Por fin nos conocimos en el Pabellón Cuba: estudiantes, artistas, profesionales de las más diversas ramas. Todos tenemos algo en común: twitteamos. Nos comunicamos a ciegas por el ciberespacio. Exponemos nuestras razones en defensa de la Patria, la grande y la pequeña, la que nos cobija a todos, y la que se extiende, pequeña y cálida, en el intenso espacio (real) de la familia y de los amigos. La Patria --ya lo dijo Martí--, no es la tierra que pisamos, son los recuerdos y los sueños que compartimos. La convocatoria había surgido de forma espontánea, y algunos mercenarios pensaron que podían secuestrar el espacio, que era posible torcer el camino, traerlo, como se trae la sartén, al fuego propio. Todos los que quisieron entraron, y todos dijeron lo suyo. Alguien trató de leer un manifiesto político contrarrevolucionario y se le calló. Le preguntaron cual era su nick, y ni siquiera twitteaba. Al final, entramos a la sala de navegación para enviar algunos twitters a los que no habían podido estar. Y prometimos enlazarnos.
Roberto Peralo, Harold Cárdenas (La Joven Cuba) y yo (en el medio, claro)
Una vista general de la sala.
El escritor Raúl Capote y el joven Roberto Peralo (La Joven Cuba). Atrás, el bloguero más famoso de Cuba: Manuel Henríquez Lagarde (Cambios en Cuba).
Con mi amigo Jorge Wejebe, columnista de La Calle del Medio y ahora además bloguero.
@cubano1plano (en primer plano).
Con los amigos Ernesto Sierra y Carlos Alberto Pérez (La Chiringa de Cuba).
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