Pues, sí. Al ritmo acompasado del blues bailaba tap anoche un señor de 80 años, y junto a él, un grupo de jóvenes mayores o menores de Santa Amalia. La escena ocurría en el Vedado, barrio habanero. ¿Música enemiga? Eso no existe. Pero para aquellos bailadores, que por momentos parecían venir de Nueva Orleans, el disfrute adquiría por esta vez valor simbólico: durante cinco horas, un grupo de los mejores músicos cubanos de jazz y blues descargaba en la Casa de la Cultura de Plaza, convocados por Bobby Carcassés, en homenaje a los Cinco antiterroristas cubanos presos en cárceles estadounidenses. ¿Y cómo sustraerse al contagioso ritmo, a las tiernas o impetuosas frases musicales que salían de las manos, de la voz o de los pulmones de intérpretes como César López, Enrique Pla, Yacer Manzano, Tata Güines Junior, Robertico Carcassés, Gerardo Piloto, Pablo Menéndez, Hernán López Nussa, Willy Barreto, Pancho Terry, de la orquesta de Jorge Varona o de la conducción de Rey Montesinos, entre decenas de otras estrellas del género? Sin mucha publicidad, el patio de la institución se llenó de jóvenes de todas las edades. Allí estuvieron también las madres y las esposas de René y de Fernando, en representación de los familiares. Las notas musicales se acompañaron de notas visuales, porque Bobby expuso también sus pinturas dedicadas a los héroes cubanos.
Viéndolas, recordé que hace apenas unos días, el 13 de agosto, un grupo de importantes artistas plásticos inauguró en La Habana una exposición colectiva dedicada a homenajear al máximo líder histórico de la Revolución. Los cuadros recreaban todos alguna foto de Fidel –tomada por artistas del lente como Korda, Liborio Noval, Osvaldo Salas, Raúl Corrales–, siempre acompañado de otros revolucionarios como el Che, Camilo, Celia, Haydée. La convocatoria era del pintor Ernesto Rancaño, y a ella se unieron Isavel Gimeno, Alexis Leyva (Kcho), Nelson Domínguez, Alicia Leal, Juan Moreira, Sandor González, Lesbia Vent Dumois, Flora Fong, Eduardo Abela, Juan Carlos Balseiro y Ever Fonseca. Con solo mencionar los nombres, sabrá el lector que se trataba de una exposición de altura, en la que convergían creadores de diferentes generaciones. ¿A qué viene esta asociación de dos hechos culturales distantes en el tiempo y en sus maneras de expresión? Pues que de ambas emergió rotunda una palabra poco frecuentada por la prensa trasnacional cuando se refiere a Cuba: compromiso, identidad con los símbolos que homenajeaban.
Se trataba, lo mismo en la música que en las artes plásticas, de artistas de primer nivel, que no dependen económicamente del Estado cubano. La convocatoria, en ambos casos, se apoyaba en instituciones pero era asumida por un creador con suficiente prestigio cultural como para halar a sus colegas. Ninguno de los dos acontecimientos será divulgado por aquella prensa, cuya misión en Cuba es rastrear y sobredimensionar disidencias que se acojan al oficialismo trasnacional. También yo tiré algún furtivo pasillo de tap, hipnotizado por la música. También yo dejé que mi cuerpo disfrutara y expresara en esa ocasión mi compromiso. Cuba es un país lleno de estrellas, como las que bajaron de la Sierra nuestros comandantes.
Que bueno!!!! Y que pena que no estaba allì.
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