“Lucharé por la libertad, lo pediré a los pueblos libres. Trataré de glorificar la República allí, hasta que la reencuentre un día entre nosotros”.
Frédéric Auguste Bartholdi
Frédéric Auguste Bartholdi
Ernesto Almaguer
Por estos días la prensa occidental comenta el saldo de cuatro meses de guerra en Libia; las muertes, el hambre, la falta de trabajo, en fin, la vida de un pueblo sepultada por los escombros…Mientras, el Parlamento francés aprueba la prolongación de su presencia en el conflicto y León Panetta, Secretario de Defensa de Estados Unidos, exige a los aliados de la OTAN incrementar la capacidad combativa de las tropas.
En Afganistán y Pakistán mueren cada día más civiles como consecuencia de los ataques de los Estados Unidos y la OTAN. La tendencia de los consorcios de prensa es limitarse a informar los hechos, sin hacer valoración alguna, cómo si la muerte de tantas personas fuera el resultado de un fenómeno climatológico, una especie de “derecho natural” del imperio para sojuzgar a los más débiles y defender “su libertad”.
El término “libertad”, ha generado las más profundas polémicas en la doctrina. Rousseau afirmó que su condición es inherente a la humanidad; sin embargo, el imperialismo ha fabricado su propio concepto para legitimar sus campañas de dominación. Curiosamente, en la gramática inglesa la palabra miedo (afraid) proviene de la misma raíz de libertad (freedom).
El análisis de estos temas nos lleva a recordar que en octubre se cumplirán los 125 años de la inauguración de la Estatua de la Libertad, obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi que contó con la cooperación de otro francés, el ingeniero Gustave Eiffel y que fue un gesto de amistad entre la nación francesa y la norteamericana.
Considerada patrimonio de la UNESCO y restaurada el 4 de julio de 1986 en conmemoración del día de la independencia de los Estados Unidos, transmite al mundo a través de sus símbolos el deseo de iluminar a la humanidad en la defensa de la libertad y emancipación, evocando la ley y el derecho.
Situada en plena ciudad de Nueva York, fue testigo del atentado a las torres gemelas en el año 2001. Hoy su mirada parece perderse en el horizonte, más que un rostro de mujer, apariencia neutral de la libertad, su expresión transmite la pena y el dolor por casi medio siglo de atrocidades, es la impotencia, convertida en antorcha para llamar la atención de aquellos que insisten en conquistar y destruir el mundo, olvidando el respeto al derecho ajeno.
Precisamente un latinoamericano, Benito Juárez, un 15 de Julio de 1867, alertó que “entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
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