Foto 1: El Che Guevara conversa con los intelectuales franceses Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Foto 2: Sartre, Che Guevara, Armando Hart y Fidel Castro.
Atilio A. Boron En su magnífico escrito, El Socialismo y el Hombre en Cuba, el Che sentó las bases de algunos de los más importantes desarrollos recientes del pensamiento marxista al rescatarlo del asfixiante “economicismo” de las versiones canónicas de la teoría. Para Guevara el proyecto socialista era multifacético e integral, y uno de sus componentes esenciales era la creación del hombre y la mujer nuevos, y la construcción de una también nueva cultura que contrarrestara los quinientos años de “des-educación” para el sometimiento y la resignación padecidos por nuestras sociedades desde el amanecer del capitalismo. Precisamente para subrayar el carácter integral del proyecto socialista, irreductible a su sólo componente económico, el Che dejó repetidamente caer sentencias tales como “el socialismo como fórmula de redistribución de bienes materiales no me interesa”, o que "el socialismo económico sin la moral comunista no me interesa.”
En línea con todo lo anterior, en el texto arriba citado el Che hace una mención a los intelectuales, que quiero compartir con todos ustedes. Está hablando de su papel en Cuba, en la Cuba revolucionaria; pero el fondo de su argumento va más allá y es pertinente para comprender también al papel y las contradicciones de los intelectuales latinoamericanos en el momento actual. Sobre todo de los intelectuales en países como Bolivia, Ecuador y Venezuela, comprometidos con la construcción del socialismo del siglo veintiuno y de sus homólogos en países que sin proponerse sus gobiernos esas metas atraviesan -como Argentina, Brasil y Uruguay- por procesos de cambio cuyos reflejos en el plano internacional los acercan a los primeros. Por eso es que los invito a reflexionar sobre sus sabias palabras al cumplirse los cuarenta y seis años de su cobarde asesinato.
“Resumiendo, la culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las posibilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo.”
¡Hasta la victoria siempre, Comandante Che Guevara!
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