décadas.
En el terreno intelectual, los esfuerzos de ayer y de hoy de la llamada cubanología por explicar los derroteros del proceso cubano y pronosticar su futuro, con orientaciones teóricas e identificaciones políticas diversas –en ocasiones con buenas intenciones, y en otras, no tan buenas–, tropiezan recurrentemente con el hecho de que a pesar de todos los pesares, cuestionamientos o disensiones y más allá de todos los vaticinios, la Revolución sigue ahí, se acerca a su aniversario 60, manteniendo sus afanes de independencia, soberanía, integridad territorial, autodeterminación e internacionalismo, su rechazo a la economía de mercado y al multipartidismo como opciones sistémicas, preservando la estabilidad nacional, el orden interior, garantizando la defensa y seguridad estatal. Cuba exhibe gobernabilidad en su sistema político, dinamismo en su sociedad civil, vitalidad cultural y una espiral de transformaciones en la economía.
A esas realidades se suma la efectividad con la que Cuba deja atrás el aislamiento internacional o la soledad geopolítica en el hemisferio,  provocada por la política de Estados Unidos, al restablecer progresivamente sus relaciones diplomáticas con la totalidad de los países americanos. La esperada «Cuba postcastro», concebida como resultado de la denominada transición a la democracia y de una conflictiva y hasta traumática sucesión en el poder, que culminaría con un relevo gubernamental de nuevo tipo, no solo distinto, sino contrapuesto a la tradicional dirección de la Revolución –con participación eventual de la oposición en la emigración y al interior de la sociedad cubana–, contrasta con la gradualidad y normalidad con que se produjo, a partir de la enfermedad de Fidel, el traspaso a Raúl de sus responsabilidades al frente del Partido, el Estado y el gobierno. Quizá la representación gráfica de Ares, ampliamente difundida, que presenta a una multitud uniformada de verde olivo, en la que el rostro de cada combatiente es el del Comandante en Jefe, sea el mejor reflejo que dibuja a la Isla, sin desconocer la diversidad de voces, opiniones, actitudes, conductas, en las que coexisten simpatía y antipatía, adhesión y rechazo, respaldo e incomprensión, revolución y contrarrevolución, sumisión y antimperialismo. Con todo el riesgo de la esquematización, en esas antinomias se pueden resumir las posiciones que polarizan hoy el debate político sobre Cuba, dentro y fuera del país. Como telón de fondo, mantiene plena vigencia la expresión «dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada», que fija diáfanamente las pautas de inclusión y exclusión en la creación cultural y los posicionamientos político-ideológicos.
Entre los textos que en fecha reciente han visto la luz y forman parte de la contienda cultural en cuyo seno se enfrentan esas posturas, se halla la obra del ensayista y periodista Enrique Ubieta Gómez titulada Cuba, ¿revolución o reforma?, publicada originalmente por la casa editora Abril en el 2012, que aparece ahora en una nueva edición, por iniciativa de la editorial Ocean Sur, cuya presentación en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, a cargo de Abel Prieto, destacó lo oportuno del libro y su contribución para lo que llamó el debate de ahora mismo y de estos tiempos, acerca de temas que están en la calle y en la gente, sobre todo en estos momentos de derechización de los procesos sociales latinoamericanos, señalando que no se trataba solo de un libro referido a Cuba y el sentido de la vida de los cubanos, sino también sobre el contexto global de la guerra contra el socialismo que tiene lugar en el mundo actual.
Conformado por trabajos publicados con anterioridad, en su mayoría, en medios digitales alternativos y a través de La isla desconocida, blog personal del autor, el libro es una expresión contemporánea de la ensayística cubana, la que como género literario resulta atractiva debido a virtudes diversas, como la seriedad en el tratamiento del tema seleccionado, la erudición del autor, el cuidado, la precisión y claridad del lenguaje, la fluidez de un formato que no se ciñe como los artículos científico-investigativos a constantes datos estadísticos y referencias bibliográficas, entre otras. Naturalmente, cada lector suele privilegiar ciertas virtudes sobre las restantes. En este sentido, sobresale entre ellas, en nuestra opinión, la que concierne a su carácter, como obra que  motiva más a la reflexión que al intento de agotar el tema, al trascender lo anecdótico en su tratamiento del tema central que le ocupa: la guerra cultural, presentándola como fenómeno transversal, de alcance estratégico, que en palabras del autor, «lo atraviesa todo: el valor de los héroes consagrados, la veracidad de las explicaciones históricas, la nostalgia inducida por un pasado no vivido que puede colorearse convenientemente, la promesa del enriquecimiento para deportistas, científicos y otros profesionales, la duda sembrada, el conflicto avivado, la inversión sistemática de cualquier información que provenga de la Isla rebelde, los personajes fabricados en laboratorios, el calificativo despectivo de oficialista para cualquier persona que defienda a la Revolución, el de independiente a los que se le oponen».
Ubieta logra recorrer y presentar con mucho acierto, a nuestro juicio, evadiendo la apologética y las argumentaciones esquemáticas, con su habitual prosa estilizada y agudeza analítica –a través de las tres partes que conforman Cuba, ¿revolución o reforma?, y de los 20 epígrafes o apartados comprendidas en ellas–, concepciones y pasajes de la historia nacional, como la tradición anexionista y plattista, la autonomista y reformista, enfoques de intelectuales signados por el «síndrome de Miami», que han terminado por actuar como ideólogos de la contrarrevolución de hoy, y situaciones que ilustran la vida cultural, como las de algunas películas, o la dinámica habanera, como la de la calle G, entre otras.
Apoyado en análisis históricos, vivencias, cavilaciones filosóficas, sin perder el foco, dirigido al examen de la cultura contrarrevolucionaria, incursiona en los siglos XIX, XX y XXI, prestando atención al contexto internacional, persuadido de que esa cultura solamente puede comprenderse desde un enfoque global y multilateral, lo que le lleva por momentos a detenerse en corrientes teóricas como la del posmodernismo y sus implicaciones. Para dejar claro su propósito y el objeto de estudio, precisa que el libro «polemiza con los ideólogos de la contrarrevolución en el escenario cubano. No se preocupa por las motivaciones de esos autores, sino por sus ideas (…). No es un libro para objetar a personas concretas; la polémica sigue el hilo conductor de la propuesta que intenta restaurar el capitalismo en Cuba, y los argumentos de sus principales exponentes».
El libro evoca, obviamente, el añejo contrapunto dialéctico entre revolución y reforma, que ha ocupado a políticos y teóricos de orientación marxista de todas las latitudes y épocas, desde Rosa Luxemburgo hasta Amílcar Figueroa, cuyas obras han sido también publicadas por Ocean Sur. Es un texto que hace camino al andar, en el cual, según señala su autor, «tendremos que abrir de forma colectiva el trillo que nos conduce hacia ese otro mundo, el único capaz de asegurar la sobrevivencia humana, y ya sabemos que no existen mapas o cartas náuticas (…). La disyuntiva es un desafío: o apoyamos, defendemos, enarbolamos, la individualidad socialista que se sustenta en la cultura nueva (…) o nos devora el individualismo burgués».
Es un buen estímulo para que ante el intenso debate actual sobre el socialismo, el capitalismo, las revoluciones, las izquierdas, las derechas, y las experiencias específicas de Cuba, el lector atienda la sugerencia con la que un comentarista conocido termina siempre su popular programa nocturno dominical, y saque sus propias conclusiones.

*Sociólogo y politólogo, Profesor-Investigador de la Universidad de La Habana.