Hace 130 años, el 20 de enero de 1881, el Héroe Nacional cubano José Martí arribó a Venezuela. Lo hizo por el puerto de La Guaira, estado Vargas; y, sin apenas reponerse del fatigoso viaje en barco, que lo había traído procedente de Nueva York, emprendió apurada marcha hacia Caracas, por el empinado Camino de los Españoles.
Años más tarde, en su relato "Tres héroes", publicado en el primer número de la revista La Edad de Oro: expuso las razones de tal apremio: “Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo.” Se aloja Martí en una casa de huéspedes, frente a la plaza que hoy lleva su nombre en Caracas --la Jerusalén de los americanos, según la llamó--, y pocos días más tarde, con motivo del cumpleaños 28, el periódico La Opinión Nacional le da la bienvenida en una nota laudatoria. Ya era pues José Martí una figura reconocida a nivel continental.
Sus dotes de excelso periodista y orador habían trascendido la mar: eran conocidas sus colaboraciones en importantes periódicos y revistas del continente, a la par de que ya en su labor revolucionaria ocupaba importantes cargos en el Comité Revolucionario Cubano, organización fundada en Nueva York con el propósito de luchar por la independencia de Cuba. El torbellino martiano se deja sentir en Venezuela, y ya en febrero imparte clases de literatura y gramática francesa en el colegio de Santa María. En marzo, funda una cátedra de oratoria en el colegio de Villegas, y el 21 de ese propio mes pronuncia un memorable discurso en el prestigioso Club del Comercio: pero no en los salones privados, según estaba previsto, sino desde un balcón a la multitud reunida en la plaza.
Los apenas seis meses que vive en Caracas le alcanzan para colaborar asiduamente en el periódico La Opinión Nacional, y también para fundar la Revista Venezolana, cuyas 32 páginas de su único número escribe en solitario, y de la cual muchos investigadores consideran que marca el inicio del movimiento literario modernista. En el primer texto de la publicación, Martí escribe: “La revista no hace profesión de fe sino de amor. No se anuncia tampoco bulliciosamente: Hacer es la mejor manera de decir”. Sin embargo, en opinión del recientemente fallecido poeta y ensayista Cintio Vitier, “el concepto martiano incluye otro aspecto de mayor trascendencia: si hacer es la mejor manera de decir; la mejor palabra, en consecuencia, está llena de hechos y de actos. Y ello transfiere el asunto al estilo”. Después agrega: “quizás allí resida una de las claves de la epifanía venezolana del lenguaje martiano, signada por Ismaelillo, La Revista Venezolana y las crónicas relativas al centenario de Calderón de la Barca”. Apresuradamente, en agosto de 1881, tiene que salir Martí de Venezuela. La reticencia a dar loas en sus textos al presidente de la republica Antonio Guzmán Blanco, a pesar de pedidos explícitos en ese sentido; así como los elogios hechos en memoria de Cecilio Acosta, enemigo jurado del presidente, provocan la ira de ese personaje que la historia reconoce como arquetipo de “autócrata ilustrado”. El incidente, sin embargo, una vez más le permitió legar a la posteridad la muestra de sus principios éticos, y de su pensamiento profundamente latinoamericanista. En carta de despedida a Fausto Teodoro de Aldrey, director de La Opinión Nacional de Caracas, escribió: (...) “los ideales enérgicos y las consagraciones fervientes no se merman en un ánimo sincero por las contrariedades de la vida. De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo”.
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