Texto y fotos: Enrique Ubieta Gómez
Hoy al mediodía se montó un show en la populosa esquina habanera de L y 23. Es decir, según el procedimiento que establece el Manual para la subversión editado por la Fundación Nacional Cubano Americana, aparecieron en esa esquina, cada diez minutos, previo acuerdo con CNN y otras agencias, dos personas vestidas de blanco que gritaban alguna consigna. Las cámaras de los periodistas extranjeros esperaban ansiosas. Cinco veces dos personas son apenas diez, pero es suficiente para establecer la apariencia de que son muchas y armar algún lío ante la irritación de los revolucionarios. Desde ayer se había anunciado, y había decenas de personas, mujeres y jóvenes, que portaban carteles de Fidel y Raúl, de los Cinco, y banderas cubanas. Los escuché cantar el Himno Nacional y la Marcha del 26 de julio, mientras se llevaban a las y a los provocadores, algunos de ellos custodiados por mujeres policías, como acto de protección. Conocedores de la violencia policiaca que impera en el mundo, incluso en la culta Europa –donde imágenes de rostros ensangrentados o de policías armados de bastones golpeando de forma indiscriminada, son comunes–, y de la ausencia de ella en Cuba, los corresponsales que reportaban para medios cuyo perfil editorial es la demonización de la Revolución cubana, se esforzaban por captar la imagen de algún revolucionario indignado o el instante en que los provocadores eran trasladados hasta el auto que los sacaría del lugar. Yo les ofrezco, simplemente las mías.
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