Hace algún tiempo pensaba en voz alta con mi hermano --ese tiempo era "los años 70", y ambos éramos adolescentes--, sobre el lejano año 2000. Sacábamos cuentas de la edad que entonces tendríamos. Y resulta que hoy se nos vino encima el 2010. Estamos diez años más allá del horizonte que imaginábamos. Ahora nuestros hijos piensan en el 2030. Hacen sus cálculos. Quizás no estemos nosotros. De cualquier manera, el 2030 es mañana, está al doblar de la esquina. Ellos todavía no lo saben. El tiempo es como el viento: pasa y pasa y sigue estando.
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