MI RESPUESTA A RAVSBERG
Elier Ramírez Cañedo
Blog Dialogar, dialogar
Tuve la posibilidad, más bien el honor, de integrar la amplia y diversa delegación cubana, expresión de nuestra verdadera sociedad civil, que asistió a los foros paralelos de la Cumbre de las Américas. Lo hice en este caso como miembro de la Asociación Hermanos Saiz, organización que agrupa a más de tres mil jóvenes artistas e intelectuales menores de 35 años. Me tocó participar y ser testigo de los momentos quizás más tensos y complejos que vivimos en esos días. De ahí que me resulte imposible no responder al artículo de Fernando Ravsberg “La sociedad civil y el debate”, publicado en su blog Cartas desde Cuba. Sobre todo por el respeto que merecen los compañeros y compañeras que estuvieron conmigo en Panamá, quienes, con su actitud, me hicieron sentir extremadamente orgulloso de ser cubano.
Me sorprende que un periodista como Ravsberg, de quien en ocasiones he leído buenos textos, haya escrito algo tan superficial y alejado de la realidad sobre el papel de nuestra delegación.
Es evidente que, en este caso, lejos de ir a contracorriente de los grandes monopolios de la comunicación que todo el tiempo trataron de deslucir la participación cubana, Ravsberg siguió ciegamente el rebaño de los confundidos. Prefiero pensar esto y no que se trata de una reacción como las que he advertido en otros medios, de impotencia ante la incuestionable victoria de Cuba, tanto en la sesión presidencial como en los propios foros paralelos y la Cumbre de los Pueblos. Victoria que es sabido no fue solo para Cuba, sino para América Latina y el Caribe en su conjunto. Si Mar del Plata marcó en 2005 el inicio del viraje, esta Cumbre significó ya un cambio radical en las relaciones interamericanas.
Creo que a este artículo de Ravsberg le faltó la profesionalidad del periodismo investigativo. ¿Por qué no se tomó el trabajo de entrevistar al menos a algunos miembros de la delegación que participaron en los foros paralelos? ¿Por qué no indagó con varios de sus colegas cubanos que cubrieron la cita? ¿Por qué no confrontó las sesgadas fuentes que utilizó con otras versiones?
El espectáculo que recorrió el mundo “dañando la imagen de la nación”, según Ravsberg, fue precisamente el que los medios hegemónicos de siempre se empeñaron en fabricar, una caricatura que este experimentado periodista podría haber desbancado con facilidad si se hubiera propuesto hacer un trabajo más serio. Pero se conformó en este caso con la visión fragmentada y manipulada que todo el tiempo circuló mientras que la mayor parte de la verdad permaneció invisible ante sus ojos. Al menos Telesur y los medios de comunicación de Cuba, que a diferencia de Ravsberg sí estuvieron allá, hicieron un gran esfuerzo para que se conociera lo que estaba sucediendo.
Soy testigo de que numerosas entrevistas realizadas a miembros de nuestra delegación por importantes cadenas noticiosas del mundo, fueron impúdicamente censuradas, pues sus criterios contrastaban con la matriz de opinión que se quería imponer. Recuerdo que un camarógrafo de una televisora miamense me ofendió y se retiró junto al periodista, al no estar dispuesto a oír ciertas verdades. No me dio tiempo por desgracia a preguntarles de qué libertad de opinión y prensa estaban hablando.
Por otro lado, Ravsberg confunde, mezcla, omite y creo que también interviene en la manipulación de lo sucedido:
Primero, la delegación no estuvo en el altercado ocurrido en el parque frente a la embajada de Cuba. Allí estaban los grupos de solidaridad y algunos compañeros de nuestra sede diplomática. Todos ellos, a mi juicio, respondieron como tenían que responder ante la afrenta que pretendieron hacerle a nuestro más preciado símbolo, a Martí, un puñado de mercenarios junto al asesino del Che. Si me hubiera encontrado en ese contexto, seguramente hubiera reaccionado igual. Ya se sabe de dónde vino la ofensa y el primer puñetazo. Le recomiendo a Ravsberg que vea los videos que están en Internet y lea dos textos publicados por Raúl Antonio Capote en su blog El adversario cubano: “Orlando Gutierrez Boronat, terrorista presente en Panamá” y “Nuestra delegación en la Cumbre de las Américas: respuesta a los confundidos y a los desinformados”.
