Aurelio Alonso
Después
de hacer pública la nota que Granma desestimó, tomé la decisión de no volver al
tema. Habían quedado claras para mí las reglas del juego, y al propio tiempo
mis criterios estaban a luz. No obstante, apareció “La respuesta esencial” de
Enrique Ubieta, en su blog La Isla desconocida. Aclaro de antemano que las
líneas que siguen se limitarán a expresar mi inconformidad con un discurso
ofensivo que me siento obligado a rechazar. Si su propósito era hacerme
reaccionar, lo logró. Pero intentaré hacerlo sin entrar en polémica, que no
concibo bajo una refriega de insultos personales.
He
sopesado mucho lo que digo a continuación, para no contribuir a
distanciamientos no deseados, ya
que me resulta imposible quedar en
silencio.
Releí
con atención mis notas del 9 de julio en Segunda cita comentando un artículo de
Elier Ramírez sobre las Palabras a los intelectuales de Fidel, y no encontré
nada que pueda inducir el “descrédito de Elier”, de lo que me acusa Ubieta .
Creo que al contrario, le expreso reconocimiento; de otro modo ni me hubiera
molestado en dedicarle las líneas que publiqué. Su respuesta en el mismo blog,
con sus discrepancias, no la percibí ofendida.
No suelo reaccionar cuando creo que no vale la pena, y los artículo de
Elier en Granma no son el caso. Dice también Ubieta que lo hago en “un texto
ajeno a mi temática”. No tengo idea de por qué se siente con la competencia de
definir cuál es “mi temática”, y qué implicaciones le atribuye a sus
facultades. Me parece pedante de su parte, por decir lo menos, y es el
calificativo más fuerte que me haya permitido hasta ahora en este intercambio
donde he tenido que soportar más de una ofensa.
También
releí lo que solicité a Segunda cita que publicara el sábado 5 de agosto y me parece haber cuidado del debido respeto
a quienes puedan considerarse aludidos. Si Ubieta se sintió irritado porque me
referí a su confusión cronológica al vincular el asesinato de Olof Palme con el
derrumbe del sistema soviético, desliz que él mismo admite ahora como “peccata minuta”, le aclaro
que yo tampoco le doy mucha importancia, aunque rectificarlo ante los lectores
me parecía imprescindible.
Le
recuerdo a Ubieta –me parece necesario– que Fernando Martínez no solo fue mi
amigo, sino un hermano: el compañero en la lucha por defender desde la revista
Pensamiento crítico, y desde el aula universitaria lo que él había definido
como “el ejercicio de pensar”. El luchador intelectual con quien volví a
reunirme en el Centro de Estudios de Europa Occidental en los setenta y en el
Centro de Estudios sobre América y la revista Cuadernos de Nuestra América en
los noventa. Soy miembro fundador de la Cátedra Antonio Gramsci que creó en el
Instituto Juan Marinello y hemos estado identificados hasta sus últimos días.
Es un vínculo de medio siglo. Ubieta debe saberlo. ¿A qué viene introducir sin
ton ni son a Fernando en esta respuesta a mi nota del 5 de agosto? ¿Es que
piensa que tiene que “protegerlo” de mi amistad, o es que quiere protegerse a
costa suya de alguna crítica? Me satisface mucho, como es obvio, cuando veo que
se acude a su obra y sus enseñanzas, pero comienzo a preguntarme también si
habrá siempre sinceridad en quienes lo están haciendo.
Ahora
me percato de que todo, o casi todo lo que quería responderle a Ubieta está en
el primer párrafo de su artículo. Me satisface que me quede poco para terminar,
porque como él mismo ha dicho, “es una
tarea fatigosa volver a repetir ideas que ya han sido formuladas por otros
colegas”. También resulta fatigoso repetirse una y otra vez sin atender los
argumentos del otro. En el debate en torno a… ¿el centrismo, en Cuba, hoy? creo que ya sabemos cómo
pensamos todos. Así que me ahorro fatigas innecesarias. Me salto el recuento
referencial de Ubieta sobre lo publicado en sus artículos y libros y los de
otros, así como sus comentarios críticos a mis apreciaciones aunque no los
comparta –no polemizo con él, prefiero cederle el privilegio de la última
palabra. Lo que motivó mi misiva a Granma, fue que anunciaba un debate del que
solo daba a conocer una posición, omitiéndose los criterios distintos, de los
cuales cité algunos de los que me lucían más interesantes. Solamente un
anónimo, escrito en un estilo bastante parecido al de este artículo de Ubieta,
asumió la tarea de defender, en Post Cuba, de mi supuesto atrevimiento, al
órgano del partido.
