Arleen Rodríguez Derivet
No tuve hijos. Un año los evité porque estudiaba en la Universidad.
En los subsiguientes, dejé mis sueños en manos de Dios, la Vida o el
destino y ninguno de los tres hizo lo que quizás sí habría podido
resolver la Ciencia. El caso es que quedé sin hijos de mi vientre. Y
como una Yerma moderna (sin amarguras) dediqué mi devoción por los niños
a los hijos de mis hermanos, de mis amigos y de mis amores. Hoy siento
que todos son un poco míos, pero sé que solo son totalmente de sus
progenitores. No hablo de propiedad, hablo de amor. Nadie puede amarnos
como aquellos que nos procrearon amándose.
Lo supe por mi madre, que presumía de saber el instante exacto en que
quedaba embarazada -como si un arcángel le trajera aviso- y de no haber
dormido completamente ni una sola vez después que nacimos sus hijos. Lo
confirmo ahora con mi padre, que a los 81 años no puede irse a la cama
cada noche sin saber cómo ha sido nuestro día.
Lo sufrí anoche junto a los padres de una adolescente que Cuba conoce
desde que era una traviesa chiquilla de enormes ojos color aceituna.
Hablo de René González y Olga Salanueva,
él en Estados Unidos, ella en Cuba y de Ivette, la hija de ambos,
“perdida” por unas horas en la multitud de un concierto en un parque de
La Habana.
La madre había dado permiso a la hija -de 14 años- para ir con unas
amigas a un concierto en el parque Lennon. Cuando ya iban a dar las 11
de la noche y “de la niña ni el pelo”, Olga decidió pasar a ver el
ambiente y recogerla. Intentando descifrar rostros, descubrió espantada
a varios jóvenes con botellas de ron en las manos. Entonces se empeñó a
fondo en la localización de Ivette, pero la espigada figura
adolescente no era visible desde ningún ángulo en la multitud. Hubiera
gritado llamándola, pero no parecía sensato. La garganta más poderosa
se perdería como el suspiro de un gorrión, entre los altos decibeles
del concierto.
Fue entonces que comenzaron los 60 largos minutos de ansiosa
búsqueda de una madre en Cuba y un padre en Estados Unidos. Ella,
taladrando con los ojos la noche salpicada de flashes. Él timbrando el
celular de su esposa, sin descanso y…sin respuesta. ¿Cómo oír algo en un
concierto de rock a cielo abierto?
Cuando sonó el mío como alternativa, me sorprendió ansiosa la voz
comúnmente serena de René: “¿Dónde están? ¿Por qué Olguita no me
contesta?” A punto de irme a la cama, del otro lado de la ciudad, solo
atiné a decirle en tono de consuelo: “No te preocupes, no está sola.
Irmita (la hija mayor) y su esposo están con ella y el ambiente en el
concierto es bueno…en cuanto pare la música Ivette aparece”.
“¿Pero cuánta gente hay allí?”. La voz de René seguía siendo ansiosa.
Era fácil imaginarlo desesperado en la impotencia de encontrarse en un
sitio absurdo y lejano, mientras su esposa cumplía, otra vez, los roles
de ambos en la custodia familiar.
Antes de llegar el primer minuto del Día de las Madres, Ivette
apareció sudada y ajena al desespero de Olga y René. Él fue el primero
en saberlo. Después de lograr la comunicación con su esposa, no había
tenido fuerzas para colgar el teléfono.
Vencido el susto, madre, hija y amigas comenzaron la caminata de poco
más de un kilómetro, rumbo a casa. Quizás ninguna reparó en que ya
había comenzado el segundo domingo de mayo. Agotada física y
emocionalmente, a lo sumo Olga pensaría lo diferente que habría sido
todo de estar René. Para empezar, el primer regalo de este Día de las
Madres pudo haber sido enfrentar juntos la búsqueda de su hija o
traerla, orgulloso padre, él solo de vuelta.*
*Ivette tenía 4 meses de edad cuando el FBI asaltó la
casa donde vivían en Miami y se llevó a su padre preso. Con su esposo en
aislamiento y esperando juicio, Olga sufrió la hostilidad del acoso
político de esa ciudad, mientras trabajaba incansablemente para
alimentar a sus hijas. De un golpe perdió carro, casa y los escasos
bienes materiales que poseían. Fue arrestada y deportada a Cuba en el
2000, sin derecho a visa para visitarlo a él en prisión. Cumplida la
sentencia, René salió de la cárcel en octubre de 2011, pero ha sido
obligado a permanecer tres años bajo libertad vigilada dentro de Estados
Unidos. Se supone que esa condición busca garantizar la reinserción del
ex recluso en el seno de la sociedad y la familia. ¿Cómo podría
lograrlo René, a tantas millas de distancia de Cuba, de Olga y de las
hijas de ambos?
El peligroso ejemplo de Cuba
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