Tomado de Cubadebate
La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana, es proporcional a su falta de escrúpulos. Es difícil morirse en Cuba, no ya porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo -nadie muere de hambre, pese a la carencia de recursos, ni de enfermedades curables-, sino porque impera la ley y el honor. Los mercenarios cubanos pueden ser detenidos y juzgados según leyes vigentes -en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de un país considerado como enemigo en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear severas sanciones de privación de libertad-, pero ellos saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado por la policía. No existen “oscuros rincones” para interrogatorios “no convencionales” a presos-desaparecidos, como los de Guantánamo o Abu Ghraib. Por demás, uno entrega su vida por un ideal que prioriza la felicidad de los demás, no por uno que prioriza la propia.
En las últimas horas, sin embargo, algunas agencias de prensa y gobiernos se han apresurado en condenar a Cuba por la muerte en prisión, el pasado 23 de febrero, del cubano Orlando Zapata Tamayo. Toda muerte es dolorosa y lamentable. Pero el eco mediático se tiñe esta vez de entusiasmo: al fin -parecen decir-, aparece un “héroe”. Por ello se impone explicar brevemente, sin calificativos innecesarios, quien fue Zapata Tamayo. Pese a todos los maquillajes, se trata de un preso común que inició su actividad delictiva en 1988. Procesado por los delitos de “violación de domicilio” (1993), “lesiones menos graves” (2000), “estafa” (2000), “lesiones y tenencia de arma blanca” (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete), “alteración del orden” y “desórdenes públicos” (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo de 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes. Dados sus antecedentes y condición penal, fue condenado esta vez a 3 años de cárcel, pero la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión.
En la lista de los llamados presos políticos elaborada para condenar a Cuba en 2003 por la manipulada y extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, no aparece su nombre -como afirma, sin verificar las fuentes y los hechos, la agencia española EFE-, a pesar de que su última detención coincide en el tiempo con la de aquellos. De haber existido una intencionalidad política previa, no hubiese sido liberado once días antes. Ávidos de enrolar a la mayor cantidad posible de supuestos o reales correligionarios en las filas de la contrarrevolución, por una parte, y convencido por la otra de las ventajas materiales que entrañaba una “militancia” amamantada por embajadas extranjeras, Zapata Tamayo adoptó el perfil “político” cuando ya su biografía penal era extensa.
En el nuevo papel fue estimulado una y otra vez por sus mentores políticos a iniciar huelgas de hambre que minaron definitivamente su organismo. La medicina cubana lo acompañó. En las diferentes instituciones hospitalarias donde fue tratado existen especialistas muy calificados -a los que se agregaron consultantes de diferentes centros-, que no escatimaron recursos en su tratamiento. Recibió alimentación por vía parenteral. La familia fue informada de cada paso. Su vida se prolongó durante días por respiración artificial. De todo lo dicho existen pruebas documentales.
Pero hay preguntas sin responder, que no son médicas. ¿Quiénes y por qué estimularon a Zapata a mantener una actitud que ya era evidentemente suicida? ¿A quién le convenía su muerte? El desenlace fatal regocija íntimamente a los hipócritas “dolientes”. Zapata era el candidato perfecto: un hombre “prescindible” para los enemigos de la Revolución, y fácil de convencer para que persistiera en un empeño absurdo, de imposibles demandas (televisión, cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero aquellos huelguistas siempre desistían antes de que se produjesen incidentes irreversibles de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte -esos mercenarios se frotaban las manos con esa expectativa, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos-, su nombre es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban algunos medios -los mercenarios del patio y la derecha internacional-, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano -en un país sin muertes extrajudiciales-, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas. ¿Acaso esto no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”? Este caso, es consecuencia directa de la asesina política contra Cuba, que estimula a la inmigración ilegal, al desacato y a la violación de las leyes y el orden establecidos. Allí está la única causa de esa muerte indeseable.