Quiero
detenerme, para terminar, en sus últimas líneas, donde introduce el “origen de
esta polémica, tendenciosamente olvidado: Cuba posible”. Tendenciosamente
olvidado, aclaro, porque siendo el blanco de sus críticas, Ubieta , y otros
colegas, han preferido caracterizarlo desde el principio mismo como una
peligrosa tendencia centrista. Me pregunto si han leído lo publicado porque
hasta ahora su argumentación se ha centrado en condenas a priori más que en la
discusión de contenidos.
Claro
que no hay que ignorar intereses y movidas de quienes, fuera y dentro del país
se pronuncian y trabajan en contra del futuro socialista del proyecto cubano.
Esas posiciones surgen y van a surgir alrededor de cualquier iniciativa crítica
sobre la cual vean la posibilidad de influir. Es parte del desafío, como
también creo que lo es propiciar la existencia de un abanico de reflexión con
la mayor amplitud de posiciones.
No
sé si las esferas de dirección del país debieron propiciarlo ellas mismas, o
permitir simplemente que se tomara la iniciativa desde la sociedad civil. Cuba
posible se creó en esa perspectiva, como foro de reflexión. Se excluía en aquella iniciativa solo lo que
en la teoría o en la acción respondiera a las proyecciones de los enemigos del
proyecto social cubano. Pero, hecha esa salvedad, sería un espacio para que
participaran contribuciones que merecieran ser tomadas en cuenta, vinieran
desde la izquierda, el centro o la derecha; verla como centrista puede ser
incluso un reduccionismo. Porque de la derecha, cuando no responde al canon del
enemigo, y aunque no aceptemos sus soluciones, nos debieran interesar las
críticas. Suelen conocer nuestros errores tanto como los que estamos
comprometidos a fondo con el ideal socialista que nos guía, que, por otra
parte, nos vemos atrapados a veces entre conformismos y vacilaciones.
Lo
que sobre un tema dado piensen Roberto Veiga y Lenier Gonzalez – como cualquier
otro autor – es lo que piensan ellos y no algo consensuado. Sus posiciones
habría que debatirlas con ellos y no con Cuba posible. Yo puedo no compartir
sus tesis, pero creo que tienen el derecho, en una democracia socialista, de
defender lo que piensan, y que Ubieta debe respetarles ese derecho tanto como
yo. O más que yo porque tiene funciones que permiten accesos más elevados y
responsabilidades de mayor alcance que las que yo pueda tener. Y también
discutirles – sobre todo si cree que es tan peligroso el desafío – y propiciar que otros puedan discutir sus
criterios.
De
repente tengo la impresión de que Ubieta me está criticando con la mirada
puesta en otro lugar. No sería mucho pedirle que se atuviera, para hacerlo, a
lo que yo haya dicho o publicado, allí o fuera de allí. En el fondo lo que
justifica estas líneas, es la necesidad de rechazar, de una sola vez, la sarta
inaceptable de insultos que ha lanzado contra mi persona, frente a los cuales,
cercano ya a los ochenta, pienso que mi conducta y mis posiciones
revolucionarias no deja lugar a dudas.
Además,
insisto en que para juzgar con objetividad, lo primero sería tomar en cuenta el
apreciable caudal de reflexión que ha producido y difundido, desde su
constitución, Cuba posible. No pienso que todo lo publicado sea igualmente
valioso pero estoy convencido de que contiene una contribución de utilidad en
nuestra sociedad real, hoy; la que ha vivido la mitad del siglo XX bajo el
bloqueo y posiblemente tenga que seguir viviendo buena parte del XXI sin poder
sacudírselo. Una contribución a comprender sus problemas viejos y los nuevos, a
identificar los errores, y medir los
desafíos. Creo sinceramente que Cuba posible merece existir, y padecer
todos los encontronazos polémicos que pueda generar su existencia.
Ese
es el espíritu con el que recuerdo que se creó y me gustaría que logre
mantener. No trato de definirla. A veces
las definiciones congelan las cosas, y las cosas cambian, no son estáticas. A
veces sus cambios se generan desde dentro, a veces se les empuja desde fuera a
ser algo distinto. Y cuando ya no son lo que creímos que serían, o dejan de
existir, pueden llegar otros, que harán lo que queríamos hacer, pero dándole
otro nombre, o harán algo distinto bajo el mismo nombre.
