sábado, 4 de enero de 2014

El sobrino de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes que conocí en la selva amazónica

De derecha a izquierda: El autor, Carlos Scull de Céspedes y el doctor Alfredo. A nuestras espaldas, la Amozania brasileña (2005).
Enrique Ubieta Gómez
Ayer falleció en La Habana Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, tataranieto del Padre de la Patria y nieto de dos presidentes republicanos. Fue un genuino intelectual que se preocupaba por el destino de Cuba, y que apostaba por "un socialismo más participativo y democrático, al que parece nos desean conducir los actuales cambios en lento proceso de realización", según escribiera recientemente. Transcribo, a modo de homenaje, este pasaje de mi libro Venezuela rebelde (2006) que describe un fortuito encuentro con uno de sus sobrinos, en la frontera amazónica entre Venezuela y Brasil.


El doctor Alfredo y Carlos, el Peter Pan (Fragmento del libro Venezuela rebelde)
Dejamos al rescatista, y seguimos hacia El Paují, una singular comunidad de la zona, relativamente cerca, en la que trabajan dos médicos cubanos. Ese día solo hallamos al doctor Alfredo Rivero Troya, quien lleva 22 meses en Venezuela. En El Paují viven 340 personas divididas en 69 familias. El pueblo se fundó oficialmente en 1989, pero dice la leyenda que los primeros en llegar fueron hippies caraqueños que buscaban el lugar más lejano, solitario y hermoso. Allí, junto al Abismo, se establecieron en 1974. Después fue asimilando indígenas, criollos, y extranjeros de diversas procedencias: suizos, italianos, brasileños, letones, cubanos…
¿Cubanos?
Alfredo: Sí, hay dos cubanos que residen aquí permanentemente. Uno es un Peter Pan, de los niños que sacaron durante aquella operación. Él muchas veces conversa con nosotros, nos saluda, nos dice “voy a salir para Santa Elena, vamos si quieren”. Nos pregunta mucho ese Peter Pan, porque él no conocía su historia, no sabía lo que era la operación Peter Pan. Mira, aquí los indígenas dicen una cosa y los criollos dicen otra. Los indígenas dicen que esto siempre estuvo habitado por indígenas, y que los criollos vinieron y lo fundaron como pueblo. Los criollos dicen que cuando vinieron, por aquí no había nadie y ellos se instalaron aquí, donde abrieron el campamento de la brigada que hizo el camino. Porque aquí fue donde se estableció el campamento de los constructores del camino. Es decir, ellos vinieron por aire, se establecieron aquí, donde mismo está la plaza Bolívar, y de ahí comenzaron el camino en dos direcciones, hacia Icabarú y hacia Santa Elena. Porque este era el punto medio, o mejor dicho, el segundo tercio del camino. El suizo es casado con una indígena, nativa de aquí; los brasileños han venido en busca de la minería, de oro y diamante; el cubano te podrá hacer la historia, él dice que fue de los fundadores del pueblo, que un amigo suyo se había comprado un carro y salieron a estrenarlo por el camino más largo, llegaron hasta aquí, y le gustó el lugar.
Hasta el pueblo llegan aún los turistas, no por el pueblo, que es insignificante y feo, sino por el Abismo y por El Poso Esmeralda, una de las cientos de cascadas que hacen de la Gran Sabana un paraíso terrenal.
(…)
Claro que quise visitar al cubano Peter Pan; y tuvimos suerte de encontrarlo en su casa, camino al Abismo. Lo primero que llama la atención en su casa de dos plantas, construida a retazos, sin pintura, pero con todas las comodidades de la modernidad –panel solar, antena de cable y televisión, aparatos de música, etc.–, es que no tiene paredes laterales. No hay puertas. Se entra libremente a la sala, a la cocina, o a las habitaciones superiores, porque las pocas paredes que existen cumplen funciones decorativas o sustentan la estructura. Las habitaciones sí están resguardadas de miradas ajenas, pero no de posibles intrusos, que aquí no parecen posibles. Nos recibió de buen grado, aunque en realidad interrumpimos su faena de apicultor. Hizo café y empezamos a conversar de su vida. Mi sorpresa fue en aumento ante cada confesión: se llamaba Carlos Scull de Céspedes, y era descendiente de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Independencia de Cuba y del patriota Perucho Figueredo, autor del Himno Nacional. Pero su árbol genealógico incluía también a importantes actores que no siempre estuvieron en el bando de la Patria, de los que por supuesto, no tenía conciencia. Miembro de una de las familias más ricas de la Cuba prerrevolucionaria, entre sus parientes se encontraba un ex presidente republicano, una importante escritora cubano francesa y un querido y culto sacerdote de nuestros días. Me mostró el álbum familiar. En una foto aparecía en brazos del dueño del Diario de la Marina, José Ignacio Rivero –el periódico de más larga tradición conservadora del país: opuesto a la independencia de Cuba y defensor de Batista muchos años después–, su padrino, y primo de su padre, durante la ceremonia del bautizo.
