Enrique Ubieta Gómez
Por fin, un intento "serio" por justificar el desmontaje de la valla que reclamaba en Miami la liberación de los Cinco. Lamentablemente, su autor se ubica en la sicología de su público lector habitual, y desestima otras realidades, al punto de creerlas inexistentes. Cuando habla de que hay una comunidad cubana en Miami que es dañada en sus sentimientos, si se exhibe en su “territorio” una pancarta que pida la liberación de los Cinco cubanos presos en Estados Unidos, pretende que ignoremos que:
1. existe una comunidad cubana, nacional en el pleno sentido de la palabra, mucho mayor, que radica en territorio cubano, sistemáticamente víctima de atentados terroristas;
2. que los Cinco estuvieron infiltrados en grupos terroristas de Miami –que sistemáticamente ejecutan actos de terrorismo en Cuba y en los propios Estados Unidos (en contra de personas o intereses cubanos), y en ocasiones, en contra de otros estados o personas de la izquierda latinoamericana--, con el fin de neutralizar sus acciones, como mismo hacen los norteamericanos en organizaciones terroristas (o no), para defender su territorio;
3. que el juicio y la desmedida condena a los Cinco fue una venganza política, y constituyó una farsa judicial como testifican importantes abogados norteamericanos y de otros países;
4. que el dolor y la irritación de los familiares de los muertos y heridos por los atentados –el avión de Cubana, los atentados en hoteles, los disparos al azar de lanchas rápidas sobre territorio nacional, entre otros--, se acrecienta ante la impunidad de que gozan esas organizaciones y sus líderes en Estados Unidos, mientras son condenadas las personas que tratan de impedir esos actos;
5. que esta es una guerra en la que ciertamente participan cubanos opuestos a la Revolución, pero que la sede real de esa oposición –desde todos los puntos de vista: geográfico, logístico, financiero, y de intereses--, es Estados Unidos; que es, más allá de la voluntad de los cubanos opositores (contrarrevolucionarios), una guerra entre Estados Unidos y la Revolución cubana, en la cual ellos (bueno, qué decir, ustedes) son peones;
Y por último, algo que me parece escandaloso en la argumentación de Aaron --así firma--, es su falta de compromiso con la justicia y la razón, al igualar de forma premeditada –único recurso para incluir a la comunidad cubana de Miami--, las aspiraciones y los intereses e invertir la ubicación, de víctimas y victimarios. Es inaceptable situar una valla que defienda a los partidarios del Ku Kux Klan en un barrio negro, pero es absolutamente legítima una valla que reclame los derechos de los negros en uno de blancos anglosajones (y de residentes partidarios del Ku Kux Klan); es inaceptable una valla que justifique el holocausto en un barrio judío (y también una que defienda la ocupación judía de los territorios árabes en zonas de esa procedencia), pero los intereses y derechos judíos y árabes deben exhibirse en barrios antisemitas o sionistas.
Cuando Aaron habla “de los familiares y la comunidad de las víctimas del avión derribado de Hermanos al Rescate”, estoy seguro que no se dirige a mí, ni a los cubanos de Cuba, para quienes ese embuste es ridículo: esas “víctimas” violaron reiteradamente el territorio nacional de Cuba –algo de lo que ellos mismos presumieron al divulgar un video sobre la ciudad de La Habana, filmado desde el avión--, para distribuir propaganda contrarrevolucionaria. ¿Cómo se habría comportado el gobierno de Estados Unidos si una avioneta violara sistemáticamente su espacio aéreo? Acusar a los Cinco cubanos de asesinos por el derribo de esa avioneta –orden que era imposible que supieran--, fue una de las nunca probadas argucias leguleyas, que Aaron concientemente o no, por ignorancia o por maldad, repite. Los muertos de la avioneta violaron el espacio aéreo cubano en franco desafío (ni siquiera importa donde cayó la nave en su huida posterior); los tripulantes y pasajeros del avión civil de Cubana de Aviación viajaban en un vuelo comercial con destino a sus hogares. ¿Es posible que alguien sea tan cínico como para comparar ambos hechos?
No me toca a mí defender los conceptos burgueses de “libertad de expresión” o de “libertad de información” a partir de su comprensión en un estado revolucionario que nunca los ha enarbolado como consigna, sencillamente porque no cree “ni un tantico así” en ellos, parodiando una frase del Che que pedía desconfiar siempre del imperialismo. Creo en la libertad de información y de expresión que se sustenta en el conocimiento (“lean, no crean”, dijo Fidel en los primeros años de la Revolución), y la Revolución alfabetizó, y promovió los estudios de todos sin distinción, hasta el punto de contar hoy con más de un millón de graduados universitarios. Solo el conocimiento nos hace libres. La oración clave –y oración me parece una palabra adecuada, porque además de su significado gramatical, puede leerse en clave de rito religioso--, la aporta Aaron al decir: “Ahora, bajo ninguna circunstancia implica que una agencia de publicidad esté obligada a aceptar difundir un mensaje, aún si le ofrecen pagar debidamente sus servicios. Las empresas privadas deciden con quien hacer negocios”. ¡El pollo del arroz con pollo de la supuesta libertad de expresión y de información burgueses! Lo que los peones de Estados Unidos en esta guerra defienden –llámense Yoani o Hernández Bushto o Aaron--, es la libertad de los dueños, de las empresas privadas norteamericanas y trasnacionales, para decir y no decir lo que les convenga en Cuba, para catequizar a los cubanos (no de preceptos religiosos, sino de los dogmas del “libre” mercado), para controlar y finalmente someter a la isla rebelde. Por eso Yoani se indigna ante la venta pirata de grabaciones que no pagan a los productores trasnacionales y exige en cambio que se difunda en Cuba la “verdad” que promueven esas empresas para desestabilizar al Gobierno que no permite su “libre” albedrío en territorio nacional. Por eso engañan a la opinión pública norteamericana e internacional con un juicio amañado contra el terrorista Posada y mantienen en prisión de forma arbitraria a los Cinco cubanos antiterroristas. ¿De verdad que Aaron cree en la libertad de información y de expresión?
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