Alberto Híjar Serrano
Por estos días, hay actos conmemorativos de la muerte de Frida Kahlo hace 60 años. Habría que recordar su velatorio en el vestíbulo del palacio de Bellas Artes donde Arturo García Bustos cubrió el féretro con la bandera roja de la hoz y el martillo. El escándalo fue tal que Andrés Iduarte tuvo que renunciar a la dirección del INBA. Hace también 60 años, el capitán Castillo Armas apoyado por el Comando Sur yanqui en Panamá, ejecutó golpe de Estado contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala por anunciar reforma agraria que hubiera afectado un poco a la United Fruit. A la sazón, Adolfo Mexiac trabajaba con el Instituto Nacional Indigenista en Chiapas. Entre la miseria circundante en San Cristóbal de las Casas y la indignación urgida de denuncia por el bombardeo de civiles en Guatemala, grabó en linóleo el rostro de un tzotzil con los ojos desorbitados y una cadena con candado lateral sobre la boca. La elocuencia del grabado es tal, que en 1968 fue reproducido por el Movimiento Estudiantil en México para aparecer luego en California y París. A partir de entonces, ha sido reproducido en propaganda, pintas y publicaciones de luchas populares diversas, de modo que los usuarios ya no saben el autor. Este poder del signo realista tiene pocos parangones en México y en el mundo, donde las vanguardias abominan el individualismo y procuran abolir al aura artística con sus ingredientes de exaltación de la genialidad, la creación sublime y la capacidad estética de los espíritus selectos.
Botella al mar de la abundante agitprop, este mensaje es para los talleres que podrían convocar a un homenaje de emulación culminante en convivencia con el maestro Adolfo Mexiac si es que se exponen los resultados o si los convocantes eligen otro lugar, a lo mejor Cuernavaca donde vive y trabaja el Maestro. Hay un video de Oscar Menéndez con el título de “Libertad de Expresión” y el celebre grabado en el empaque que hace unos tres años presentamos en el museo con el mural zapatista de Diego Rivera donde podría ser el evento.
Por cierto, la pintora guatemalteca Rina Lazo y el entonces comunista Arturo García Bustos, se conocieron pintando una manta contra la invasión yanqui en apoyo del golpe de Estado. García Bustos había trabajado un taller de agitprop en una casa de la cultura en Guatemala adonde llegaba a dormir un joven médico argentino apellidado Guevara.
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