COMENTARIOS A UNA CARTA ABIERTA
Enrique
Ubieta Gómez
1.
2. Tampoco me lee bien. Dije que él “se insertó desde el comienzo en el debate en curso con un texto ajeno a su temática”. Es obvio que me refería a la temática del debate y no a la de sus competencias.
3. Precisamente el respeto a Fernando –de quien me consta fue muy amigo–, fue el factor que me detuvo al inicio. Es lo que dije y repito. No tengo que protegerlo y menos aún protegerme de nada. Fernando fue uno de los pensadores anticapitalistas más coherentes que he conocido.
4. Jamás he colaborado con el blog Post Cuba ni he enviado algún anónimo, ni a ese blog ni a sitio alguno: tengo la satisfacción de que todo lo que he querido decir en mi vida ha sido firmado con mi nombre y apellidos. No comparto la manera en la que ese blog defiende sus criterios. Y dicho sea de paso, porque he visto comentarios absurdos y –esos sí– ofensivos sobre mí: respeto y admiro la vida y la obra de Silvio (ahora mismo escucho su música, es un “vicio” sano que, por encima de cualquier diferencia de criterios, me alimenta). Esos comentaristas, sí que quieren desviar el sentido del debate y dividirnos. Las ofensas, cuando aparecen, son extravíos, y no debiéramos colocarlas en el camino real; a veces surgen de provocadores que persiguen distraernos o conducirnos a equívocos insalvables.
5. “Lo que sobre un tema dado piensen Roberto Veiga y Lenier González – como cualquier otro autor – es lo que piensan ellos y no algo consensuado”, escribe Aurelio. El problema es que las citas que reproduzco de esos autores no expresan opiniones personales; son los fundamentos explícitos –según sus directivos– de un proyecto público: Cuba Posible. Lo que dicen no es lo que piensan, es lo que se proponen hacer con esa plataforma. Veiga dice (disculpen que lo repita): “Yo tengo una opinión personal a favor de una Cuba pluripartidista. Nuestro proyecto quiere facilitar esto y contribuir con serenidad a ese proceso.” Y agrega: “Cuba Posible promoverá el ‘cambio transicional’”. No veo cómo Aurelio pueda ignorar eso al decidir participar en su directiva.
6. A diferencia suya, lo que a mí me interesa comentar de su Carta Abierta no son los párrafos iniciales, sino los finales: “Se excluía en aquella iniciativa solo lo que en la teoría o en la acción respondiera a las proyecciones de los enemigos del proyecto social cubano –escribe Aurelio–. Pero, hecha esa salvedad, sería un espacio para que participaran contribuciones que merecieran ser tomadas en cuenta, vinieran desde la izquierda, el centro o la derecha; verla como centrista puede ser incluso un reduccionismo. Porque de la derecha, cuando no responde al canon del enemigo, y aunque no aceptemos sus soluciones, nos debieran interesar las críticas”. ¿Qué entiende el ideólogo revolucionario Aurelio por “enemigos del proyecto social cubano”? ¿De qué derecha habla cuando dice que “no responde al canon del enemigo”? Hay hombres y mujeres conservadores y honestos, eso lo sé, pero esas no son clasificaciones que pueden definir a los ideólogos. Pero mi estupor es grande: ¿cree Aurelio que los ideólogos de derecha y los de centro –él acepta de facto la existencia del término– acuden a Cuba Posible a exponer sus críticas para fortalecer la Revolución en el poder?, ¿que publican en (y financian) ese espacio de “cambio transicional” e invitan a sus integrantes a mesas de diálogo en Washington, incluso en el Departamento de Estado, y en México, sobre, por ejemplo, como cambiar nuestra Constitución, para disfrutar del intercambio civilizado entre colegas? A mí también me interesa conocer lo que piensa la derecha, pero para eso están los libros y la prensa transnacional hegemónica que, por cierto, le ha dado cobertura desde sus inicios a Cuba Posible, mientras silencia, cuando no ataca a los revolucionarios cubanos.