La verdad es que no sé cómo me fui, me sacaron. Imagínate, tenía como 7 años y de la noche a la mañana te montan en un avión y te depositan en Estados Unidos. Así me sacaron de Cuba. Y bueno, viví en Estado Unidos cuatro años. El último recuerdo que tengo es ver a Fidel entrando en La Habana, montado en un tanque con un rosario en la mano, parado. De ahí no me recuerdo de más nada. De antes sí, me acuerdo de La Habana. Recuerdo que tenía un tranvía y montaba en él. Me recuerdo del colegio, yo estudiaba en el Colegio Edison; más o menos del club, más nada. Quiero volver a Cuba, quiero ver dónde nací. Después de cuatro años, mi mamá salió para Estados Unidos. Nos encontramos en Miami. Mi papá salió vía España, y cuando llegó de España vía Miami nos recogió y nos trajo para Venezuela, porque él tenía su familia aquí. Nos instalamos en Caracas, allá está toda la familia. Viví en Caracas hasta los 22 años, más o menos, y después me vine para acá. Bueno, éramos cuatro primos de la misma edad y salimos por la carretera lo más lejos que pudimos ir, en un jeep que nos habíamos comprado, y me enamoré del sitio. En esa época estaba en la universidad. Decidí que no quería vivir en la ciudad. Fui apoyado por el gobierno de Venezuela. Yo vine como funcionario de Cancillería, trabajé como nueve años en la dirección de fronteras, porque ellos me escogieron para que yo atrajera otro tipo de gente hacia esta frontera, porque esto estaba totalmente abandonado. Tengo 20 años trabajando abejas, aquí mismo, todo esto está lleno de abejas, ustedes han pasado por todo este sitio y ahí están los apiarios. De la entrada para acá, y hasta allá donde están las casitas blancas, en la sabana, son abejas. Allá están los galpones donde saco la miel. Porque vine para acá y me di cuenta de que en esta tierra no se daba el ganado, no se daban las ovejas, no se daba nada, pero es el paraíso de los insectos, entonces dije bueno, vamos a criar insectos. Aquí nos cansamos de pedir médicos y nunca mandaron nada. Yo hice de enfermero, yo fui enfermero en este pueblo durante diez años, que no sé nada de medicina. Y bueno, llegaron los médicos y los recibimos, pues. Igual que hubieran sido cubanos o franceses, o lo que sea, pero que venga un médico de cualquier parte del mundo a ayudarte pana, mira hay que recibirlo con las manos abiertas. Entonces les dimos el apoyo y ahí están. Y han curado, han ayudado, no nos quejamos. Bueno, me han dado ganas de ir a Cuba porque siempre oigo las opiniones de los médicos, oigo las opiniones de mi familia que son totalmente anti fidelistas, oigo opiniones de los turistas, entonces yo agarro todo y a la final, me gustaría tener la mía propia, la mía propia yendo a Cuba.
Carlos y el doctor Alfredo subieron con nosotros la cuesta final de aquella montaña sobre cuya ladera el primero había construido su hogar. De repente, sin avisos previos, se reveló el misterio: estábamos en la cima del mundo, así parecía, y a nuestros pies, como si observáramos desde un aeroplano, enorme, impenetrable, la selva amazónica del Brasil. Este era el Abismo que buscaban los turistas y del que Carlos se enamoró a los 22 años. Cansados por el esfuerzo de la subida, y extasiados por el espectáculo, todavía permanecimos allí algunos minutos.

1 comentario:

  1. Enrique. Saludos. Sería bueno regresar a ese sitio, y ver qué ha pasado con Carlos Scull, también sería lindo que la Embajada y el Gobierno cubano buscaran la forma de que este descendiente del Padre de la Patria, visite Cuba y vea la tierra donde nació y de la cual lo arrancaron inconsultamente. Feliz 2014!!!. Un abrazo desde Pinar del Río. Daima Cardoso

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