Jorge Hernández Martínez*
7 de noviembre de 2017
Granma
La existencia misma del proceso revolucionario que se lleva a cabo en Cuba desde enero de 1959, la continuidad del sentido definido desde entonces por su liderazgo histórico, basado en un compromiso martiano y marxista que, con ribetes propios, daría cabida a consignas como las de Patria o Muerte y Socialismo o Muerte, junto a la resistencia mostrada durante el Periodo Especial y aún más, a la superación de los peores momentos de aquella crisis, colocan una y otra vez a la Revolución Cubana en el centro de la lucha ideológica, la polémica académica y el debate cultural en torno al socialismo, su viabilidad y perspectivas, tanto en el pasado como en el presente siglo.
En ese trayecto, Cuba ha sorteado los embates más intensos de la reforzada hostilidad imperialista, desde Eisenhower hasta Trump, así como los excesos, errores e insuficiencias internos, entre contradicciones tanto objetivas como subjetivas, reajustando el rumbo, aprendiendo de fracasos y éxitos, reacomodándose a cada contexto, sobre todo luego del desplome del socialismo como sistema mundial. Frente a disímiles inventarios que registran características de Cuba, está el que incluye las movilizaciones masivas cuando Girón, la Crisis de Octubre, o las que culminaron con la devolución de Elián y la liberación de los Cinco. Y que desde luego, comprende también el empeño por la eficiencia económica y la firmeza de la Revolución, invariable en sus principios, que llevó al reconocimiento por parte de Estados Unidos, antes de concluir la segunda administración Obama, de que debía cambiar la política aplicada durante más de cinco décadas.
En el terreno intelectual, los esfuerzos de ayer y de hoy de la llamada cubanología por explicar los derroteros del proceso cubano y pronosticar su futuro, con orientaciones teóricas e identificaciones políticas diversas –en ocasiones con buenas intenciones, y en otras, no tan buenas–, tropiezan recurrentemente con el hecho de que a pesar de todos los pesares, cuestionamientos o disensiones y más allá de todos los vaticinios, la Revolución sigue ahí, se acerca a su aniversario 60, manteniendo sus afanes de independencia, soberanía, integridad territorial, autodeterminación e internacionalismo, su rechazo a la economía de mercado y al multipartidismo como opciones sistémicas, preservando la estabilidad nacional, el orden interior, garantizando la defensa y seguridad estatal. Cuba exhibe gobernabilidad en su sistema político, dinamismo en su sociedad civil, vitalidad cultural y una espiral de transformaciones en la economía.
A esas realidades se suma la efectividad con la que Cuba deja atrás el aislamiento internacional o la soledad geopolítica en el hemisferio, provocada por la política de Estados Unidos, al restablecer progresivamente sus relaciones diplomáticas con la totalidad de los países americanos. La esperada «Cuba postcastro», concebida como resultado de la denominada transición a la democracia y de una conflictiva y hasta traumática sucesión en el poder, que culminaría con un relevo gubernamental de nuevo tipo, no solo distinto, sino contrapuesto a la tradicional dirección de la Revolución –con participación eventual de la oposición en la emigración y al interior de la sociedad cubana–, contrasta con la gradualidad y normalidad con que se produjo, a partir de la enfermedad de Fidel, el traspaso a Raúl de sus responsabilidades al frente del Partido, el Estado y el gobierno. Quizá la representación gráfica de Ares, ampliamente difundida, que presenta a una multitud uniformada de verde olivo, en la que el rostro de cada combatiente es el del Comandante en Jefe, sea el mejor reflejo que dibuja a la Isla, sin desconocer la diversidad de voces, opiniones, actitudes, conductas, en las que coexisten simpatía y antipatía, adhesión y rechazo, respaldo e incomprensión, revolución y contrarrevolución, sumisión y antimperialismo. Con todo el riesgo de la esquematización, en esas antinomias se pueden resumir las posiciones que polarizan hoy el debate político sobre Cuba, dentro y fuera del país. Como telón de fondo, mantiene plena vigencia la expresión «dentro de la Revolución, todo, contra la Revolución, nada», que fija diáfanamente las pautas de inclusión y exclusión en la creación cultural y los posicionamientos político-ideológicos.