Pero, ¿por qué hay gobiernos que se unen a la campaña difamatoria, si saben -porque lo saben-, que en Cuba no se ejecuta, ni se tortura, ni se emplean métodos extrajudiciales? En cualquier país europeo pueden hallarse casos -a veces, francas violaciones de principios éticos-, no tan bien atendidos como el nuestro. Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos. ¿Por qué hay gobernantes que eluden la denuncia explícita del injusto confinamiento que sufren cinco cubanos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, y se apresuran en condenar a Cuba si la presión mediática pone en peligro su imagen política? Ya Cuba lo dijo una vez: podemos enviarles a todos los mercenarios y sus familias, pero que nos devuelvan a nuestros héroes. Nunca podrá usarse el chantaje político contra la Revolución cubana.
Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia.
En las últimas horas, sin embargo, algunas agencias de prensa y gobiernos se han apresurado en condenar a Cuba por la muerte en prisión, el pasado 23 de febrero, del cubano Orlando Zapata Tamayo. Toda muerte es dolorosa y lamentable. Pero el eco mediático se tiñe esta vez de entusiasmo: al fin -parecen decir-, aparece un “héroe”. Por ello se impone explicar brevemente, sin calificativos innecesarios, quien fue Zapata Tamayo. Pese a todos los maquillajes, se trata de un preso común que inició su actividad delictiva en 1988. Procesado por los delitos de “violación de domicilio” (1993), “lesiones menos graves” (2000), “estafa” (2000), “lesiones y tenencia de arma blanca” (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete), “alteración del orden” y “desórdenes públicos” (2002), entre otras causas en nada vinculadas a la política, fue liberado bajo fianza el 9 de marzo de 2003 y volvió a delinquir el 20 del propio mes. Dados sus antecedentes y condición penal, fue condenado esta vez a 3 años de cárcel, pero la sentencia inicial se amplió de forma considerable en los años siguientes por su conducta agresiva en prisión.
En la lista de los llamados presos políticos elaborada para condenar a Cuba en 2003 por la manipulada y extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU, no aparece su nombre -como afirma, sin verificar las fuentes y los hechos, la agencia española EFE-, a pesar de que su última detención coincide en el tiempo con la de aquellos. De haber existido una intencionalidad política previa, no hubiese sido liberado once días antes. Ávidos de enrolar a la mayor cantidad posible de supuestos o reales correligionarios en las filas de la contrarrevolución, por una parte, y convencido por la otra de las ventajas materiales que entrañaba una “militancia” amamantada por embajadas extranjeras, Zapata Tamayo adoptó el perfil “político” cuando ya su biografía penal era extensa.
En el nuevo papel fue estimulado una y otra vez por sus mentores políticos a iniciar huelgas de hambre que minaron definitivamente su organismo. La medicina cubana lo acompañó. En las diferentes instituciones hospitalarias donde fue tratado existen especialistas muy calificados -a los que se agregaron consultantes de diferentes centros-, que no escatimaron recursos en su tratamiento. Recibió alimentación por vía parenteral. La familia fue informada de cada paso. Su vida se prolongó durante días por respiración artificial. De todo lo dicho existen pruebas documentales.
Pero hay preguntas sin responder, que no son médicas. ¿Quiénes y por qué estimularon a Zapata a mantener una actitud que ya era evidentemente suicida? ¿A quién le convenía su muerte? El desenlace fatal regocija íntimamente a los hipócritas “dolientes”. Zapata era el candidato perfecto: un hombre “prescindible” para los enemigos de la Revolución, y fácil de convencer para que persistiera en un empeño absurdo, de imposibles demandas (televisión, cocina y teléfono personales en la celda) que ninguno de los cabecillas reales tuvo la valentía de mantener. Cada huelga anterior de los instigadores había sido anunciada como una probable muerte, pero aquellos huelguistas siempre desistían antes de que se produjesen incidentes irreversibles de salud. Instigado y alentado a proseguir hasta la muerte -esos mercenarios se frotaban las manos con esa expectativa, pese a los esfuerzos no escatimados de los médicos-, su nombre es ahora exhibido con cinismo como trofeo colectivo.
