¿Cáncer
terminal, paro cardíaco o inyección letal? Treinta y nueve años después de la
muerte de Pablo Neruda, el periodista español Mario Amorós desgrana en un nuevo
libro los misterios de la muerte del poeta chileno sobre la que se ciernen las
sombras de la dictadura.
"En el libro yo pregunto si Neruda pudo haber sido asesinado, pero no
respondo a ello", dice a Efe Amorós sobre el libro "Sombras sobre
Isla Negra. La misteriosa muerte de Pablo Neruda", que él mismo presentó
en la capital chilena.
El Premio Nobel de Literatura en 1971 falleció en una clínica privada de
Santiago doce días después del golpe de Estado de Augusto Pinochet, el 23 de
septiembre de 1973, debido oficialmente a un avanzado cáncer de próstata, según
consta tanto en el certificado como en el acta de defunción.
Sin embargo su tercera mujer, Matilde Urrutia, sostuvo durante los doce años
que le sobrevivió que al autor de "Cancionero general" "no le
mató el cáncer", sino que su fallecimiento se debió a un paro cardíaco.
"Es muy sorprendente descubrir cómo Matilde Urrutia no dio crédito a que
la causa de muerte fuera el cáncer. Habló simplemente de un paro cardíaco. (Aun
así), ella jamás denunció que su marido hubiera sido asesinado", recalca
Amorós.
Esa versión es la que defiende Manuel Araya, antiguo chófer de Neruda que
actualmente vive en la localidad costera de San Antonio, y que en 2011, en una
entrevista a la revista mexicana Proceso, insistió en que Neruda fue asesinado
por agentes del régimen.
Su hipótesis recuerda al caso del expresidente Eduardo Frei Montalva
(1964-1970), que falleció en 1982 en la misma clínica, la Santa María, cuando
encabezaba una incipiente oposición al régimen.
Oficialmente, su muerte se debió a una septicemia, pero desde 2009 la Justicia
investiga si en realidad se debió a un homicidio por envenenamiento.
En el caso de Neruda, fue la denuncia del chófer lo que dio lugar a que el
Partido Comunista, en el que Neruda militó, presentara en mayo de 2011 una
querella que fue admitida por la Justicia, con lo que se abrió así una
investigación sobre su muerte.
En esa indagatoria, el juez Mario Carroza se ha topado con que ninguno de los
tres centros hospitalarios en que Neruda fue atendido durante 1973 conservan
sus informes médicos, pese a que la ley obliga a mantenerlos durante 40 años,
dice Amorós.
"La tesis del libro es que la muerte de Pablo Neruda es una muerte
envuelta en el misterio. Hay una infinidad de interrogantes sobre si pudo ser
asesinado, como sostiene su chófer e investiga ahora el juez Mario Carroza, o
si es una muerte natural", señala.
"En ese último caso, desde mi punto de vista, habría sido inducido por el
terrible sufrimiento que supuso para él el golpe de Estado", añade el
autor, que ha escrito varios volúmenes dedicados a Chile, entre ellos,
"Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario".
En este nuevo libro recorre el último año de vida del poeta desde su regreso a
Chile como embajador en Francia en noviembre de 1972 hasta su muerte y
entierro. Además, el último capítulo repasa la vida de su viuda Matilde Urrutia
hasta su deceso, en 1985.
De todo el relato, los hechos clave se concentran en los dos últimos días de
vida del poeta, aunque sus principales testigos, Matilde Urrutia y Manuel
Araya, difieren en sus relatos.
Según la versión de Araya, el 23 de septiembre, Pablo Neruda les pidió a
Urrutia y a él que viajaran a Isla Negra para recoger algunas pertenencias de
la casa que poseían en esa apacible localidad del litoral chileno, a unos 100
kilómetros de Santiago.
Neruda y su mujer se disponían a partir al exilio en México tras recibir una
invitación a través del entonces embajador de ese país, Gonzalo Martínez
Corbalá.
Cuando estaban en Isla Negra, "recibieron una llamada de Pablo Neruda, que
les alertó de que le habían colocado una misteriosa inyección en el
estómago", relata Amorós.
Al retornar a Santiago, encontraron a Neruda con fiebre. Un médico pidió
entonces a Araya que saliera a buscar un medicamento fuera y en ese momento fue
detenido y conducido al Estadio Nacional, donde fue torturado.
En cambio, Urrutia siempre afirmó que el viaje a Isla Negra se produjo un día
antes, el 22 de septiembre, y que al regresar a la capital encontraron a Neruda
muy alterado y afectado por las noticias sobre la sangrienta represión del
régimen.
En ese momento, según contó en sus memorias, llamó a una enfermera y le
colocaron una inyección, un tranquilizante, que le sumió en un sueño del que
nunca más despertó. Tras pasar un día en estado de coma, el gran poeta falleció
en la noche del día 23.
"Hay contradicciones en los dos relatos, principalmente en el de
Araya", admite Amorós.
Esas contradicciones alimentan las dudas, y esas dudas, según este periodista,
"hay que despejarla con la exhumación" de los restos del poeta, que
hoy descansan frente al mar, en Isla Negra, junto a los de Matilde Urrutia.
(Con información de EFE)
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