miércoles, 18 de mayo de 2011

Corporatocracia y servicios de inteligencia contra la mejor opción para el pueblo peruano.

Ollanta Humala, candidato a presidente de Perú.
Lic. Fabián Suárez Aguilar.
Varios analistas habían pronosticado sobre una eventual unidad de la derecha en la segunda vuelta electoral peruana. No es por gusto. La corrupción se ha convertido en una epidemia en el establisment político de ese país, que alimenta sus bolsillos de dar concesiones mineras, otorgar bajas rentas y aprobar exoneraciones tributarias. Mientras, siguen incrementándose las ganancias anuales de las trasnacionales que ya en el 2010 rondaron los 8 mil millones de dólares.
Sin embargo, el candidato Ollanta Humala ni siquiera ha dicho que iniciará un proceso de nacionalización, pero ha enfatizado que es hora de repartir mejor las inmensas riquezas del Perú, quien tiene las mayores reservas de plata del mundo; la segunda de cobre; la tercera de zinc y estaño, y la quinta de oro.  En el pensamiento de Ollanta está no regalar, evitar la depredación del país, y que se frene la extinción y contaminación de uno de los mejores ecosistemas del planeta, a través de la explotación despiadada de miles de estos yacimientos.
Es por eso que representa un peligro para la corporatocracia extranjera y nacional, heredera de una poderosa oligarquía criolla y latifundista que tiene varias centurias de vida. Pero un votante razonable y patriota no vería otra opción que Ollanta. Un nuevo mandato mafioso y corrupto acabaría de vender la soberanía económica del Perú y probablemente desconectaría toda posibilidad posterior de salvar al país por una vía democrática.
Sobre esto último, varios sectores y no solo de izquierda, advierten las primeras señales de que la maquinaria fujimorista ha echado a andar, aprovechando los aires antihumalistas de la derecha o su igual silencio cómplice.
La denuncia de la existencia de la Operación “Sábana” contra el candidato Ollanta es un ejemplo. Según las filtraciones, la operación une los esfuerzos de las Direcciones de Inteligencia del Ejército y la Policía; aplica los últimos avances tecnológicos para la escucha; utiliza a medios de prensa y se financia por propietarios de mineras. Todo para generar el miedo sobre Ollanta, tanto en el pueblo, como en la bolsa.
Difícilmente los servicios especiales norteamericanos estén ajenos a este tipo de operación, aunque probablemente las instrucciones y los agentes estén saliendo directamente desde el cuartel general, para evitar otro escándalo como el que recientemente reveló el activo papel de la embajada yanqui en Lima en las pasadas elecciones del 2006 en contra de Ollanta.
Una operación de este tipo también tiene que ser aprobada por el actual presidente de la República, Alan García. Y fundamento tiene, porque hace dos años afirmó delante de ejecutivos del medio financiero, “yo puedo evitar que un candidato adverso a la economía de mercado llegue a ser presidente del Perú en las elecciones del 2011…… puedo evitar que sea presidente quien yo no quiero”.
La desinformación mediática está en el clímax y las encuestadoras dan todavía a Ollanta al frente de la intención de voto por un estrecho margen frente a Keiko Fujimori. La esperanza es que hasta los taxistas, que leen el periódico en las colas de autos o en espera de la luz verde, interpreten un mínimo del momento histórico que vive el Perú. Que los jóvenes no se cieguen ante la aparente bonanza de un falso desarrollo expresado en números, pero que no es sostenible con el actual modelo ni con la corrupción institucional imperante.

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