7. No está de más recordar la caracterización ejemplar que hizo Aurelio sobre el proyecto editorial Encuentro de la Cultura Cubana, en el sitio La Jiribilla, en junio de 2000: “Me represento a Encuentro de la cultura cubana como un producto típico del anticastrismo de tercera generación: no proclive a una propuesta de reversión total del cambio de los sesenta, capaz de incorporar el rechazo a la política norteamericana hacia la Isla, y circunscrito a rescates puntuales en torno al pasado; matizado en las críticas a la influencia del socialismo soviético, en especial para restar relevancia a la política cubana en los puntos de acuerdo tanto como en los de desacuerdo; amparado en una propuesta de reconciliación nacional tan sesgada, parcial y ajena a la realidad que se hace imposible tomarla en serio; implacable ante la extensión, después del derrumbe del Este, del liderazgo revolucionario en Cuba, la cual considera anacrónica, de corte gerontocéntrico; y contra el socialismo mismo como proyecto.” Desde luego, es otra época, ya el anticastrismo –con el que Aurelio jamás comulgaría–, es inoperante. Cuba Posible es más sutil, su lenguaje y su propósito deconstructor se apoyan en un fenómeno que Lenier González, uno de sus gestores, describe de la siguiente manera: “Si algo ha tipificado los últimos 10 años, es un corrimiento “al centro” en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla”.
8. Jamás se me ocurriría confeccionar una lista de “centristas” u otra de “anticentristas” –cada persona es un mundo, decía mi abuelo–; hablo de un proyecto que El Nuevo Herald, tendencioso, es obvio, pero sagaz, calificaba hace unos días de político y de centro. Los que se incorporan alegremente al imaginario “listado” por no estar de acuerdo con algún punto o alguna expresión de los que han señalado las características de ese proyecto, le hacen el juego (y ocultan) a los que sí trabajan contra el proyecto revolucionario.
9. No entiendo la frase enigmática en la que afirma que estoy respondiéndole a él (no, como dice, criticándolo) con la mirada “en otro lugar”. Después de darle vueltas, supuse que se refiere a los comentarios que incorporo sobre textos de Humberto Pérez y Pedro Monreal. Pero resulta que es él quien los comenta favorablemente en su artículo y dice que casi lo hacen desistir de escribir. Es decir, que no miro a ningún otro lugar que no sea su artículo.
10. Un último punto: se ha mencionado mi supuesta alta responsabilidad en el Partido –que no es tal, aunque toda responsabilidad es alta desde un punto de vista moral– para insinuar que no debo involucrarme en estos debates. Me siento orgulloso de ser un cuadro del Partido de Fidel y de Raúl, y también un intelectual que, a un año de cumplir mis 60, jamás ha escrito un texto en el que no crea. Mi responsabilidad –que no empieza ni termina con un cargo, felizmente efímero–, de la manera en que la siento, es la que me obliga a participar en el debate. Pero hay responsabilidades sin cargos –como la que tenía Fidel, salvando las distancias, en sus años finales de vida, o aquella a la que alude el Che en su carta de despedida, por lo que significan vida y obra– que son abrumadoramente superiores a las de quienes ocupan cargos. Responsabilidades como esas, estoy seguro que hicieron escribir a Aurelio aquel texto sobre la revista Encuentro de la Cultura Cubana.
1. No sé a qué “refriega de insultos personales”
responde Aurelio Alonso, he vuelto a leer mi texto –que no se titula "La
respuesta" sino "La pregunta esencial", la respuesta es él quien
puede dárnosla– y no los encuentro, a no ser que estime “ofensiva” mi
discrepancia. En mi texto hay argumentos y ciertamente, no los responde. A un
pensador revolucionario de larga trayectoria, no le asienta la victimización.
Hay quien pide osadía a los jóvenes si estos piensan como ellos, y respeto, si
piensan de manera diferente a ellos (yo ya, como él sabe, no soy joven). La
unánime certeza de que el debate debe imponerse en la sociedad cubana, se
derrumba cuando los que lo reclaman se ven enfrentados a criterios
discrepantes: el listado de insultos contra mi persona es largo y ancho. Pero
no me quejo, ni los reproduzco.
2. Tampoco me lee bien. Dije que él “se insertó desde el comienzo en el debate en curso con un texto ajeno a su temática”. Es obvio que me refería a la temática del debate y no a la de sus competencias.
3. Precisamente el respeto a Fernando –de quien me consta fue muy amigo–, fue el factor que me detuvo al inicio. Es lo que dije y repito. No tengo que protegerlo y menos aún protegerme de nada. Fernando fue uno de los pensadores anticapitalistas más coherentes que he conocido.
