La Calle del Medio 28
Hace apenas unos días conocí personalmente a Javier Couso, de visita en La Habana. Hubo otra ocasión en que nos vimos por acá, con motivo de una charla que ofreció en el Centro de Prensa Internacional sobre la muerte en Irak de su hermano José Couso, camarógrafo del canal español Telecinco, asesinado por militares del ejército norteamericano, pero en aquella oportunidad yo sólo era parte de un público que escuchaba su denuncia.
Esta vez nuestro encuentro coincidió con el festejo de su familia y los amigos que han acompañado su caso de una excelente noticia. Siete años y cuatro meses después de la muerte de José Couso en Irak el Tribunal Supremo español reabrió la causa que había sido archivada por la Fiscalía hace dos años y el juez español Santiago Pedraz ordenó la busca, captura e ingreso en prisión de los tres militares estadounidenses implicados en su muerte.
El camino recorrido por Javier Couso y los suyos ha sido tortuoso. Las idas y venidas del caso han desalentado a muchos pero las últimas noticias llenan de optimismo a quienes durante estos años han luchado porque se haga justicia.
“Con una sonrisa puedo decirte que en estos últimos días hemos recibido grandes noticias. La primera es que el caso ha dejado de estar sobreseído, aunque la fiscalía de mi país se ha dedicado sistemáticamente, por órdenes del gobierno, tanto el de José María Aznar como el de Zapatero, a torpedear el proceso. No se preocupaban, porque pensaban que no llegaría a ningún lado, pero dieron con cuatro magistrados instructores que veían indicios de que había pasado algo y el último, Santiago Pedraz, quien está instruyendo el caso, dio el paso que no esperaban; ordenar la primera búsqueda y captura internacional contra militares estadounidenses por crímenes de guerra, la primera orden de la historia.
“También ha planteado otras medidas, como la creación de una comisión probatoria para reconstruir los hechos en Irak, en los meses de octubre y noviembre. Además, se van a sumar los periodistas que estaban con mi hermano y que son testigos. Se tomará declaración a una ex sargento de la inteligencia norteamericana que espiaba a los periodistas que estaban en el Hotel Palestina y que supo que se atacaría. Son una serie de medidas que pueden llevar el caso muy adelante y que pueden convertirse en una pequeña piedra que acabe con la impunidad.
“Muchos periodistas, por desgracia, trasmiten pesimismo y como dice Pascual Serrano, asumen sin saberlo de esa forma la defensa del enemigo. Creen que el proceso no sirve de nada, que son medidas de cara a la galería, pero para nosotros hay esperanzas”
En las guerras la primera baja es la verdad.
El 8 de abril del 2003 José Couso fue alcanzado por los disparos de un tanque estadounidense mientras grababa el avance de las tropas de Estados Unidos desde el balcón de su habitación en el piso 14 del Hotel Palestina de Bagdad, donde se alojaban más de 300 periodistas internacionales desde el inicio de la invasión, el 20 de marzo de ese año.
José pudo registrar el lanzamiento del proyectil antes de que el obús golpeara la parte exterior de su balcón. Ese mismo impacto ocasionó la muerte también de Taras Protsyuk, periodista ucraniano de la agencia Reuters, mientras que otros reporteros de esa agencia resultaron heridos. Estando en el hospital, a pesar del dolor, preguntaba constantemente por sus hijos y por la suerte del resto de sus compañeros, mientras aseguraba: “ha sido el tanque americano”.
Ese día, las tropas estadounidenses también atacaron las cadenas de televisión Al Jazeera y Abbu Dhabi. De esa manera la versión de la entrada del ejército de Estados Unidos y de sus aliados a la capital iraquí, fue la que dieron en exclusiva los periodistas agregados a las tropas angloamericanas.
Este hecho, como narra la periodista Joana García en el libro José Couso: La mirada incómoda, marca un antes y un después en el reporterismo de guerra. Los corresponsales pasaron de ser desinformados, controlados, censurados o alcanzados por el intercambio de fuego, a convertirse en objetivos de un ataque militar con total impunidad para el agresor. A partir de este día de abril de 2003, los periodistas que cubren un conflicto armado y pretenden ofrecer algo más que lo “políticamente correcto”, se sitúan irremediablemente en la mira hostil del bando del poder. Y José Couso siempre fue de los que se exponía para ser los ojos del mundo, para hablar de las historias que los vencedores querían ocultar bajo un velo de silencio.
