Carlos Aznárez
Así titulábamos en la portada de uno de las últimas ediciones del periódico Resumen Latinoamericano. Sí, por amor a Palestina y a su pueblo abnegado, sufrido, perseguido, pero jamás vencido, es que innumerables voces en el mundo, a lo largo de estas últimas seis décadas, nos hemos alzado solidariamente para defender esa causa. O dispuestos a informar sobre ella, como es nuestro caso, empeñados en tratar de romper la severa censura que dicho tema padece.
Querer a Palestina es desear desde lo más hondo de nuestro corazón, que algún día sus mujeres, sus hombres, sus niños y niñas, los ancianos y ancianas de esa tierra indoblegable puedan vivir en paz. Que quienes habitan ese suelo mancillado por los invasores, pudieran cultivar sus olivos o pescar de sus aguas -hoy bloqueadas por buques de guerra- sin que les cueste la vida o sin que el desprecio de los colonizadores les incendie sus sembradíos. Querer a Palestina es precisamente destacar el ejemplo dado por millones de sus mejores hijos e hijas que han tenido que salir al destierro portando sólo una llave de lo que fueron, hasta 1948, sus viviendas, luego arrasadas por el conquistador. A pesar de ello ningún palestino del “exterior" hablan de venganza, sino que con una melancolía que cala muy adentro de cualquier persona sensible, sólo piensan en el retorno a lo que fuera su tierra de origen. Volver a un sitio distinto al actual, sin checkpoints ni alambres de púas, sin muros que separen a familias enteras, ni tanques, ni bulldozers, ni viviendas demolidas, ni tanta e injusta muerte, ora en Gaza ora en Cisjordania.
Precisamente por amor a Palestina y a dedicar gran parte de mi vida como luchador por los derechos humanos y como periodista, es que ahora la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA),que se arroga la representación de la comunidad judía (aunque miles de sus integrantes se hayan desvinculado de la misma), quiere sentarme en el banquillo de los acusados. Sin embargo, estoy convencido que lo que realmente se quiere juzgar no es sólo a mi persona, sino a un comportamiento solidario, pacífico pero firme, de clara raigambre internacionalista, con un pueblo que nos necesita, y que no tiene todos los días y en todas partes tantas voces para defenderlo. Y esto último ocurre, precisamente por la presión que se imprime desde estas instituciones, por la censura y la autocensura que se genera sobre una lucha tan sencilla de entender y tan complicada a la hora de darle soluciones concretas.
A lo largo de cinco décadas como comunicador y militante por la justicia y la libertad para los pueblos, he puesto empeño para que el discurso de los opresores no nos dobleguen, y es en ese mismo sentido que partiendo de la necesidad imperiosa que tiene el pueblo palestino y todas las naciones árabes sojuzgadas de que se escuchen sus exigencias de libertad y justicia, es que he escrito, he hablado y me he pronunciado en todos los medios de comunicación con los que he colaborado, contra las aberrantes violaciones a sus derechos fundamentales. Sé que esto mismo han hecho y seguirán haciendo muchas personas de la colectividad judía, aquí y en el propio Estado de Israel, por no coincidir con el dolor que se causa a un pueblo hermano con el que antes de sobrevenir la catástrofe compartían el sol, el pan y el agua.
Por otro lado, frente a la causa penal que se ha abierto por parte de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentina (DAIA) contra mi persona, y por ende contra la plataforma comunicacional que dirijo desde hace más de 22 años, y en la que me han citado para una audiencia indagatoria el próximo 9 de diciembre a las 9,30 hs en la Fiscalía 25, deseo reconocer las numerosas muestras de solidaridad y apoyo que estoy recibiendo por parte de compañeros/as y amigos/as de Argentina y de todo el mundo, que entienden perfectamente que con este juicio se está tratando de “disciplinar" el pensamiento, amordazar la libertad de expresión, de opinión y la privacidad que cualquier periodista debe estar decidido a defender para que no lo sometan. En especial, va un agradecimiento profundo a todos mis colegas de todo el continente que me han hecho llegar su afecto y muestras de repudio contra quienes intentan acallar los comportamientos solidarios. También, vaya un saludo fraterno a los organismos de derechos humanos y gremios de prensa y de otras actividades que se han plantado firmes en defensa de mi posición ante esta política persecutoria.
Por último, reitero la convicción de que frente a estas actitudes de intolerancia y de abierta discriminación contra quienes nos solidarizamos con el pueblo palestino y acompañamos sus ansias de paz con justicia e independencia, es imprescindible reivindicar nuestro derecho a expresarnos y opinar sin mordazas ni miedos. Nos acompañan en esta decisión personas de todo el mundo que se fortalecen en el amor a un pueblo que todos los días da lecciones de dignidad al mundo.
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