4. Jamás he colaborado con el blog Post Cuba ni he enviado algún anónimo, ni a ese blog ni a sitio alguno: tengo la satisfacción de que todo lo que he querido decir en mi vida ha sido firmado con mi nombre y apellidos. No comparto la manera en la que ese blog defiende sus criterios. Y dicho sea de paso, porque he visto comentarios absurdos y –esos sí– ofensivos sobre mí: respeto y admiro la vida y la obra de Silvio (ahora mismo escucho su música, es un “vicio” sano que, por encima de cualquier diferencia de criterios, me alimenta). Esos comentaristas, sí que quieren desviar el sentido del debate y dividirnos. Las ofensas, cuando aparecen, son extravíos, y no debiéramos colocarlas en el camino real; a veces surgen de provocadores que persiguen distraernos o conducirnos a equívocos insalvables.
5. “Lo que sobre un tema dado piensen Roberto Veiga y Lenier González – como cualquier otro autor – es lo que piensan ellos y no algo consensuado”, escribe Aurelio. El problema es que las citas que reproduzco de esos autores no expresan opiniones personales; son los fundamentos explícitos –según sus directivos– de un proyecto público: Cuba Posible. Lo que dicen no es lo que piensan, es lo que se proponen hacer con esa plataforma. Veiga dice (disculpen que lo repita): “Yo tengo una opinión personal a favor de una Cuba pluripartidista. Nuestro proyecto quiere facilitar esto y contribuir con serenidad a ese proceso.” Y agrega: “Cuba Posible promoverá el ‘cambio transicional’”. No veo cómo Aurelio pueda ignorar eso al decidir participar en su directiva.
6. A diferencia suya, lo que a mí me interesa comentar de su Carta Abierta no son los párrafos iniciales, sino los finales: “Se excluía en aquella iniciativa solo lo que en la teoría o en la acción respondiera a las proyecciones de los enemigos del proyecto social cubano –escribe Aurelio–. Pero, hecha esa salvedad, sería un espacio para que participaran contribuciones que merecieran ser tomadas en cuenta, vinieran desde la izquierda, el centro o la derecha; verla como centrista puede ser incluso un reduccionismo. Porque de la derecha, cuando no responde al canon del enemigo, y aunque no aceptemos sus soluciones, nos debieran interesar las críticas”. ¿Qué entiende el ideólogo revolucionario Aurelio por “enemigos del proyecto social cubano”? ¿De qué derecha habla cuando dice que “no responde al canon del enemigo”? Hay hombres y mujeres conservadores y honestos, eso lo sé, pero esas no son clasificaciones que pueden definir a los ideólogos. Pero mi estupor es grande: ¿cree Aurelio que los ideólogos de derecha y los de centro –él acepta de facto la existencia del término– acuden a Cuba Posible a exponer sus críticas para fortalecer la Revolución en el poder?, ¿que publican en (y financian) ese espacio de “cambio transicional” e invitan a sus integrantes a mesas de diálogo en Washington, incluso en el Departamento de Estado, y en México, sobre, por ejemplo, como cambiar nuestra Constitución, para disfrutar del intercambio civilizado entre colegas? A mí también me interesa conocer lo que piensa la derecha, pero para eso están los libros y la prensa transnacional hegemónica que, por cierto, le ha dado cobertura desde sus inicios a Cuba Posible, mientras silencia, cuando no ataca a los revolucionarios cubanos.
7. No está de más recordar la caracterización ejemplar que hizo Aurelio sobre el proyecto editorial Encuentro de la Cultura Cubana, en el sitio La Jiribilla, en junio de 2000: “Me represento a Encuentro de la cultura cubana como un producto típico del anticastrismo de tercera generación: no proclive a una propuesta de reversión total del cambio de los sesenta, capaz de incorporar el rechazo a la política norteamericana hacia la Isla, y circunscrito a rescates puntuales en torno al pasado; matizado en las críticas a la influencia del socialismo soviético, en especial para restar relevancia a la política cubana en los puntos de acuerdo tanto como en los de desacuerdo; amparado en una propuesta de reconciliación nacional tan sesgada, parcial y ajena a la realidad que se hace imposible tomarla en serio; implacable ante la extensión, después del derrumbe del Este, del liderazgo revolucionario en Cuba, la cual considera anacrónica, de corte gerontocéntrico; y contra el socialismo mismo como proyecto.” Desde luego, es otra época, ya el anticastrismo –con el que Aurelio jamás comulgaría–, es inoperante. Cuba Posible es más sutil, su lenguaje y su propósito deconstructor se apoyan en un fenómeno que Lenier González, uno de sus gestores, describe de la siguiente manera: “Si algo ha tipificado los últimos 10 años, es un corrimiento “al centro” en un conjunto importante de actores sociales y políticos, dentro y fuera de la Isla”.