Segundo, es falso que la delegación cubana se retiró del debate, todo lo contrario. Para información de Ravsberg, de los únicos escenarios que la delegación acordó retirarse –luego de un análisis colectivo- fue de los protocolares, por respeto a los presidentes. Hubo una rigurosa y rica discusión en las mesas de salud, educación, seguridad, migración, energía y medio ambiente y en los foros de los jóvenes, empresarios y rectores. Las discusiones en todos estos escenarios fluyeron sin dificultad, a pesar de las notables diferencias ideológicas entre los participantes, y los aportes de los cubanos presentes fueron significativos para la elaboración de los documentos finales. Incluso, en las mesas de gobernabilidad democrática y participación ciudadana, donde se denunció la presencia de los mercenarios y hubo un ambiente más caldeado, no faltaron los argumentos y la serenidad. Los cubanos no nos retiramos, sino que permanecimos en el lugar trabajando con una gran parte de los integrantes de las delegaciones de otros países. Los que tuvieron que abandonar la sala fueron los farsantes y parte de la derecha cómplice. Fueron particularmente emocionantes las intervenciones de apoyo que escuchamos de representantes de Panamá, Colombia, Brasil, Venezuela, Ecuador, Chile, México, entre otros países. Estos comprendieron de inmediato que era imposible sostener un diálogo respetuoso con usurpadores que se querían presentar como parte de la sociedad civil cubana.
Tercero, a pesar de las presiones a las que fuimos sometidos desde que llegamos a Panamá, ningún miembro de la delegación cubana utilizó violencia física alguna contra quienes estuvieron provocándonos todo el tiempo con alusiones injuriosas a nuestros líderes y a nuestra patria. Lo primero que hicimos cuando pisamos tierra panameña fue denunciar en una conferencia de prensa la presencia de mercenarios, algunos de ellos vinculados a terroristas como Posada Carriles. Se trasladaron además todas las pruebas a los organizadores de los foros. Se distribuyó un tabloide elaborado por la UPEC con toda la información necesaria, cuya lectura recomiendo a Ravsberg (véanse los sitios Pensandoaméricas, Cubadebate o Cubaperiodistas).
Cuarto, la delegación cubana sufrió un tratamiento discriminatorio por parte de los organizadores de los foros paralelos. Veintiocho cubanos que habíamos cumplido todos los requisitos del largo proceso burocrático de inscripción y recibido el mensaje de confirmación, permanecimos sin credencial hasta el día de comienzo de las mesas de trabajo. Sin embargo, pudimos comprobar que a los mercenarios se les brindaron todas las facilidades. Sus nombres encabezaban la lista de Cuba para las acreditaciones y sobresalían en negritas, algo que verifiqué personalmente. El día de la inauguración tuvieron un acceso expedito a la sala cual si fueran presidentes.
Quinto, el día 10 de abril se orquestaron en el Hotel El Panamá las más elaboradas y maquiavélicas provocaciones contra nosotros. Primero, los organizadores del foro de la sociedad civil, nos desinformaron y nos remitieron a los salones del noveno piso, mientras, abajo, se montaba un ofensivo performance contra un pequeño grupo de jóvenes de nuestra delegación que permanecía en el lobby, donde “casualmente” ya estaban convocados los medios anticubanos. La respuesta nuestra fue firme y enérgica. Con orgullo cantamos el Himno Nacional y la Marcha del 26 de julio y coreamos consignas, pero nunca una palabrota por muy merecida que esta fuera. Las imágenes de Fariñas junto a Posada Carriles y la de Antúnez con Félix Rodríguez, enarbolando la foto del Che cautivo y a punto de ser asesinado, decían más que mil palabras. Hubo más tarde una segunda provocación, en la mesa de gobernabilidad democrática, cuando los organizadores dieron la palabra a un representante de la OEA, que aludió directamente a Cuba de forma insolente, mientras daban entrada a los mercenarios por un acceso lateral. Una vez más, logramos que se retiraran con nuestros argumentos y el apoyo de delegados de otros países.