Entre los textos que en fecha reciente han visto la luz y forman parte de la contienda cultural en cuyo seno se enfrentan esas posturas, se halla la obra del ensayista y periodista Enrique Ubieta Gómez titulada Cuba, ¿revolución o reforma?, publicada originalmente por la casa editora Abril en el 2012, que aparece ahora en una nueva edición, por iniciativa de la editorial Ocean Sur, cuya presentación en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales, a cargo de Abel Prieto, destacó lo oportuno del libro y su contribución para lo que llamó el debate de ahora mismo y de estos tiempos, acerca de temas que están en la calle y en la gente, sobre todo en estos momentos de derechización de los procesos sociales latinoamericanos, señalando que no se trataba solo de un libro referido a Cuba y el sentido de la vida de los cubanos, sino también sobre el contexto global de la guerra contra el socialismo que tiene lugar en el mundo actual.
Conformado por trabajos publicados con anterioridad, en su mayoría, en medios digitales alternativos y a través de La isla desconocida, blog personal del autor, el libro es una expresión contemporánea de la ensayística cubana, la que como género literario resulta atractiva debido a virtudes diversas, como la seriedad en el tratamiento del tema seleccionado, la erudición del autor, el cuidado, la precisión y claridad del lenguaje, la fluidez de un formato que no se ciñe como los artículos científico-investigativos a constantes datos estadísticos y referencias bibliográficas, entre otras. Naturalmente, cada lector suele privilegiar ciertas virtudes sobre las restantes. En este sentido, sobresale entre ellas, en nuestra opinión, la que concierne a su carácter, como obra que motiva más a la reflexión que al intento de agotar el tema, al trascender lo anecdótico en su tratamiento del tema central que le ocupa: la guerra cultural, presentándola como fenómeno transversal, de alcance estratégico, que en palabras del autor, «lo atraviesa todo: el valor de los héroes consagrados, la veracidad de las explicaciones históricas, la nostalgia inducida por un pasado no vivido que puede colorearse convenientemente, la promesa del enriquecimiento para deportistas, científicos y otros profesionales, la duda sembrada, el conflicto avivado, la inversión sistemática de cualquier información que provenga de la Isla rebelde, los personajes fabricados en laboratorios, el calificativo despectivo de oficialista para cualquier persona que defienda a la Revolución, el de independiente a los que se le oponen».
Ubieta logra recorrer y presentar con mucho acierto, a nuestro juicio, evadiendo la apologética y las argumentaciones esquemáticas, con su habitual prosa estilizada y agudeza analítica –a través de las tres partes que conforman Cuba, ¿revolución o reforma?, y de los 20 epígrafes o apartados comprendidas en ellas–, concepciones y pasajes de la historia nacional, como la tradición anexionista y plattista, la autonomista y reformista, enfoques de intelectuales signados por el «síndrome de Miami», que han terminado por actuar como ideólogos de la contrarrevolución de hoy, y situaciones que ilustran la vida cultural, como las de algunas películas, o la dinámica habanera, como la de la calle G, entre otras.
Apoyado en análisis históricos, vivencias, cavilaciones filosóficas, sin perder el foco, dirigido al examen de la cultura contrarrevolucionaria, incursiona en los siglos XIX, XX y XXI, prestando atención al contexto internacional, persuadido de que esa cultura solamente puede comprenderse desde un enfoque global y multilateral, lo que le lleva por momentos a detenerse en corrientes teóricas como la del posmodernismo y sus implicaciones. Para dejar claro su propósito y el objeto de estudio, precisa que el libro «polemiza con los ideólogos de la contrarrevolución en el escenario cubano. No se preocupa por las motivaciones de esos autores, sino por sus ideas (…). No es un libro para objetar a personas concretas; la polémica sigue el hilo conductor de la propuesta que intenta restaurar el capitalismo en Cuba, y los argumentos de sus principales exponentes».
El libro evoca, obviamente, el añejo contrapunto dialéctico entre revolución y reforma, que ha ocupado a políticos y teóricos de orientación marxista de todas las latitudes y épocas, desde Rosa Luxemburgo hasta Amílcar Figueroa, cuyas obras han sido también publicadas por Ocean Sur. Es un texto que hace camino al andar, en el cual, según señala su autor, «tendremos que abrir de forma colectiva el trillo que nos conduce hacia ese otro mundo, el único capaz de asegurar la sobrevivencia humana, y ya sabemos que no existen mapas o cartas náuticas (…). La disyuntiva es un desafío: o apoyamos, defendemos, enarbolamos, la individualidad socialista que se sustenta en la cultura nueva (…) o nos devora el individualismo burgués».
Es un buen estímulo para que ante el intenso debate actual sobre el socialismo, el capitalismo, las revoluciones, las izquierdas, las derechas, y las experiencias específicas de Cuba, el lector atienda la sugerencia con la que un comentarista conocido termina siempre su popular programa nocturno dominical, y saque sus propias conclusiones.
*Sociólogo y politólogo, Profesor-Investigador de la Universidad de La Habana.
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