¿Es posible recorrer varios kilómetros a pie en Berlín, con un frío intenso de cinco grados bajo cero, y una pertinaz nevada, sin poder sacar las manos del bolsillo, sin poder mirar alrededor, y sentir, no obstante, la respiración compartida, el alma compartida, de miles de alemanes y de cientos de invitados extranjeros?, ¿sentir que el canto que se inicia como un susurro inesperado y creciente de la Internacional, pasa de boca en boca como una bocanada de esperanza?, ¿es posible descubrir en este Berlín invernal que otros llevan la bandera cubana como abrigo, como amuleto revolucionario y tropezar con la voz de Carlos Puebla diciendo Che comandante, amigo? El 15 de enero de 1919 fueron asesinados Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Hoy fuimos hasta sus tumbas en el llamado cementerio de los socialistas, para depositar gladiolos rojos. Un hombre que paseaba a sus perros y una señora que venía de hacer sus compras domésticas, se detuvieron a mirar la marcha. Y de repente descubrí por el movimiento de sus labios, que cantaban para sí, con nosotros, pero al margen de nosotros, la Internacional.
NOTA: Más adelante pondré otras fotos.
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