Daniela Valdés
Contrario de lo que algunos creen, Mario Díaz Balart no ha hecho algo original. Sus genes lo impulsaron a imitar a Fulgencio Batista, con el mismo truco de hace 60 años. Cup d’ Etat de madrugada, calladito y sin hacer olas, para sorprender, intentando aplicar los ingredientes de la más refinada perfidia.
Al dar el paso, este opaco Congresista (R) por Florida, nacido en EE.UU. en el año de la primera derrota militar del imperialismo en América, confió en la máxima de su mentor familiar: lo único importante es el cash y los cargos públicos solo sirven para obtener más, mientras se logre engañar. También es probable que se esté mirando en el espejo de su hermano Lincoln y la nueva acción esté enfilada a garantizar la gratitud de la Casa Bacardí. Tal vez “razone” que en Miami aun sobreviven algunos similares con mucho dinero, aunque les falte salud y años por vivir. La nueva enmienda legislativa debe estar encaminada a tratar de alcanzar algo de esas fortunas.
La propuesta es tan ignorante como malvada. Su alcance y profundidad pretende normar jurídicamente las relaciones de los cubanos residentes en el Imperio con sus familiares en la Isla indómita. Con su puesta en práctica, seguramente, se logrará precisar la cantidad de besos y abrazos se pueden entregar dos cariñosos familiares, la duración de las carcajadas aceptables entre parientes felices, o el costo del obsequio que el padre pretende regalar al hijo.
Aunque parezca increíble, en Miami todavía subsisten algunos mafiosos que disfrutan estos chistes de mal gusto. Vileza, Odio y Estupidez son quienes más aplauden. Les resulta imposible entender que más de la mitad de los cubanos llegaron a ese país a partir de la década de los años 90 y desconocen que en los últimos 12 meses más de 350 mil cubanos -la tercera parte- han viajado a su tierra de origen.
Este infeliz nunca piensa en proponer algo para detener la creciente criminalidad de su ciudad, o frenar el galopante desempleo que origina su sistema favorito. Mucho menos tiene cabeza para ofrecer soluciones a los graves problemas de la salubridad o la enseñanza.
Tampoco calculó que el simple anuncio de su enmienda comenzaría a dar frutos no deseados con tanta rapidez. Inmediatamente después, un creciente número de indignados cubanos –con muy bien definida reclamación- se manifestaron frente a su oficina. Como era de esperar, en una ciudad tan violenta, hubo conato. Pero nadie imagine que el asunto concluyó. Al contrario, recién comienzo y al parecer como avalancha de nieve y en la más libre caída.
Hasta amplios sectores de la derecha cubana en Miami y de sus mercenarios en Cuba critican la propuesta. Para no quedar atrás, algunos porristas -perdón, foristas- del Nuevo Herald se oponen al engendro. Todos aprecian que hay demasiado en juego y en los últimos 52 años, los de Miami no conocen ni una sola victoria. Con amigos así no hacen falta enemigos, estarán diciendo.
¡Pobre Mario Díaz Balart!: de tanto imitar a su ídolo Batista pronto terminará como él.
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