Como buitres estaban algunos medios -los mercenarios del patio y la derecha internacional-, merodeando en torno al moribundo. Su deceso es un festín. Asquea el espectáculo. Porque los que escriben no se conduelen de la muerte de un ser humano -en un país sin muertes extrajudiciales-, sino que la enarbolan casi con alegría, y la utilizan con premeditados fines políticos. Zapata Tamayo fue manipulado y de cierta forma conducido a la autodestrucción premeditadamente, para satisfacer necesidades políticas ajenas. ¿Acaso esto no es una acusación contra quienes ahora se apropian de su “causa”? Este caso, es consecuencia directa de la asesina política contra Cuba, que estimula a la inmigración ilegal, al desacato y a la violación de las leyes y el orden establecidos. Allí está la única causa de esa muerte indeseable.
Pero, ¿por qué hay gobiernos que se unen a la campaña difamatoria, si saben -porque lo saben-, que en Cuba no se ejecuta, ni se tortura, ni se emplean métodos extrajudiciales? En cualquier país europeo pueden hallarse casos -a veces, francas violaciones de principios éticos-, no tan bien atendidos como el nuestro. Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos. ¿Por qué hay gobernantes que eluden la denuncia explícita del injusto confinamiento que sufren cinco cubanos en Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, y se apresuran en condenar a Cuba si la presión mediática pone en peligro su imagen política? Ya Cuba lo dijo una vez: podemos enviarles a todos los mercenarios y sus familias, pero que nos devuelvan a nuestros héroes. Nunca podrá usarse el chantaje político contra la Revolución cubana.
Esperamos que los adversarios imperiales sepan que nuestra Patria no podrá ser jamás intimidada, doblegada, ni apartada de su heroico y digno camino por las agresiones, la mentira y la infamia.
Estimado Ubieta estoy de acuerdo con Ud. En la falta de escrúpulos que mueve a la mayoría de los disidentes u opositores de nuestro país y estoy convencido que mucho de ellos, más que dolientes, son unos indolentes que pretende hacer oportuna la situación para dar rienda suelta a su ejercicio servil y mercenario.
ResponderEliminarPero se trata de un ser humano , que ha muerto, no importa si pensaba igual, parecido o diferente a nosotros, no importa cuántas veces estuvo preso por delitos comunes, no veo correcto tratar de desacreditar su posición política argumentando sus antecedentes penales, la historia revolucionaria de nuestro país , incluyendo esta ,la más reciente, conoce de personas que fueron presos comunes y desde la prisión abrazaron e hicieron suya la lucha revolucionaria y llegaron a ser altos jefes y muy responsables.
La prensa- decía Martí- no es aprobación bondadosa o ira insultante; es proposición, estudio, examen y consejo. Ud. Es un intelectual a todas luces inteligente, no nos dejemos arrastrar por el estilo periodístico del nuevo Herald y de los enemigos de la revolución. Este hombre, el Sr. Orlando Zapata Tamayo, por su historial delictivo cargado de tanta violencia y por lo absurdo que resultan las peticiones que hacía para levantar su huelga de hambre, más que una prisión lo que merecía era un encierro en un centro siquiátrico, nosotros los cubanos tenemos que cambiar y dejarnos de preocupar , por lo que piensen o digan nuestros enemigos y más bien analizar si lo que paso es correcto y si no lo es , que fallo o que hacer para que esas cosas no vuelvan a suceder .
No olvidemos que la idea es el reflejo de la realidad objetiva, que quiero decir con ello , sencillo, La batalla de ideas no es una simple confrontación verbal donde el ganador pueda ser aquel que grite más , insulte o desacredite más el ganador va a ser aquel , que con hechos concretos, con elementos tangibles demuestre que lo que hace o tiene es superior.