8. Jamás se me ocurriría confeccionar una lista de “centristas” u otra de “anticentristas” –cada persona es un mundo, decía mi abuelo–; hablo de un proyecto que El Nuevo Herald, tendencioso, es obvio, pero sagaz, calificaba hace unos días de político y de centro. Los que se incorporan alegremente al imaginario “listado” por no estar de acuerdo con algún punto o alguna expresión de los que han señalado las características de ese proyecto, le hacen el juego (y ocultan) a los que sí trabajan contra el proyecto revolucionario.
9. No entiendo la frase enigmática en la que afirma que estoy respondiéndole a él (no, como dice, criticándolo) con la mirada “en otro lugar”. Después de darle vueltas, supuse que se refiere a los comentarios que incorporo sobre textos de Humberto Pérez y Pedro Monreal. Pero resulta que es él quien los comenta favorablemente en su artículo y dice que casi lo hacen desistir de escribir. Es decir, que no miro a ningún otro lugar que no sea su artículo.
10. Un último punto: se ha mencionado mi supuesta alta responsabilidad en el Partido –que no es tal, aunque toda responsabilidad es alta desde un punto de vista moral– para insinuar que no debo involucrarme en estos debates. Me siento orgulloso de ser un cuadro del Partido de Fidel y de Raúl, y también un intelectual que, a un año de cumplir mis 60, jamás ha escrito un texto en el que no crea. Mi responsabilidad –que no empieza ni termina con un cargo, felizmente efímero–, de la manera en que la siento, es la que me obliga a participar en el debate. Pero hay responsabilidades sin cargos –como la que tenía Fidel, salvando las distancias, en sus años finales de vida, o aquella a la que alude el Che en su carta de despedida, por lo que significan vida y obra– que son abrumadoramente superiores a las de quienes ocupan cargos. Responsabilidades como esas, estoy seguro que hicieron escribir a Aurelio aquel texto sobre la revista Encuentro de la Cultura Cubana.
Le conozco a usted por una presentación que hizo hace ya muchos años en la TV española. No quisiera escribir más sobre un tema de que ya (sin ser cubano, pero por la repercusión que tiene el tema para la izquierda mundial en tiempos de bifurcación sistémica) pude opinar http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229674 también publicado (y no con sana intención en el Blog Segunda Cita de Silvio Rodríguez junto a otro texto d ela contrarrevolcionaria cubana y personaje execrable Joani Sánchez http://segundacita.blogspot.com.es/2017/07/una-vez-mas-los-extremos-coinciden.html.
ResponderEliminarHoy solo quiero subrayar que sus puntos de vista los compartimos totalmente.
Un saludo desde España
Rodolfo Crespo
Gracias por escribir, leí su artículo. No puedo decir, a pesar de su solidaridad, que comparto todos sus puntos de vista en él. Creo en Silvio, a pesar de las discrepancias que sostenemos. Saludos
ResponderEliminarGracias por responderme. Quiero decirle a propósito de su comentario que, después de escribir el texto, como autocrítica reconozco que algunas cosas no debí abordarlas, no era el momento, ni el tema ni las circunstancias, algunos compañeros me las hicieron ver, pero ya estaba publicado. No soy tampoco un intelectual ni periodista como usted, mis conocimientos son más básicos lo que quizás nos lleva a ser más emocionales al expresar algo. Yo si puedo ratificar que coincido plenamente con sus puntos de vista TOTALMENTE, de usted se aprende. Mi primer encuentro con usted fue a través del Alba Rico (que tampoco conozco en persona, yo soy uno de a pie) que le seguía y escribía en la la Revista que usted editaba La Calle del Medio ¿Qué pasó con aquella publicación?.
EliminarY a Cuba (de donde he traído muchos libros a España) la visito con asiduidad, donde tampoco conozco a nadie importante, todos personas de a pie: allí he aprendido a ordeñar vacas, cabras, manipular bueyes en el campo en viviendas y estancias de personas que viven materialmente muy pobres, pero con una gran alegría y espíritu, también me gustan mucho sus playas (en algunas he llegado a pescar con pobladores del lugar) con muchos insectos pero casi vírgenes.
Gracias y un saludo.