Monumentos a Marx y Engels en Berlín
Hassan
Pérez Casabona
Al final sucedió como en la mayoría de los eventos teóricos: no alcanzó el tiempo para proseguir los debates. De igual manera, en correspondencia con la tónica de los encuentros de esta naturaleza, las intervenciones del auditorio trascendieron los tópicos que emanaban de las presentaciones iniciales, realizadas por un grupo de prestigiosos ponentes.Lo cierto es que tuvo sustancia la Jornada Científica: “El marxismo hoy: una mirada desde Cuba (con motivo de los 130 años de la muerte de Carlos Marx)”, que organizó la Cátedra de Estudios Marxistas “Julio Antonio Mella” del Instituto de Filosofía, bajo la dirección de su presidenta, la Doctora Isabel Monal Rodríguez, los días 12 y 13 de diciembre, en el teatro Álvaro Reynoso del Grupo Empresarial AZCUBA, enclavado en la Rampa capitalina.
Ante un público integrado por profesores e investigadores de numerosas instituciones docentes de La Habana, Mayabeque y Artemisa los panelistas seleccionados, en ambas sesiones de discusión, desgranaron ideas devenidas en pivotes que facilitaron el diálogo y la polémica ulteriores. Fue palpable, desde la apertura del intercambio, el hecho de que existe conciencia de la necesidad de continuar adentrándose en las coordenadas que brotan desde la ciencia, para la comprensión de los procesos sociales contemporáneos.
En ese sentido los doctores Gilberto Valdés (“Marx ¿Por qué y cómo hoy?”); Olga Fernández (“Marx y la verdadera democracia”) y Jesús García Pastor (“Propiedad Social en Cuba”), del Instituto de Filosofía; Gladys Hernández (“La izquierda ante la crisis”) y José Ángel Pérez (“Logros y sostenibilidad del ALBA”), del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial; Silvio Baró (“La crisis del capitalismo”), del Centro de Investigaciones sobre Política Internacional; Carlos Delgado (“Comprensión y enseñanza del marxismo hoy: algunos retos”), decano de la Facultada de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana; así como Joel González (“Marx y la guerra imperialista”) y Rafael Cervantes (“¿Marx por siempre?: Hasta que exista el trabajo”), del Instituto Técnico Militar “José Martí”, abordaron con profundidad ejes centrales que permanecen en la mira, no solo de expertos y analistas, sino de innumerables personas en diferentes latitudes. Feliz la idea, en estos mismos derroteros, de entregarles la conducción de los debates a investigadores experimentados como los doctores Norma Gálvez y Fidel Vascó, de la Universidad de las Artes y del Instituto Superior de Relaciones Internacionales, respectivamente.
Por supuesto que en una convocatoria erigida sobre dichos perfiles resultaron recurrentes leyes, categorías y conceptos, formulados, eso sí, en un lenguaje inteligible que permitió establecer similar sintonía -asignatura pendiente en otros foros- entre emisores y receptores. Asimismo la evocación a Engels, Lenin, Gramsci, Rosa Luxemburgo, Mariátegui, Mella, Carlos Rafael, el Che, Chávez, Mandela, Fidel, Raúl, Evo, Daniel, Correa y otros baluartes del pensamiento y la acción revolucionaria.
Decisiva la impronta, de principio a fin, de la doctora Monal Rodríguez, figura emblemática de las evaluaciones marxistas en el continente, que une a la sapiencia acumulada en el combate ideológico por más de medio siglo, la capacidad de atemperarse, sin concesiones, a los desafíos que impone el presente.
Precisamente en la articulación del acervo teórico del genio de Tréveris con la realidad contemporánea radicó uno de los aciertos del cónclave. A estas alturas del devenir emancipatorio universal nadie puede, en ninguna geografía, pretender que creamos, edulcorada la idea cual golosina apetitosa, que la ciencia, y por ende los científicos, deben estar al margen de la actividad transformadora que se acomete en nuestras sociedades.
Tal engañifa equivale a asumir la actividad humana desde una dimensión idílica; totalmente en las antípodas de lo ocurrido en la historia planetaria de la que procedemos signada, lo quieran o no los fabuladores de hoy, por intereses clasistas que inevitablemente colocan en trincheras opuestas a explotados y explotadores.
La historia no puede contarse como cuento de hadas, ni todos sus personajes, aquí y a cuyá, se han paseado sonrientes sobre carruajes reales, deleitándose con las estampas bucólicas que contemplan sus ojos. Claro está que para emplearse a fondo en fundamentar dicha idea -las experiencias de vida de la inmensa mayoría de los mortales terrícolas atestiguan estos razonamientos-, no es necesario manejar con solvencia cada postulado de la economía política, ni traer a colación las bases desde la que se erige la concepción materialista de la historia. Basta siquiera recordar a Aristóteles, paradigma del pensamiento filosófico occidental, que hace veinticinco siglos sentenció “…nada es apolítico bajo el sol”.
Los profesionales cubanos de las ciencias sociales tienen la certeza de que su contribución es necesaria, en el vigoroso proceso de actualización que acometemos en relación a nuestro modelo económico y social. Conocen también, al igual que ocurre con el resto de los actores que intervienen en la construcción socialista antillana, que cualquier propuesta surgida desde sus comunidades académicas, es examinada en las diferentes instancias directivas de la nación, exactamente porque en tal proceder radica una de nuestras grandes fortalezas: la participación consciente de todos en un proyecto que desde hace mucho representa realización tangible para otros hermanos de lucha allende los mares.
Con ese espíritu nos marchamos de las deliberaciones. No hubo vanagloria ni autoelogio, aunque sí optimismo genuino provocado porque, a diferencia de dos décadas atrás cuando algunos se envalentonaban con el fin de la utopías, hoy la abrumadora mayoría coincide en que nos encontramos en un momento cenital de nuestra centenaria aspiración, de continuar conquistando “toda la justicia”.
Enhorabuena encuentros de esta magnitud, donde nos damos el lujo de dialogar sobre los clásicos de la revolución, con toda la vitalidad que florece de sus acervos fecundos. Por estos días, metáfora aparte, el espíritu de Marx recorrió enhiesto las calles habaneras.
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