Cada noche, frente al parque central, en los portales del hotel del mismo nombre que se adueña de la primera o de la última manzana del Prado habanero, unos hombres se reunen. No vienen a beber o a discutir de pelota, como los que se agrupan en la famosa peña del parque, su pasión es jugar ajedrez. Allí, sentados en el piso del portal, pasan horas disputándose el placer de vencer o de caer con honor.
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