Por otra parte, no sé con cuántos cubanos habrá conversado Ravsberg, pues estuvimos recibiendo mensajes de aliento provenientes de Cuba durante nuestra estancia en Panamá y, desde que llegamos a la Habana, cientos de personas nos han expresado su admiración por la manera en que actuamos y su deseo de haber tenido la oportunidad de participar en esta batalla. Como dijo Luis Morlote en el acto de recibimiento, no hicimos nada extraordinario, sino más bien lo que cualquier cubano digno hubiera hecho. Y sí, Ravsberg, en alguna medida fue un Girón, en el sentido en que nos enfrentamos a mercenarios como aquellos que invadieron la Isla en 1961, aunque en otro tipo de confrontación. Ojalá pudiéramos también en algún momento cambiarlos por compotas.
Ravsberg se equivoca cuando trata de contrastar el hecho de que Raúl y Obama sí pudieron dialogar, mientras la delegación cubana a los foros paralelos fue intolerante, incivilizada, expresión del pasado, al negarse a hablar con los enemigos. “En ese contexto regional es un suicidio político proclamar: nosotros no dialogamos con nuestros enemigos”, señala Ravsberg. No sé de dónde tomó la frase; pues al menos yo no la escuché en ningún momento en voz de mis compañeros. Lo que sí se reiteró es que no se dialogaría con mercenarios, que tienen la agenda de quienes les pagan. No son interlocutores creíbles. En su mayoría incluso se oponen al cambio de política iniciado por Obama y al levantamiento del bloqueo.
Todo parece indicar que Ravsberg cae en un absurdo que se repite con frecuencia, al considerar a estos mercenarios como una oposición real. En Panamá insistí mucho en las entrevistas que me hicieron, casi todas censuradas, en que estos sujetos, esta versión impresentable de una supuesta sociedad civil cubana, no son una oposición o disidencia efectiva, ni siquiera una contrarrevolución auténtica. Desde su origen han sido una creación de los Estados Unidos para promover un “cambio de régimen” en la Isla. Le recomiendo en este caso el texto de Esteban Morales “La contrarrevolución cubana nunca ha existido” (véase este propio blog).
Es cierto, como señala Ravsberg, que Raúl y Obama defienden ideologías contrarias y lograron sentarse a conversar. ¿Pero acaso Fariñas, Berta Soler, Rosa María Paya y el resto de la fauna que viajó a Panamá defienden algún tipo de ideología, más allá de la del dinero que reciben de sus amos del norte? Se me ocurre que Ravsberg pudiera quizás dar el palo periodístico haciéndole estas preguntas a Jonathan Farrar, ex jefe de la sección de intereses de Washington en la Habana, quien hizo una valoración certera de estos mercenarios revelada por Wikileaks. Coincidentemente es ahora el embajador de los Estados Unidos en Panamá y convocó a algunos de ellos para darles instrucciones (véase declaración de la delegación cubana a la Cumbre de los Pueblos publicada en Granma).
Ojalá Ravsberg tenga tiempo para revisar la documentación que le he recomendado y así tener una idea más completa de lo sucedido.
Duélale a quien le duela, la gran farsa que se preparaba contra Cuba en el foro de la sociedad civil quedó desnuda y desarticulada. La noticia que Si la gresca protagonizada por la sociedad civil enviada desde La Habana y la sociedad civil fletada desde Miami mostró el pasado, la civilidad del encuentro entre los presidentes Raúl Castro y Barack Obama nos está indicando el presente y el futuro.
LA SOCIEDAD CIVIL Y EL DEBATE
Fernando Ravsberg
Blog Cartas desde Cuba, BBC Londres
Parece ser que los mandatarios son quienes mejor representaron a las sociedades civiles de sus países, las que quieren terminar con un enfrentamiento que se prolonga por más de medio siglo, como residuo tóxico de la Guerra Fría.
La alegría en las calles de Cuba el 17 de diciembre fue inocultable pero también las encuestas entre los estadounidenses y los cubanoamericanos muestran un amplio apoyo a la normalización de las relaciones y al debate civilizado de las diferencias.
¿Entonces a quien representan esos 2 grupos que aparecieron en Panamá a nombre de la “sociedad civil cubana” y terminaron dando un lamentable espectáculo de provocaciones, insultos y golpes, el cual recorrió el mundo empañando la imagen de la nación?.
Por parte de Cuba fueron dirigentes de organizaciones de la Sociedad Civil, los cuales desconozco como se escogieron. Lo que sí quedó muy claro es que no representan el espíritu mayoritario de la sociedad, aunque sean representantes institucionales.