Como revolucionario cambiemos lo que debe ser cambiado, confiemos en que nuestro pueblo obrará en el futuro con arreglo a los elementos de su formación y olvidémonos de la mala costumbre de estar siempre a la riposta periodística, a veces damos la impresión de no tener iniciativa, sé que no es así, pero es lo que aparentamos.
José Luis.
Estimado José Luis: Estoy de acuerdo con usted. La muerte de un ser humano es siempre un hecho penoso, sobre todo si no es por causas naturales. No me regodeo en el historial delictivo de Zapata Tamayo –obvio detalles innecesarios y no uso calificativos--, pero era imprescindible que los lectores tuviesen elementos sobre la vida de este ciudadano cubano para que pudiesen llegar a la conclusión que usted llegó: que era un hombre violento, y que era manipulable. Tenemos que batallar siempre a favor de la vida, tener confianza en el ser humano, en las posibilidades de su rehabilitación. Por eso indigna que alguien sea instigado a hacer lo que sus instigadores no harían. Indigna que medios de prensa y gobiernos extranjeros se alimenten con fingida tristeza –como buitres-- sobre el cadáver de un ser humano. Que la contrarrevolución tenga en Zapata Tamayo al único héroe disponible, y lo muestre con impudicia. Era necesario frenar la campaña mediática que pretende condenar a Cuba. Este blog no se caracteriza por los gritos, ni por los insultos, sino por los razonamientos. Gracias por sus comentarios.
ResponderEliminarUn saludo desde España Enrique y gracias, como siempre, por este blog y Por la Calle del Medio.
ResponderEliminarRespecto a este artículo coincido con todo salvo en algo que me ha llamado mucho la atención. Ud. escribe, "Algunos, como aquellos irlandeses que luchaban por su independencia en los años ochenta, murieron en medio de la indiferencia total de los políticos."
Aquellos irlandeses de los años 80 no son el mejor ejemplo para medir la indiferencia o no indiferencia de los políticos. Precisamente esos irlandeses de los años 80 no tenían el apoyo popular y acapararon toda la atención de los medios de comunicación y por ende de los políticos por los métodos con los que llevaba a cabo sus reivindicaciones.
En "El libro Verde", la guía militar para reclutas del IRA se puede leer entre sus estrategias dos muy significativas para el tema en cuestión:
Una guerra de desgaste contra el personal enemigo (tropas británicas) basado en causar tantos muertes como sea posible para crear presión en la opinión pública que obligue al gobierno de Londres a replantear la presencia de sus fuerzas en Irlanda.
Una campaña de atentados dirigida a hacer no rentables los intereses financiales del enemigo a la par de frenar la inversión a largo plazo en nuestro país.
Como usted puede leer y recordará, este método de lucha llevado a cabo por el IRA, conllevó a la muerte de muchos civiles irlandeses e ingleses y estos hechos no estuvieron ajenos a la opinión pública, como tampoco estuvo la huelga de hambre en 1981 iniciada por seis miembros del PIRA y tres del INLA reclamando el status de presos políticos.
Con todo mi respeto, mi comentario no es ni mucho menos una crítica, no soy quién. Solo es comentarle que si yo tuve acceso a esta información ha sido porque la prensa se hizo eco de estos hechos en su momento y si buscáramos en los archivos, estoy segura que más de un político habrá dado su opinión de algo que no se podía estar a espaldas.
Mis saludos.
La huelga de hambre de los irlandeses en los años 80 no conmovió a los políticos ingleses, de ahí que Margaret Tatcher recibiera el calificativo de "La Dama de Hierro". Aquellos hechos tuvieron una gran repercusión en la prensa y en la opinión pública mundial, no así entre los gobernantes europeos. No recuerdo que ningún país del Primer Mundo condenara a Gran Bretaña por ello.
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