Eric Nepomuceno
Río de Janeiro.
La Jornada
Si había dudas sobre las dimensiones del movimiento golpista que se desarrolla en Brasil, este lunes ha sido pródigo en dirimirlas. Primero: luego de un día de alta tensión y fuerte expectativa, Brasilia fue sacudida por otra maniobra del inagotable repertorio de artimañas del presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha. Faltando poco más de media hora para que se agotara el plazo para que los partidos con representación en la cámara baja indicaran, a las seis de la tarde, los nombres de los integrantes de la Comisión Especial encargada de pronunciarse sobre la aprobación del pedido de apertura de un juicio político para destituir a la presidenta Dilma Rousseff, Cunha postergó la sesión para las dos de la tarde de este martes. Y luego, por la noche, se conocieron los términos de una carta personal que el vicepresidente Michel Temer, del mismo partido de Cunha, envió a Dilma Rousseff y que filtró a la prensa. Todo, o casi todo, lo que dice Temer en su carta es justificable. Lo que no se justifica es que, primero, haya tardado tanto en decirlo, y, segundo, haber filtrado la carta personal para que funcionara como claro anuncio de ruptura en un momento crítico. Seguramente, y con su vasta experiencia tras bastidores, Temer sintió que su partido está dividido entre respaldar a la presidenta, de cuyo gobierno no sólo es aliado, sino que ocupa siete ministerios, o contribuir a su destitución, con lo que tendría todos los ministerios (31) para distribuir entre los suyos y los demás conspiradores. No hay que desvincular la decisión de Cunha, investigado por la Corte Suprema y enjuiciado por sus pares, de la iniciativa de Michel Temer, que además preside su partido, el PMDB. El vicepresidente es suave al punto de limitarse, sin declarar ruptura, en la carta que mandó a la presidenta, al enumerar quejas y reiterar que ella y el gobierno jamás confiaron en él, y lo limitaron a un mero papel decorativo. Si no es ruptura, ¿qué será? Ahora se da el alargue para que tanto la oposición como los disidentes y rebeldes de los partidos que integran la base parlamentaria de apoyo al gobierno tengan espacio de maniobra. Por si fuera poco, Cunha rompió el acuerdo que había establecido con los líderes de las bancadas, que nombrarían a los miembros de la Comisión Especial. Al notar que la composición favorecía a Dilma, convino que habrá una votación abierta en el pleno para decidir quiénes integrarán el grupo. Con el respaldo de la carta personal de Temer, el PMDB, ducho en chantajes y traiciones, tendrá terreno fértil para negociar y traicionar. La carta agrega fuerza a la maniobra. Hay un detalle importante: no por casualidad, el Consejo de Ética de la Cámara de Diputados, que deberá determinar la apertura de un proceso a Cunha que seguramente resultará en la pérdida de su mandato, a raíz de una larga y variada serie de delitos que comprobadamente cometió, como recibir 5 millones de dólares en sobornos de Petrobras y sus cuentas de banco en Suiza, se reuniría exactamente a las dos de la tarde de este martes. Como el reglamento interno de la Cámara determina que cuando haya sesión plenaria comisiones y consejos no pueden reunirse, el juicio a Cunha será aplazado por cuarta vez en cuatro semanas. Se diseñan así los pasos de lo que se vivirá en las próximas jornadas. Durante el fin de semana tanto los que pugnan por la destitución de Rousseff como los que defienden su mandato, conquistado por el voto popular y asegurado por la Constitución, prepararon sus respectivas estrategias de acción. La izquierda y la centroizquierda se alinearon en defensa del mandato conquistado por el voto popular. Ya para el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, lo único que importa es alcanzar, por la vía de un golpe en el Congreso, lo que las urnas electorales le negaron en cuatro ocasiones consecutivas. Para tanto, cuentan con el respaldo de los partidos de derecha. Y en este punto había la gran incógnita: ¿cómo se situaría el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, el PMDB, al cual pertenecen tanto el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, como el del Senado y del Congreso, Renan Calheiros, además del vicepresidente de la República, Michel Temer? Pese a estar muy fraccionado, es el mayor partido en el Congreso y el principal aliado –pese a su imparable deslealtad– del gobierno. Había otra duda: ¿cómo se portaría Michel Temer, quien, en caso de destitución de la mandataria, asumiría la presidencia? Temer pasó el fin de semana y todo el lunes en reuniones con líderes empresariales y altos dirigentes de la oposición, buscando estructurar la base de apoyo de lo que podrá ser su gobierno. Al mismo tiempo, decía auscultar su partido. Ahora, ya se sabe. Cunha, considerado un amoral desequilibrado, juega para postergar su fin. Y Michel Temer juega para acercarse al futuro, es decir, a sus ambiciones. Uno y otro actúan en plena sintonía. La tensión irá en aumento. Serán días duros para el país que tiene la mayor población y la mayor economía de América Latina, y cuyo destino tendrá inevitable influencia sobre toda la región.
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