Claudia es una de las muchachas chic que promocionan las agencias extranjeras. Viste y piensa a la moda. En un post reciente cuenta una historia con moraleja: érase una vez una muchacha que amaba el estudio y aprendió piano, artes plásticas, inglés, natación y gimnasia. Después estudió una carrera universitaria y se graduó, pero solo trabajó los dos años del servicio social, porque no pagaban bien. ¿Y qué hizo? Pues empezar otra carrera universitaria a distancia. Sin trabajar. "Pero ella no entendía --cuenta Claudia-- por qué todos insistían en que trabajara mientras ninguno parecía preocuparse por lo que le pagaran" El horizonte de la muchacha del cuento podía tocarse con las manos, no porque estuviese cerca, sino porque era un simple horizonte de atrezzo: tener más y más. Aunque el cuento dice que con un empleo legal se hubiese muerto de hambre --sonrío porque lo que es metáfora en Cuba, en muchos lugares de este mundo es realidad vital (o mortal)--, la muchacha de marras conseguía pasársela bien vendiendo ropa vieja de vez en cuando o haciendo de guía turística. Y estudiando. Sus "sueños" --que no eran los de ser una gran científica o una gran escritora o una gran gimnasta, o al menos una buena profesional que amara su trabajo, sino solo ganar más para tener más--, se frustraron, y aunque "luchó" por irse del país, para ganar más, e intentó incluso venderse a un novio extranjero, nunca lo consiguió. Pobre muchacha. Pobre Claudia.
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