Cuando la prensa cubana honró esa actitud, pensé que tal vez yo no los entendía por no ser de aquí. Sin embargo, en los días posteriores no encontré ningún cubano, ni siquiera entre importantes intelectuales comunistas, que apoyara el intercambio de patadas.
La retirada de la delegación de Cuba del debate chocó a muchos. El periodista de Trabajadores, Francisco Rodríguez, sintetizó en las redes sociales un sentir compartido: “Si yo considero que tengo derecho a estar en un lugar, nada ni nadie me haría renunciar a estar allí…”.
Las únicas personas que vi apoyar la gresca fueron las que aparecieron en el noticiero de la TV y el intento fue contraproducente, en mi barrio una vecina me comentó que “por culpa de esa perrera de solar nos dejaron ese día sin telenovela”.
Han llegado a comparar el altercado de Panamá con la batalla de Playa Girón. Si la prensa necesita héroes debería buscarlos entre los guerrilleros de la salud, los que recorren, mochila al hombro, las montañas de Pakistán, las selvas de Guatemala o se juegan la vida en África.
Del lado de Miami tampoco estuvieron muy pulcros, llevaron como representante de la “sociedad civil” a Félix Rodríguez, un señor que vivió la mayor parte de su vida fuera de la isla, trabajando para los servicios de inteligencia de una potencia extranjera.
Pero el colmo fue aparecerse en Panamá con fotos abrazados a Luis Posada Carriles, quien había sido detenido y condenado en ese mismo país cuando planeaba un atentado dinamitero contra otra Cumbre de presidentes, la Iberoamericana del 2002.
Me cuesta entender como los disidentes cubanos, los mismos que proclaman utilizar solo formas de lucha pacífica, pueden aparecer en un encuentro internacional acompañados de personas que han apostado durante toda su vida por la violencia.
Si lo que intentaban era caldear los ánimos de su contraparte tuvieran éxito a pesar de lo evidente de la jugada. De todas formas, ninguno salió muy beneficiado, al final la imagen que recorrió el mundo fue la de una trifulca entre cubanos.
Para mayor contraste, en la misma Cumbre de Panamá, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro se presentaron ante el mundo como personas capaces de intercambiar opiniones, incluso en los temas en que saben de antemano que están en desacuerdo.
Obama sigue creyendo que su democracia es la garantía de las libertades y Raúl Castro continúa considerando que la justicia solo llega con el socialismo. Seguramente, ninguno renunciará a su ideología, pero ambos apuestan por la negociación.
Es más, durante la Cumbre Barack Obama se reunió con los disidentes cubanos y Raúl Castro brindó todo su apoyo a Maduro en rechazo al decreto de Washington contra Venezuela. Y, sin embargo, eso no les impidió reunirse en privado y darse la mano en público.
Los acompañan la mayoría de los estadounidenses, los emigrados y los cubanos que viven en la isla. La gente común, los que no pretenden inculcar sus ideas a nadie, los que son capaces de convivir con quienes piensan diferente, los que no se creen dueños de la verdad.
Esa es la gente que ha construido un continente capaz de negociar conflictos tan antiguos como la guerra civil de Colombia y el diferendo entre Cuba y EEUU. En ese contexto regional es un suicidio político proclamar: “nosotros no dialogamos con nuestros enemigos”.
Y si de dignidad se tratase, nadie mostró más que la viuda de uno de los asesinados por las guarimbas de Venezuela, debatiendo ante las cámaras con la esposa del político que organizó esas asonadas violentas. Supo exponer sus razones con la pasión del dolor pero desde la decencia y el respeto.quería fabricarse era obvia: “Panamá como sede histórica de la reconciliación entre el gobierno de los Estados Unidos y Cuba y -de paso- entre los partidarios del régimen y la oposición interna”. Ese era el cintillo noticioso que se esperara recorriera el mundo. El manejo fue muy burdo. Una vez más las maniobras de los que pretenden humillar a Cuba terminaron en un fiasco. Nuestra soberanía es intocable. No aceptaremos intromisiones en nuestros asuntos internos. Para Cuba los principios, la dignidad y la moral son la guía fundamental de la política, y ya hemos visto cuán poderosas son esas armas. Lo ocurrido en Panamá ha sido una muestra elocuente de ello. La voz que más se sintió y la de mayor reconocimiento en la región fue la de la isla caribeña. Raúl Castro se convirtió, sin lugar a dudas, en el líder más aplaudido y admirado de la Cumbre de las Américas.
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