Las Tunas era en la década del cincuenta del siglo pasado una región muy pobre. Del total de agricultores –el 66 por ciento de la población laboralmente activa se dedicaba a labores agrícolas–, el 67, 9 por ciento lo hacía de forma temporal y del total de asalariados agrícolas, el 98, 7 por ciento era contratado solo durante el período de zafra azucarera (Censo Agrícola de 1946). En 1959 Las Tunas solo contaba con 58 médicos, el 0, 009 por ciento de los existentes en el país, lo que significa que los tuneros apenas disponían de 1, 7 médicos por cada mil habitantes. No existían policlínicos ni hospitales rurales. Según el censo de población y viviendas de 1953: "De las 40 294 viviendas existentes en el territorio, el 58, 7 por ciento estaban construidas de yagua o madera y piso de tierra, el 26, 7 por ciento sin inodoro o letrina, el 82, 6 por ciento sin baño sanitario o sin ducha, el 64, 3 por ciento se alumbraban con luz brillante y el 74, 3 por ciento fueron evaluadas con las categorías de regular o mal (...) El analfabetismo de la población de seis a nueve años de edad alcanzaba el 82, 9 por ciento, la más alta de todo el país. Los iletrados, en la población de diez años y más, ascendían a 40, 3 por ciento" (datos tomados del libro: La lucha insurreccional en Las Tunas: 1952 - 1958). Estas fotos muestran algunas esquinas y paisajes de la ciudad y sus monumentos actuales: los dedicados al polémico Mayor General Vicente García, héroe de la región, en el parque y en la Plaza del mismo nombre, las dedicadas a Martí y a Maceo, la reconstruida casa natal de Vicente García, el restaurado hotel Cadillac, la humilde y todavía pueblerina iglesia, y el parque natural y motel a orillas del Cornito, donde aguardan al viajero los restos de la casa del poeta El Cucalambé y a los amantes de la décima campesina, cada año, las Jornadas Cucalambeanas, llenas de sabor criollo. En una de las paredes del motel, cerca de su rostro esculpido a relieve, se hallan estos versos suyos:
A la orilla de un palmar/
Que baña el fértil Cornito/
A la sombra de un Caimito/
Tengo mi rústico hogar.
Ostenta rojo carmín/
El indio en aquel recinto,/
Canta alegre el gallo pinto/
Al lado del guacamayo,/
Y sonsaca el talisayo/
Al malatobo retinto.
Oh! El que quiera ver primores/
Yo lo canto con jactancia,/
Que venga a ver de mi estancia/
Los bellos alrededores.
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