“De hecho él no se consideraba un corresponsal de guerra, a pesar de haber trabajado en varias guerras. Él pensaba que el periodista debe estar en cualquier lugar, lo mismo en un partido de fútbol que en una guerra, y fue allí con esa convicción.
“Los periodistas estaban siendo presionados para que abandonaran Irak, por parte del gobierno español y de los medios españoles, pero él fue uno de los que se negó. Decía: tenemos que estar aquí, porque los estadounidenses van a llegar arrasando. Nunca pensó que le fuera a ocurrir algo así.
“Mi hermano llevaba cinco horas grabando a los carros de combate que estaban en esa zona de la ciudad, aunque ya no habían combates. Por eso el noventa por ciento de sus compañeros no estaban en ese momento trabajando, porque realmente no había nada más que grabar. Pero él no se movió del lugar, porque podía pasar algo que no quedara registrado. Su voluntad de trabajo le costó la vida.
“Creo que hay una voluntad clara por parte del ejército de Estados Unidos de permitir solo a la prensa que puede controlar. El día que matan a mi hermano marca un antes y un después en el periodismo de guerra. A partir de ahí sobre Irak se produce como un manto oscuro. Hoy sabemos por el sindicato de prensa iraquí que en estos siete años, han asesinado a más de 300 periodistas y lo que han hecho los grandes medios es retirar a los suyos. Los únicos que quedan están concentrados en hoteles, no salen realmente y subcontratan a periodistas iraquíes para que hagan el trabajo sucio y sean los que dejen la sangre.
“Entonces, todas las informaciones que nos llegan de Irak son absolutamente fragmentadas. La mayoría de los medios estadounidenses empotran, es decir, meten a los periodistas dentro de las bases militares y lo que lees aquí, lo que leemos en el mundo, es una visión absolutamente parcial de una realidad compleja.
“Por desgracia, como decía Kapuscinski, los periodistas no tratan de explicar la realidad, sino que tratan de contar anécdotas que no explican nada a las poblaciones de lo que pasa allí. Yo que he visitado tres veces el Irak ocupado me he encontrado una realidad completamente diferente a la que leía en la prensa. Y precisamente el asesinato de mi hermano está enmarcado dentro de esa operación de ocultamiento de la verdad”
No habrá segundas muertes
Los mandos militares estadounidenses defienden que lo sucedido en Bagdad el 8 de abril de 2003 fue un error, imputable a la tensión de la guerra y aseguran que quienes dispararon contra el hotel Palestina creían que allí había francotiradores iraquíes. Por su parte, el juez Santiago Pedraz considera que concurren "motivos bastantes" para considerar al teniente coronel Philip de Camp, al capitán Philip Wolford y al sargento Thomas Gibson culpables de "ataque a la población civil". También del "actos o amenazas de violencia con la finalidad de aterrorizar a la población civil o a los periodistas", por lo que, "atendiendo a la gravedad de los hechos", ordena la busca y captura e ingreso en prisión "como única medida efectiva" para asegurar la presencia de los mismos en el proceso.
La familia de José Couso se niega a considerar su pérdida como un daño colateral de los tantos que Estados Unidos ha provocado en el mundo. Para ellos ha estado siempre claro que éste fue un crimen de guerra y que José como lo califica Javier Couso, era un combatiente de la noticia, de esa verdad que les interesa tanto ocultar.
“Siete años después por la lucha titánica que ha llevado mi familia a nivel ciudadano, dando cientos de charlas, visitando países, haciendo concentraciones frente a la embajada de los Estados Unidos en Madrid, hemos logrado influir en la sociedad española y en sus jueces que son una expresión de ello, al aceptar que aquello fue un crimen de guerra.
“Siete años después el nombre de mi hermano no se ha olvidado, que es lo que querían. Las abuelas de la Plaza de Mayo o las familias de los desaparecidos siempre dicen que la segunda muerte es el olvido y nosotros nos negamos a que a mi hermano lo maten dos veces”
Absolutamente elogiable la conducta de la familia en busca de justicia. Para algunos es un combate entre David y Goliat, pero ya sabemos que a veces la perseverancia y humildad del más débil hace hincar la rodilla al poderoso.
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